Director: Félix Sabroso
Intérpretes: Javier Cámara, Candela Peña, Carmen Machi, Julián López, Secun de la Rosa, Jorge Monje, Yael Barnatán, Antonia San Juan, Pepón Nieto, Pilar Castro
Sinopsis: Víctor, que dice haber rodado algunas películas que no ha conseguido estrenar, reúne alrededor de su lecho de muerte a sus más fieles colaboradores, con el fin de representar su obra póstuma. Su esposa Clara, una mujer rica en busca de su propia identidad; Andrea, una actriz que llega acompañada de su dentista; Raúl, su fiel guionista y amigo, que acude acompañado de su pareja, una dibujante frustrada e insegura.Además, están Fabián y Marta, dos miembros del servicio que actúan más bien como enfermeros. Todos participan de una insólita convivencia que será como el rodaje de una película, en la que tiene lugar un confuso debate sobre sus relaciones y el origen de su inquietud frente a la actividad creativa.
Me gustaría compartir el entusiasmo de muchos compañeros de la crítica por esta “anomalía” dentro del cine español, pero la mayor parte de su metraje me invade la pereza y el aburrimiento, la sensación de estar contemplando algo pretencioso por muy honorables que hayan sido las intenciones de su paridor, Félix Sabroso, en la que supone por su parte una afectuosa despedida a su compañera sentimental y en tareas tras las cámaras (ambos también actores y guionistas), Dunia Ayaso, fallecida hace poco más de dos años. Representantes de cierta comedia petarda, en la estela almodovoriana que a mí nunca me ha acabado de enganchar, títulos como PERDONA BONITA, PERO LUCAS ME QUERÍA A MI, EL GRITO EN EL CIEOLO o DESCONGÉLATE, tal vez su trabajo más rescatable lo constituya LA ISLA INTERIOR, que se apartaba un tanto del estilo que les confirió cierta popularidad en ámbitos cinéfilos.
No acabo de cogerle la “gracia” al asunto, ese juego de la representación de la propia representación y de la vida me causa ingrata perplejidad, me resulta pesada su artificiosidad. Como mucho, estaría dispuesto a considerarlo un experimento de buenas intenciones, un ejercicio relativamente curioso, pero finalmente fallido de cine sobre cine.
Y sí, ya sé que despliega citas muy cultistas, como esa de Gramsci que abre la película, referencias cinéfilas, algún movimiento de cámara con pedigrí, me da igual, pues en este caso no me acaba de llegar su supuesta originalidad y creatividad. No me la creo, tengo la sensación que ese permanente juego de apariencias, fingimientos y de ficción potenciada es demasiado evidente, forzado, poco creíble. Y conste que no tengo la menor duda del alma puesta por Sabroso, de eso no me cabe duda, aunque no basta solo con eso. Tampoco en el amor el ser bueno/a es garantía de nada.
Hay varios buenos actores paseándose por ese escenario teatralizado que en otras ocasiones me han ganado para su causa –Cámara, Machi, Castro, a Candela Peña cada vez la soporto menos y eso que comenzó muy bien su carrera, a Julián López nunca le he acabado de coger el punto aunque me consta que gusta mucho a unos cuantos amigos y cuenta con un respetable número de seguidores- interpretativa, pero que aquí me provocan más bien indiferencia.
El término trabajo arriesgado con el que algunos la han saludado se me queda chato, además eso por sí solo no es un valor en sí mismo. Es como esa actual oda a la juventud que padecemos en la actualidad, no tiene valor alguna si no va acompañada de otras cuestiones esenciales por encima del carnet.
Demasiado albedrío narrativo hueco, disgresiones argumentales, y pese a que ya se encarga el director de aclarar en un momento dado a través de una de sus criaturas que lo que cuenta es el final, este me deja indiferente por muy brillante que les pueda parecer a quienes lo han gestado. No me llega, no me impacta, asisto a él cansado y con ganas de abandonar la sala… y eso que la vi en un estado de plena felicidad, solo.
Ustedes verán. No se fíen mucho de mi criterio, igual me estoy quedando desfasado ante los nuevos tiempos, como les sucedía a los entrañables cowboys de DUELO EN LA ALTA SIERRA, Joel McCrea y Randolph Scott. Como digo tantísimas veces, fíense de su propio criterio y olfato, pues nadie mejor que uno mismo para saber lo que es de su agrado.
José Luis Vázquez