miercoles, 7 de mayo

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Estreno en Royal City

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Metrópolis ()

Director: Fritz Lang

Intérpretes: Gustav Fröhlich, Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge, Fritz Rasp, Theodor Loos, Heinrich George, Fritz Alberti, Grete Berger, Heinrich Gotho, Georg John, Olaf Storm

Sinopsis: Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todoperoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre que controla la ciudad, descubre los duros aspectos laborales de los obreros tras enamorarse de María (Brigitte Helm), una muchacha de origen humilde, venerada por las clases bajas y que predica los buenos sentimientos y al amor. El hijo entonces advierte a su padre que los trabajadores podrían rebelarse.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Poco puedo añadir, más bien tan solo subrayar o remarcar, sobre este clásico incontestable de los estertores del mudo y del expresionismo alemán, que a punto de cumplir noventa años, no ha perdido ni un ápice de vigencia o de modernidad.

Considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, para ser más riguroso, Memoria del Mundo, su carácter vanguardista, visionario, futurista, anticipativo consiguen aún hoy en día provocar asombro.

Sobre su estricto contenido, rico en interpretaciones y teorías se ha dicho de todo. Son muchos los que han visto influencias marxistas, nacional socialistas, o sea nazis, religiosas y de un amplísimo y variado tipo. Creo que hoy en día podríamos llegar a ese punto conciliador que late en sus imágenes y tal vez contemplarla como un canto a un capitalismo humanizado, colaboracionista entre clases sociales opuesta, con algunos matices cristianos. La mía no deja de ser una opinión más, lo mejor es que la contrasten con las suyas. Ni el propio director, el mítico Fritz Lang, tenía claro sus postulados, pues sus puntos de vista diferían considerablemente respecto a los de la guionista, Thea Von Harbou, en aquél momento todavía su esposa… pero con la cual se iría distanciando, entre otras cuestiones por fuertes disensiones ideológicas (ella se mostraba cercana a los postulados del incipiente Führer).

Parece ser que a Lang le acabaron interesando más los aspectos técnicos y arquitectónicos que el propio discurso de la película. La verdad es que en estos  terrenos, el avance que supuso METRÓPÓLIS resultó impresionante. Gracias a la colaboración con el fotógrafo y revolucionario creador de efectos especiales Eugene Schüfftan, se utilizó por primera vez el procedimiento que lleva el nombre de éste. Es decir, la utilización de pequeñas maquetas en escenarios reales para crear el efecto de estar contemplando gigantescas construcciones.

Y todo esto curiosamente surgió a raíz de viaje del cineasta a Estados Unidos. Viendo desde su barco atracado en el puerto de Nueva York, la noche de la ciudad y esos gigantescos rascacielos, con el fondo de las calles iluminadas como permanentes árboles de Navidad.

El caso es que esta superproducción de la todopoderosa UFA acabó constituyendo de un mayor calado de lo ya de por sí inicialmente previsto por sus creadores.

Su discurso continúa resultando actual y profundo; su concepción visual es apabullante; el drama social no ha quedado baladí; su diseño futurista, más palpable en los planos más largos, no ha perdido actualidad y sus imágenes destilan un poder abrumador. Está formada por continuos momentos, secuencias, de una imponente laboriosidad y espectacularidad.

Ahí tienen si no como muestras esas coreografías de legiones de los obreros trabajando en las entrañas de la tierra, el enorme reloj que marca las diez horas de jornada laboral, la primera aparición del robot  femenino (pionero en el género fantástico), su movimiento cadencioso o esas masas en formación geométrica. O ese plano picado del obrero manteniendo la presión de las calderas. No hay necesidad de destripar más, descúbranlo ustedes mismos, sobre todo aquellos de ustedes que acudan a ella por primera vez.

Sí indicar que es una obra genuina de su autor en muchos aspectos y constantes. Asuntos como venganza, locura, culpabilidad ya están anexionados aquí a su rompedor diseño formal. Y hasta la historia de amor de Freder y María posee una innegable fuerza y encanto.

Indiscutible, indispensable. Pura reliquia cinematográfica que el paso del tiempo no ha hecho sino reforzar.

 

José Luis Vázquez