domingo, 22 de junio

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Estreno en Royal City

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Bola de Fuego ()

Director: Howard Hawks

Intérpretes: Gary Cooper, Barbara Stanwyck, Oskar Homolka, Henry Travers, Tully Marshall, Richard Haydn, S.Z. Sakall, Audrey Mather, Dana Andrews, Dan Duryea, Ralph Peters, Kathleen Howard, Mary Field, Charles Lane

Sinopsis: Gracias a la donación de un cuarto de millón de dólares, un grupo de profesores estrafalarios, todos solteros salvo uno que es viudo, trabajan en la elaboración de una enciclopedia del saber humano. Cuando el trabajo se encuentra ya en una fase bastante avanzada, la visita sorpresa de una bailarina de cabaret les hace replantearse su labor, pues caen en la cuenta de que viven de espaldas al mundo.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

BALL OF FIRE/BOLA DE FUEGO es, probablemente la comedia más sentimental del sensacional cineasta Howard “Winchester” Hawks. Me refiero a las digamos más oficiales, pues todo su cine está recorrido por un particular e intransferible sentido del humor. Dentro de ese grupo figuran la mítica LA FIERA DE MI NIÑA, su libre y espléndido “remake” SU JUEGO FAVORITO, la igualmente musical LOS CABALLEROS LAS PREFIEREN RUBIAS, la veloz LUNA NUEVA, la fundacional LA COMEDIA DE LA VIDA, la “sexual” ME SIENTO REJUVENECER y la travestida LA NOVIA ERA ÉL.

Algunos consideran dicho término de sentimental como peyorativo, en mi caso lo utilizo de la manera más elogiosa, superlativamente. Varias situaciones a lo largo de su desarrollo así felizmente lo atestiguan. Desde ese beso de Stanwyck subiéndose a unos cuántos libros, esa manera que tiene de mirar a Cooper, la ingenuidad y nobleza de éste, uno de los ancianos profesores hablando de su noche de bodas, la forma en qué es utilizado un anillo de compromiso, Cooper saliendo de la habitación tras ser besado, Stanwyck poniéndole la mano en el hombro al viudo, la confesión nocturna en el bungalow, el paño de agua fría en el cogote… Innumerables, pequeños, a veces imperceptibles pero en realidad grandes detalles que, además, resultan reveladores, definitorios de sus personajes.

Uno de sus colofones bien podría ser esa memorable frase en la que él le dice a ella: “Echaré de menos su inteligencia, lo malo es que va unido a un cuerpo perturbador”

La puesta en escena de Hawks es ejemplar. Muestra una espontaneidad estudiada, carente de afectación alguna, rebosante de naturalidad. Y de brillantez. Cómo si no, se puede calificar la presentación de Stanwyck (la bailarina Sugarpuss) mediante un primer plano de los dedos de su mano marcando el ritmo tras unas cortinas.

Esa fisicidad al aire libre de la que hizo siempre gala el cine de Hawks también queda puesta en todo momento de manifiesto en producciones de interiores como ésta. A lo que hay que sumar ese talento innato para meter a varios personajes en planos generales otorgándole a las situaciones un bullicio nada confuso, más bien todo lo contrario, de lo más clarificador y narrativo. Y poniendo la cámara a la altura de la mirada de un hombre.

El propio cineasta afirmaba que esta era una variante del cuento de BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS, pero les aseguro que no queda nada claro quién es el príncipe y quién la princesa, pues Stanwyck y Cooper más bien tienen intercambiados sus roles. Y hablando de enanitos, podrán comprobar lo talluditos y sabios que son los aquí metafóricamente propuestos… que en realidad son ocho.

La idea procede de los formidables guionistas Billy Wilder –antes de dar el salto definitivo a la dirección en Hollywood, a puntito estaba con EL MAYOR Y LA MENOR- y Charles Brackett. Se nota para bien en múltiples detalles, desde cómo están descritos los venerables sabios a cómo está perfilada esa relación antes mencionada entre los protagonistas de este cuento para adultos.

Fotografía de Gregg Toland, montaje de Daniel Mandel, música de Alfred Newman son elementos fundamentales que contribuyen al perfecto acabado. 

De Barbara  Stanwyck –una de mis 3 actrices favoritas de todos los tiempos- y Gary Cooper poco hay que decir, tan solo desear que los vuelvan a disfrutar en su esencia. La rutilante aparición de ella constituye un regalo inapreciable. Para mayor gloria, teniendo al mítico Gene Kruppa a la batería, uno de los mejores de big band de todos los tiempos. Por cierto, quien canta es Martha Tilton, vocalista habitual de Benny Goodman.

Añadan al ejemplarmente lacónico y aquí guasoncete Dana Andrews y al sardónico Dan Dureya, uno de los los mejores malvados del Cine, y a siete de los mejores característicos de todos los tiempos (S. Z. Sakall, Richard Haydn, Oscar Homolka…) y tendrán un reparto irrepetible, un trabajo de casting de 10.

De acuerdo que carece de la locura arrasadora de LA FIERA DE MI NIÑA, aunque no crean, algunas situaciones también las destilan, pero es fundamentalmente de un encanto arrebatador, felizmente antiguo.

Un momento a retener: El boogie de las cerillas con la carita de Stanwyck reflejándose en la mesa. Y una imagen para la posteridad: su flequillo.

 (Esta crítica ha sido elaborada en base y como homenaje al añorado programa cinematográfico ¡QUÉ GRANDE ES EL CINE!, de cuya emisión pretende ser un compendio, pues suscribo todo lo que en su momento se dijo a propósito de esta joya).

José Luis Vázquez