Director: Mike Leigh
Intérpretes: Timothy Spall, Jamie Thomas King, Roger Ashton-Griffiths, Robert Portal, Lasco Atkins, John Warman
Sinopsis: Biografía sobre el pintor británico, J.M.W Turner (1775-1851). Artista reconocido, ilustre miembro de la Royal Academy of Arts, vive con su padre y su fiel ama de llaves. Es amigo de aristócratas, visita burdeles y viaja frecuentemente en busca de inspiración. A pesar de su fama, también es víctima de las burlas del público y del sarcasmo de la sociedad. Profundamente afectado por la muerte de su padre, dcide aislarse. Su vida cambia cuando conoce a Mrs Booth, propietaria de una pensión familiar a orillas del mar.
No es fácil navegar en un tipo de cine, el de la biografía (de cualquier individuo ilustre), recurriendo al anti clima, a la anti épica aunque sea ésta de corte cotidiano. Es por ello que el último trabajo del británico Mike Leig, esta aproximación al célebre paisajista del siglo XIX, tiene aún más mérito.
Por supuesto, no es este un cine fácil, ni para grandes masas de espectadores, vamos, lo opuesto en todos los sentidos a 50 SOMBRAS DE GREY, aunque el ejemplo pueda parecer disparatado, ni tampoco para las más cinéfilas. Pero la empresa se salda con un más que respetable éxito.
Es curioso que el llamado “pintor de la luz”, Joseph M. W. Turner, Turner a secas, nos sea presentado en su aspecto menos luminoso, más humano, más áspero. Arte y vida personal se bifurcan en este caso. Y es que Leigh ha dedicado prácticamente toda su obra a diseccionar al ser humano con sus aristas más antipáticas, sobre todo a quién está verdaderamente detrás de esos clichés que todos llevamos adheridos. Lo vuelve a hacer de manera aparentemente desgarbada pero precisa.
Se ampara en una inmejorable interpretación, composición, dibujo de su actor fetiche, Timothy Spall, un londinense cincuentón que borda al óleo y a acuarela su personaje, dotando a su criatura de volumen y extensión.
Asistimos preferentemente al individuo que hay detrás del genio, ese que antepone la a veces devastadora naturaleza a la propia figura humana… los hundimientos, ahogamientos el fuego. Precisamente una de sus obras más célebres se caracteriza por mostrar las consecuencias de este último, EL TEMERARIO REMOLCADO A DIQUE SECO. Todo un perfecto símbolo de los nuevos tiempos que se vislumbran, los mismos de los que hace gala su obra, un romanticismo que viene a preludiar el inminente impresionismo.
Me parece todo un acierto que esta película exponga los fantasmas del hombre para poder llegar a entender su obra. O no, igual ello puede confundirles más. Pero ese gruñido, a veces diríase que autosuficiente, con el que se despacha en tantas ocasiones, delata a alguien con las brumas con las que solemos estar plasmados en este mundo, alejado de estereotipos, con numerosas contradicciones, con impulsos animales
De este retrato trazado a base de retazos, de momentos de vida, centrados en los últimos 25 años de su existencia, no queda exento del un sutil sentido del humor, una finísima ironía propia de las islas, soterrada, imperceptible pero que ahí está. La culminación de la secuencia entre colegas rivales con el pintarrajeo de esa improvisada boya, podría ser un buen ejemplo.
Es una obra muy personal, valiosa, hiperrealista, elaborada… El hecho de que no me acabe de parecer redonda es por una cuestión entiendo que bastante evidente, es demasiado larga, algún pasaje bien podría haber sido obviado, aunque repasada mentalmente todo lo expuesto presente un indudable atractivo. Pero, insisto, se hace un pelín pesada.
José Luis Vázquez