viernes, 8 de agosto

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Estreno en Royal City

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El corredor del laberinto ()

Director: Wes Ball

Intérpretes: Dylan O'Brien, Thomas Brodie-Sangster, Kaya Scodelario, Will Poulter, Ki Hong Lee, Blake Cooper, Aml Ameen, Jacob Latimore

Sinopsis: Cuando el joven Thomas despierta, se encuentra en un ascensor y no recuerda quién es. Es el año 2024. De pronto, el ascensor se detiene, las puertas se abren y una multitud de chicos lo recibe. Ha llegado al Claro, un lugar rodeado de altísimos muros con dos portones que todas las mañanas se abren y dan paso a un inmenso laberinto. De noche, las puertas se cierran y por el laberinto circulan unas aterradoras criaturas llamadas laceradores. Todo lo que ocurre en Claro sigue unas pautas: al abrirse las puertas, algunos chicos salen a correr al laberinto para buscar una salida. Una vez al mes, el ascensor sube con un nuevo chico, nunca una chica... Hasta ahora. Tras la llegada de Thomas, suena una alarma y el ascensor trae a otra persona. Es una chica, y en la nota que la acompaña pone: "Ella es la última. No llegarán más". Las cosas en el Claro empiezan a cambiar. Y lo único en lo que Thomas puede pensar es en lo mucho que desea ser un corredor.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 4 estrellas

Al final, muchas distopías post apocalípticas como esta, ciencia-ficciones y franquicias para adolescentes están llevándome a su terreno, a sentirme un baby más entre esa legión en todo el mundo que sigue fervorosamente este tipo de producciones de holgados presupuestos. Lo consiguieron con la última y más que estimable entrega de LOS JUEGOS DEL HAMBRE, EN LLAMAS, en parte con DIVERGENTE y ahora me han vuelto a llevar relativamente al huerto con este comienzo de la más que probable sucesora de la saga creada por Suzanne Collins, cuya penúltima entrega, SINSAJO, está a punto de ver la luz. Y es que los que somos Peter Panes vocacionales está visto que no tenemos remedio.

Y lo hacen porque es innegable que la industria cinematográfica norteamericana continúa manteniendo una cualidad que es santo y seña de cualquier época de la historia, la brillante factura técnica de la que hace gala y con la que nos empaquetan sus regalos. La de EL CORREDOR DEL LABERINTO me parece notable. Comenzando por esa tensión que su director, el “novato” Wes Ball, imprime a la historia, las gráficas descripciones de sus delimitados ambientes o ese fascinante diseño visual del laberinto en cuestión (al respecto, impresionante esa panorámica final) del que también se ha encargado él mismo, pasando por la resplandeciente fotografía del ecuatoriano Enrique Chechak.

Lo de Ball pese a su bisoñez tras la cámara no resulta nada extraño, pues suya era la elogiable dirección artística de BEGINNERS (PRINCIPIANTES) o la responsabilidad de un insólito y curiosísimo corto animado y apocalíptico titulado RUN.

El caso es que se consigue su objetivo principal, el de tenerte clavado a la butaca durante dos horas salvo que alguno demos una parcial y puntual cabezada debido a motivos ajenos a los méritos contraídos por esta vibrante producción.

Por supuesto, si uno quiere ponerse exquisito, podrán extraer o comprobar influencias y reciclajes mil de títulos de todo tipo, desde las ya citadas sagas de LOS JUEGOS DEL HAMBRE y DIVERGENTE hasta EL SEÑOR DE LAS MOSCAS o CUBE, pasando por series como LOST (PERDIDOS) o mitos como el de TESEO Y EL MINOTAURO. Como siempre explico, el problema no es tanto el de esas influencias como el saber hacer adecuado acopio de todas ellas y volver a vendernos la mercancía como si pareciera diferente o no importase su linaje. Y en este caso el objetivo ha sido más que conseguido.

Lo que desconozco son los libros de partida que han dado origen a esta presumible saga –ese es su mayor inconveniente, que esa vocación de capítulo piloto deja con la miel en los labios-, MAZE RUNNER en el original, creados por el mismo responsable de trasladarlos en forma de guión a la gran pantalla, por James Dashner. Tampoco es un requisito que, como tantas otras veces, sea necesario. Me basta con lo plasmado.

Se achaca a estos en concreto y a esta literatura en general su falta de contenido. Ya estamos con lo de siempre, como si la diversión por la diversión bien construida, no fuera más que suficiente. Pero es que, además, si nos ponemos reflexivos y culturetas, perfectamente se puede interpretar como un interesante relato, una fábula de supervivencia que cuanto más misteriosa, más atractiva resulta.

Al igual que en con algunos otros referentes coetáneos, no deja de ser una alegoría de nosotros mismos, de la juventud, de sociedades regladas u ordenancistas que necesitan removerse, de quienes se quedan estancados, se acomodan o se dejan llevar por una engañosa seguridad o complacencia, frente a los que se arriesgan y transitan caminos nuevos… o al menos lo intentan.

En fin, que creo que quienes sean devoradores de este tipo de historias probablemente no quedarán defraudados, el público más adulto puede que sea reticente, pero como en cualquier caso no soy adivino y tampoco me apetece mucho jugar a ello, me basta con haber disfrutado de lo lindo con mi joven y entusiasta compañera de butaca de un espectáculo que me mantuvo en todo momento expectante y en vilo.

Respecto a los intérpretes son muy jóvenes todavía, hay que darles más minutos en el campo, en otros claros de laberinto similares o de otro corte. Resuelven con eficiencia y sin aparente esfuerzo sus cometidos. Los atractivos Dylan O´Brien y Kaya Scodelario, guapa chica ésta, no exhiben el carisma de sus brillantísimas antecesoras en cometidos parecidos, sobre todo Jennifer Lawrence o la divergente Shailene Woodley, pero el tiempo dirá si apuntalan alguna cualidad atisbada.

Muy buen entretenimiento… si quieren hasta con miga.

 

José Luis Vázquez