viernes, 25 de abril

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Estreno en Royal City

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Transformers: La era de la extinción ()

Director: Michael Bay

Intérpretes: Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Jack Reynor, Stanley Tucci, Kelsey Grammer, Sophia Myles, Victoria Summer, T.J. Miller, Han Geng, Li Bingbing, Brenton Thwaites, Cleo King, Titus Welliver, Teresa Daley, Michael Wong

Sinopsis: Han pasado 4 años desde el incidente de Chicago y la humanidad continua reparando los destrozos, pero tanto los Autobots como los Decepticons han desaparecido de la faz de la Tierra. Ahora el Gobierno de los Estados Unidos está utilizando la tecnología rescatada en el asedio de Chicago para desarrollar sus propios Transformers. Se pone al frente del proyecto a Joshua Joyce (Stanley Tucci), un arrogante diseñador que cree que los Autobots son "basura tecnológica" y se cree capaz de realizar unos robots infinitamente más avanzados. Mientras tanto Cade Yeager (Mark Wahlberg), un mécánico inventor, encuentra un Marmon semi-trailer. Al intentar repararlo descubre que el camión no solo era un Transformer, sino que también es el mismísimo Optimus Prime, líder de los Autobots. Sin duda, Cade no sabe que este descubrimiento traería malas y buenas consecuencias para su vida.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 1 estrellas

En aras a una completa y siempre buscada por mi parte sinceridad con ustedes los lectores, tengo que comenzar este aserto confesándoles una cosa. No soporto el franquiciado cinematográfico de estos muñequitos, o muñecazos más bien, de Hasbro. Me provocan hastío, somnolencia y acidez de buen gusto. Si ya la primera me pareció insoportable ni  les cuento las posteriores entregas, incluyendo ésta. Cuatro en total, cuatro suplicios. Y no soy sospechoso de que no me guste el género, eh.

Desconozco si este será el canto del cisne o no de la saga, como siempre todo irá en función de los dividendos proporcionados en taquilla, pero les aseguro que cada vez que contemplo en el horizonte la posibilidad de asistir a uno de sus estrenos, me siento como enfrentado a un suplicio.

Y eso que esta vez, armado de ese carácter positivo que me caracteriza barnizado por un cierto escepticismo vital sobre el género humano, los primeros compases, esas imágenes iniciales, me hicieron concebir alguna esperanza. Su máximo hacedor, el mega espectacular Michael Bay (al que reconozco algunos títulos muy satisfactorios dentro de ese estilo inconfundible y efectista de puro diseño: LA ISLA, PEARL HARBOR, LA ROCA, ARMAGEDDON), reflexionaba con ironía sobre las segundas o terceras entregas que asolan a parte del cine actual norteamericano, en contraste con cartelones de viejas y maravillosas nuevas versiones, como EL DORADO de Howard Hawks.

Puro espejismo. A los cinco minutos, y dura ni más ni menos que 165, esta tercera secuela se vuelve a sumergir en las tan negativas características de sus predecesoras. Es decir, acción a granel como si fuera un gran videojuego proyectado en pantalla (para mí el cine es otra cosa); socorridos tópicos que apelan a figuritas samuráis, honores, sentencias de todo tipo y otras zarandajas; inexistente sustancia dramática; estruendoso y molesto ruido a atronadores decibelios digitales; deshumanización a tutiplén… ni rastro de esas emociones rastreables en esos mencionados clásicos… Y así hasta el infinito y más allá que podría decir un colega precursor en la animación y con más aplastante imaginación que estos alienígenas articulados.

Claro, los efectos especiales, digitales o como los quieran denominar, son de calidad suprema… pero, desgraciadamente, puestos al servicio de la nada mas absoluta. Es cacharrería metálica y destrozona sin alma, corazón ni concierto. Las  secuencias de acción se agolpan, se atropellan, sin que sea capaz de retener una sola imagen, algún momento, que poder llevarme a algún rincón de mi memoria. Daría igual que los últimos  planos los incrustaran al principio o viceversa, el resultado sería el mismo y la historia ni se resentiría. Podría haber durado tres horas más y nada positivo hubiera cambiado.

Y de verdad que se hace muy difícil ante productos de tan escasa sutileza extenderse ante el folio virtual que uno tiene que recubrir con palabrería.

Como ven, por lo menos para este crítico, el Séptimo Arte no es solo una cuestión de capacitación técnica, sino de ese algo más del que carece por cualquiera de sus costurones acerados esta ERA DE LA EXTINCIÓN… que ojalá suponga un fin de ciclo. Casi tres horas sentados en la butaca con exponentes de este tipo se hacen interminables, lo aseguro rotundo.

 

José Luis Vázquez