Director: Josh Boone
Intérpretes: Shailene Woodley, Ansel Elgort, Nat Wolff, Laura Dern, Sam Trammell, Willem Dafoe, Lotte Verbeek, Ana Dela Cruz, Randy Kovitz, Toni Saladna, David Whalen, Milica Govich, Allegra Carpenter, Emily Peachey, Emily Bach, Mike Birbiglia
Sinopsis: A pesar de que un milagro médico ha conseguido reducir su tumor y darle unos años más de vida, Hazel nunca ha dejado de considerarse una enferma terminal. Pero cuando Gus Waters ingresa en el centro de Cáncer infantil, en la vida de Hazel empieza un nuevo capítulo.
Tras revisar por tercera vez BAJO LA MISMA ESTRELLA y haberlo hecho el mismo número de veces el año pasado, casi por estas mismas fechas, con UN INVIERNO EN LA PLAYA, me siento urgido de ver el siguiente trabajo del director de ambas joyas, el estadounidense Josh Boone.
Un tipo que hace un cine de una engañosamente fácil sencillez pero que a mí me parece muy elaborado, con personajes muy cercanos y comprensibles en su dolor, literario en el mejor sentido del término, confortable y tremendamente emotivo desde registros quedos, nada ostentosos, conformado por pequeños grandes gestos o apelante noblemente al corazón.
Muchos la tildarán de lacrimógena, que lo es y de qué manera tan grandiosa y plausible. También que puede tocar frívolamente un tema tan terrible como el cáncer en gente joven, pero creo precisamente que esa es una de sus grandes bazas. La de no recurrir a tonos lastimeros o ñoños, afrontar las cosas con todo el dolor que conllevan y, aunque parezca mentira, con jovialidad, optimismo, sentido del humor, a veces un poquitín negro, pero en todo caso siempre saludable y reconfortante.
Cuenta con una pareja verdaderamente encantadora, de sonrisas envolventes, muy creíbles, muy normales dentro de su situación anormal, de gran pureza, sincera, transparente. Creo que son de esos personajes que sin caer en tontos didactismos o maniqueísmos desprenden una refrescante naturalidad y resultan tan sumamente positivos como siempre lo será el Atticus Finch de MATAR A UN RUISEÑOR. Estoy convencido que esta es de esas películas especiales –hay unas cuantas, eh- que nos convierten en mejores personas.
Y no tengan reparo en llorar a moco tendido, sin complejos, por mucho que sean varios los que se hagan los duros u otros desdeñen –o hasta detesten- este tipo de historias. El quid de la cuestión estriba cómo está narrado un material tan frágil y proclamo rotundo que el tratamiento otorgado es formidable, primoroso.
Está primorosamente contadada, con tacto y delicadeza, está irreprochablemente escrita e interpretada (¡qué gustazo ese nuevo reencuentro con la otrora heroína lynchiana, Laura Dern!), rebosa inteligencia a raudales y al igual que ocurre en UN INVIERNO… vuelve a desplegar un exquisito gusto musical.
El episodio de Amsterdam, amén de turístico, tiene un gancho enorme. Es bonito a rabiar en el sentido más genuino del término y contribuye a otorgarle carta de naturaleza al asunto principal, a ese consistente en valorar a los que nos importan y a quienes les importamos. Encierra además en sí mismo una “love story” de afirmación que la podrían emparentar con cualquier gran título del género. El marco ambiental acompaña, desde luego. Y esa incursión en la casa de aquella admirable y sensible cría que luchó hasta la extenuación para escapar del horror nazi, Ana Frank, resulta esclarecedora, el empujón definitivo para poner la guinda a lo que ambos sienten.
Tanto Shailene Woodley como Ansel Elgort se muestran cautivadores. Sus sonrisas son maravillosas, él parece un trasunto juvenil del añorado Ryan O´Neal, ella es toda dulzura, romanticismo, ternura y madurez. Su primer encuentro, ese primer fogonazo amoroso entre ambos, ya me deja noqueado.
Pese a rebozarme en lágrimas en varios de sus pasajes con su historia de encuentro, amistad y amor, me transmiten mucha felicidad. Abandono la sala con una sonrisa de oreja a oreja, volviendo a tener claro algo que forma parte de mi filosofía de vida, la de que hay que aferrarse a ésta y a quienes verdaderamente nos importan… porque mañana bien pudiera ser el último día que pisemos estos territorios terrenales.
De lo mejorcito del año, sin duda alguna. Y que me llamen cursilón y empalagoso… que sencillamente me la trae al pairo. Una maravilla que recomendaré a todos aquellos a los que quiero bien. Seguro que será de las que repita unas cuantas veces en un futuro no muy lejano.
José Luis Vázquez