Director: Frank Lloyd
Intérpretes: Charles Laughton, Clark Gable, Franchot Tone, Herbert Mundin, Eddie Quillan, Dudley Digges, Donald Crisp, Henry Stephenson, Francis Lister, Spring Byington, Movita, Mamo Clark, Byron Russell, Percy Waram, David Torrence, John Harrington, Douglas Walton, Ian Wolfe, DeWitt Jennings, Ivan Simpson, Vernon Downing, Bill Bambridge, Marion Clayton Anderson, David Niven
Sinopsis: En 1789, en los Mares del Sur, la tripulación del buque británico Bounty decide rebelarse contra el tiránico y cruel capitán Bligh. El motín lo encabeza el primer oficial, que defiende los intereses de la tripulación y abandona al capitán en un bote. (FILMAFFINITY)
EL MOTÍN DE LA BOUNTY es el verdadero título, el original, de lo que en España se ha venido conociendo como REBELIÓN A BORDO en sus dos primeras versiones, aunque la inicial, la de 1935, sería rebautizada tras la Guerra Civil con el de LA TRAGEDIA DE LA BOUNTY, debido a que tras su reposición las autoridades de la dictadura franquista del momento consideraron que la palabra rebelión no era aceptable. Así se ha mantenido desde entonces, usurpando el inicial la formidable versión de 1962 de Lewis Milestone con Marlon Brando al frente del reparto (no sabría decir cuál de las dos me gusta más). Aparte de las múltiples variantes y derivados que ha generado esta historia, existe una tercera adaptación oficial fechada en 1984 con Mel Gibson y aquí conocida como MOTÍN A BORDO. No está nada pero que nada mal, pero no alcanza el enorme nivel de sus antecesoras.
El caso es que nos encontramos ante un clasicazo del cine de aventuras en general y del denunciador en particular, al abordar un célebre caso que casi aun hoy en día continúa levantando ampollas, tal como fue el levantamiento de buena parte de la tripulación de un buque británico encargado de coger árbol del pan en Tahití y regido despóticamente por su máximo gobernante.
Sin perder un ápice de ritmo y energía, la película es una pormenorizada descripción de las causas que llevaron al primer oficial, Fletcher Christian, a sublevarse contra la tiranía del susodicho capitán Bligh, el primero enfundado por un arrollador Clark Gable y el segundo un inmenso Charles Laughton, el mismo año en que estaría nominado el Oscar por esta composición y fuera descartado para el papel que encarnara W. C. Fields en la espléndida versión que filmara de DAVID COPPERFIELD el siempre exquisito George Cukor.
Basada en la novela homónima de Charles Nordhoff y James Norman Hall, es rica en matices y ligereza y profundidad a la vez. Todos los personajes están perfectamente detallados y la aventura progresa en todo momento, hasta alcanzar unos cuantos clímax, especialmente el discurso final de Fletcher/Gable. Se le han achacado unas cuantas imprecisiones históricas, pero volvemos a lo mismo de siempre, cada cual barre para su casa, indistintamente de las razones que les asistan a quienes así lo proclaman. Yo me vuelvo a quedar con la carcasa y el contenido de lo que veo y ambos me resultan irreprochables. Antepongo el ejercicio cinematográfico como tal.
Alterna diferentes registros con una pasmosa naturalidad, desde un cierto romanticismo exacerbado, a una crudeza expositiva y psicológica casi hiriente, pasando por un dramatismo en su último tramo que pueden dejarles literalmente pegados a la butaca o al sillón de casa, lo mismo da. Y se acaba también erigiendo en todo un manual marinero. Un verdadero disfrute al respecto.
Una vez más, la Metro Goldwyn Mayer, bajo la exigente supervisión de Irving Thalberg, volvió a echar la casa por la ventana para recrear con holgura y riqueza de medios tan apasionante empresa, singladura. Carece de la riqueza de colorido de la obra de Milestone, aunque no así de su destacable y abigarrada exuberancia.
Fueron ocho las nominaciones al Oscar (entre las mismas la de dirección y tres por mejor interpretación masculina a Laughton, Gable y Tone, un récord todavía no superado, por lo cual sobra añadir poco más a este apartado), obteniendo finalmente una, la más importante, la de mejor película. La de esta edición sería la segunda y última que se admitirían votos por escrito.
Ah… Y la Movita que recreara a la guapa indígena de la que se enamora el protagonista daría paso a la Tarita de la que también se enamoraría en la vida real el Brando de la segunda versión. Con qué facilidad se entremezcla la ficción en la vida de los actores. Supongo que es algo a veces inevitable en un trabajo de estas características (y en alguna ocasión matizaré esto).
También informarles que las futuras estrellas James Cagney, David Niven y Dick Hymes fueron extras no acreditados. Una curiosidad más que añadir a una larga lista que acumulara esta película mítica.
Uno de los grandes exitazos sin discusión posible de la productora de las estrellas durante la década de los 30.
José Luis Vázquez