Director: Marco Bellocchio
Intérpretes: Pierfrancesco Favino, Maria Fernanda Cândido, Fabrizio Ferracane, Luigi Lo Cascio, Fausto Russo Alesi, Nicola Calì, Giovanni Calcagno, Bruno Cariello, Vincenzo Pirrotta, Bebo Storti, Goffredo Maria Bruno, Gabriele Cicirello, Paride Cicirello, Elia Schilton, Alessio Praticò, Pier Giorgio Bellocchio, Rosario Palazzolo, Antonio Orlando, Ada Nisticò, Federica Butera, Giovanni Crozza Signoris, Alberto Gottuso, Tatu La Vecchia, Sergio Pierattini, Raffaella Lebboroni, Giuseppe Di Marca
Sinopsis: A principios de los años 80 se produjo una guerra entre los jefes de la mafia siciliana. Tommaso Buscetta, un hombre hecho a sí mismo, decide huir para esconderse en Brazil. Sus hijos son asesinados mientras él se ve incapaz de hacer nada para impedirlo. Cuando es extraditado por la justicia brasileña, Buscetta toma una decisión totalmente inesperada tanto para él como para todos los que le conocían: decide reunirse con el juez Giovanni Falcone, traicionando así el juramento que realizó con la Cosa Nostra. (FILMAFFINITY)
A pesar de un más que prometedor comienzo a mediados de la década de los 60 del pasado siglo –parece que fue ayer- con un par de títulos airados, convulsos, enérgicos, furiosos, titulados LAS MANOS EN LOS BOLSILLOS y CHINA ESTÁ CERCA, el cine del italiano Marco Bellocchio, sin perder casi nunca estos distintivos iría derivando hacia unos excesos desaforados, pantagruélicos que no creo que le sentaran nada bien. Con EL TRAIDOR, rodada a los 79 años (hace pocos días cumplió los 80), ha vuelto a recuperar los bríos de antaño, esos que hicieron poner el foco y muchas expectativas en él.
Virulenta, expeditiva, oscura, de apariencia rigurosa, aborda con ambición pero sin petulancia uno de los episodios más importantes y sangrientos de la historia de la Italia del último cuarto del siglo XX. Tal como fue la delación del mafioso Tommasso Buscetta de la cúpula de los suyos en el país transalpino tras haber asesinado estos a sus dos hijos. Su posterior confesión ante el juez Falcone dio lugar a uno de las redadas más numerosas y sentenciadoras en torno a este mundillo. Las represalias de aquellos, como podrán suponer, no se hicieron esperar.
Bellocchio cuenta los hechos con realismo y un tono entre febril y seco. La habitual frialdad achacada a su cine se vuelve a hacer patente, pero en este caso no solo está justificada sino expedita con brillantez. Y consigue alejarse de cualquier veleidad ensalzadora.
No sé si el hecho de haber coincidido en el tiempo con esa obra maestra-canto de cisne que es EL IRLANDÉS le puede haber perjudicado, aunque no creo que tampoco haya ido en su favor porque la sombra del trabajo de Scorsese resulta aniquiladora. En cualquier caso, no sería justo la comparativa, pues lo bueno del cine y de la vida es la diversidad de estilos. Y, en cualquier caso, no eclipsa los muchos méritos de la que aquí me ocupa.
Lo que sí resulta imponente pese a que también se puedan establecer comparativas en este terreno es la poderosa presencia y la interpretación del para mí apenas conocido Pierfrancesco Favina, capaz él solito de llenar en todo momento la pantalla y dotar de fortaleza a su determinado personaje. Me resulta inevitable que me venga a la memoria –tanto por sus maneras interpretativas especializadas en duros como por su recio físico con bigote- ese excelente actor secundario italo-norteamericano que campara a sus anchas por el cine de los 70 a través de títulos señeros como LA HUIDA, EL DON HA MUERTO, HISTORIAS PELIGROSAS o EL PADRINO, en el que hacía el rol Virgil “El Turco” Sollozzo, otro de esos individuos no precisamente angelicales sino más bien todo lo contrario.
Tanto él como la dirección trasladan en todo momento inquietud y permanente tensión. Todo me suena a muy auténtico, a que sus responsables no se han dejado llevar por efectismos baratos, pues tampoco hubiera hecho falta ya que los hechos narrados tienen sobrados episodios de esta índole como para no tener que subrayarlos mucho más.
Es un relato de considerable brillantez sin necesidad de tener que hacer ostentación de la misma, con personalidad, vigoroso, al que tal vez, como atinadamente ha llegado a apuntar algún colega (Javier Ocaña sin ir más lejos) esa textura digitalizada de rodaje no crea que contribuya a potenciar tan notable narración en torno fundamentalmente a la delación y a los brutales métodos mafioso (y a más cuestiones, claro), pero por poner algunas encima del tapete). Tiene mucho mérito además que abarque tanto tiempo y a tantos personajes sin dejar de ser meridianamente clara en su prístina y sombría exposición.
José Luis Vázquez