Director: Víctor Cabaco
Intérpretes: Ruth Díaz, José Manuel Seda, Alberto Berzal, Mikel Iglesias, Amaia Aberasturi, Iñigo de la Iglesia, Iñaki Rikarte, Asier Macazaga, Oti Manzano, Pepe Penabade, Ane Pikaza
Sinopsis: Película sobre la masacre del 3 de Marzo de 1976 en Vitoria-Gasteiz. Cinco trabajadores murieron a manos de la policía durante el desalojo de una asamblea en la iglesia del barrio de Zaramaga, en el contexto de una larga huelga. (FILMAFFINITY)
Dada la textura empleada, es inevitable establecer de primeras una comparativa con CUÉNTAME CÓMO PASÓ, claro que sin el lógico –dada la tragedia que aborda- tono amable y conciliador que esgrime la longeva, en activo y excelente serie de Televisión Española.
La trama se centra en la masacre que tuvo lugar en Vitoria en la fecha que señala su enunciado, el 3 de marzo (de 1976). Cinco trabajadores, dos de ellos en días posteriores como consecuencia de sus graves heridas, fueron asesinados por fuerzas todavía franquistas –la Policía Armada, reforzada por efectivos llegados desde Valladolid- durante el desalojo de una reunión de trabajadores en la iglesia de San Francisco de Asís, sita en el barrio de Zaramaga de la capital alavesa, tras varias semanas de huelga convocada por una largamente reivindicada subida salarial.
Es un ejemplo de algo que ya no se estila mucho en la cinematografía autóctona, de cine político, reivindicativo e histórico. Lo hace entremezclando ficción y en varios momentos imágenes documentales de la época, lo cual acabo ralentizando un tanto la propia dramaturgia del texto.
También cae en un pequeño o gran error según como se mire, como es el de volver al enésimo retrato de buenos buenísimos y malos malísimos (que no es tanto porque no fueran tal como están descritos, sino para tratar de evitar un maniqueísmo siempre reductor y a veces molesto) con la excepción de algún personaje rociado de matices no tan extremos, estoy pensando en la madre de la joven protagonista o de la señora de servicio, esposa de uno de los cabecillas de la revuelta.
Y es que, si hace poco tiempo, en los últimos cuatro o cinco años, me he quejado con acritud de cierto cine religioso amateur y con un fastidioso tono de estampita con un sesgo –legítimo, por supuesto- concreto, no puedo hacer tampoco excepciones cuando es al contrario. Pues bien, este otro, mejor realizado, cae en algunos de esos tics hagiográficos de los que ha hecho gala aquél. Estoy pensando en títulos críticamente recibidos por mi parte como UN DIOS PROHIBIDO, RED DE LIBERTAD, POVEDA o LUZ DE SOLEDAD. Todos ellos con argumentos a priori apasionantes, pero resueltos de una manera harto jaculatoria, adoctrinadora y plana.
Igualmente, ese tono folletinesco por momentos, como de novelita rosa, cambiando esta vez el contexto y el perfil de quienes protagonizan el romance, un joven revolucionario y una chica acomodada con ideales, no contribuye a la mejoría de la historia de fondo.
Si fuéramos capaces de escuchar no solo lo que queremos escuchar por encima de que quienes son los que hablan, piensen igual o no que nosotros, creo que iría en beneficio de nuestro sentido crítico, pero en un país como España dividido tras la Guerra Civil en dos bloques, esto se hace a corto plazo en imposible. Al menos, quedémonos con lo razonablemente bien que nos llevamos desde hace cuarenta años.
A propósito de lo anterior pongo a modo de ejemplo el pequeño apunte de las mujeres que reivindican sus derechos en la asamblea, me parece un guiño a los tiempos actuales, metido un tanto con calzador.
Pero una vez dejados claros estos reproches, no negaré el atractivo del propio relato, que nos acerca a una parte relativamente reciente de nuestra historia. Las imágenes están cuidadas y agradezco su gris aspecto visual.
En cuanto a los intérpretes, más bien desconocidos del gran público, me gustan más ellas –Ruth Díaz, Amaia Aberasturi- que ellos, me parecen algo más naturales, menos forzados.
Valiosas resultan las grabaciones policiales de la época y en general la recreación, o el hecho de dar a conocer un episodio olvidado para las nuevas generaciones. Tan válido como otros de signo contrario.
Eso sí, para cuando el cine español se va a decidir a hacer alguna película sobre alguna de las 1000 víctimas de la banda terrorista ETA. La única excepción ha sido sobre alguien que fue miembro de la propia organización y quiso abandonarla (esas bestias no lo permitieron, claro), Yoyes.
Merece la pena que le echen un vistazo y, sin duda, es divulgativa. Y quien esté especialmente concienciado políticamente probablemente se arrebatará algo más, pero entiendo que hay que ponerla en su sitio justo –el mío subjetivo, claro-, el de una película correcta y que se digiere fácil, con cierto interés.
José Luis Vázquez