Director: Kristoffer Nyholm
Intérpretes: Gerard Butler, Peter Mullan, Ólafur Darri Ólafsson, Gary Lewis, Søren Malling, Ken Drury, Connor Swindells, Emma King, John Taylor
Sinopsis: Tres fareros llegan a una isla abandonada. Thomas, James y Donald comienzan sus rutinas, hasta que algo inesperado ocurre: topan con algo extraño, algo que no es exactamente lo que un farero debería vigilar. Las cosas se complicarán cuando avistan un barco que podría tener todas las respuestas, desatando un thriller psicológico basado en la leyenda de la isla de Flannan.
En los cuatro últimos años he visto tres destacables propuestas ambientadas en faros (remotos… ya sé, es redundancia), una norteamericana, LA LUZ ENTRE LOS OCÉANOS, y las otras dos curiosamente españolas, EL FARO DE LAS ORCAS y LA PIEL FRÍA. Todas ellas de diferentes empadronamientos genéricos, por lo que bien podría calificar a dos de quedamente emotivas y a una de fantástica, pero con el denominador común de los sentimientos a flor de piel… por muy envueltos que vengan en austeridades expresivas. Es lo que tiene vivir aislado de la civilización, que potencia algunas emociones básicas por muy interiorizadas que se manifiesten.
A las mismas se viene a sumar con todos los honores esta producción británica de reminiscencias nórdicas –su director, Kristoffer Nyholm lo fue de la segunda unidad de esa maravilla que es la austeramente pasional ROMPIENDO LAS OLAS y la reivindicable EL JEFE DE TODO ESTO, ambas de nacionalidad danesa- que cuenta con una dupla interpretativa de verdadero lujo, Gerald Butler y Peter Mullan, con alguna joven aportación, como el para mí desconocido Connor Swindells.
Aborda un episodio de lo más misterioso y apasionante para el que hubo en su momento todo tipo de conjeturas, desde alienígenas hasta fantasmagóricas. Me refiero a la desaparición de los tres fareros de las escocesas islas Flannan a finales de 1900, poco antes de la Navidad.
Como hice recientemente a propósito de la excepcional, intimista y colosal VENGADORES: ENDGAME, vuelvo a traer a colación párrafos de dos colegas que me parecen de lo más atinados y certeros. Por ejemplo, uno de Miguel Ángel Palomo que señala que “se mueve en los terrenos de la violencia, la codicia y la introspección psicológica… es de alabar su renuncia a los ritmos fílmicos que dominan el cine contemporáneo, su alejamiento de la pirotecnia, su profundización en el uso de la imagen sobria, concreta, precisa”.
O este otro, más breve aún, de Sergio F. Pinilla: “brioso y claustrofóbico thriller… la concisión de la puesta en escena y el magnetismo de un reparto exclusivamente viril, terminan por conformar un filme altamente recomendable”.
Ya de cosecha propia, añado que he de reconocer que me cautiva su atmósfera insalubre, amenazadora y su ritmo rebozado en tiempos muertos y en una narrativa árida, concisa, nada dada a exhibicionismos.
Cierto que tal vez su resolución no esté a la altura de la intriga, del enigma. De todas formas, ello no anula su capacidad de sugerencia ni el hecho de que suponga un ejercicio atípico dentro de un cine comercial que en ocasiones cae en el adocenamiento, el atropello y lo formulario.
Si a esto le suman tres excelentes y casi adustas interpretaciones, a tono con su ritmo visual, de los veteranos Gerard Butler y Peter Mullan y el joven Connor Swindells, el resultado es un muy apreciable y atípico ejercicio de intriga que no necesita tirar de alharacas para resultar efectivo y estimulante. A condición claro, que valoren el tipo de tonalidades y registros por los que se mueve.
Nota: Reparo en las reacciones de los espectadores a mi alrededor... y advierto que, en general, no gusta. Supongo que, por su pesadez narrativa, que para mí no es tal, y por sus tiempos muertos, que los sobrellevo bastante bien.
José Luis Vázquez