Director: Gilles Lellouche
Intérpretes: Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Benoît Poelvoorde, Jean-Hugues Anglade, Virginie Efira, Leïla Bekhti, Philippe Katerine, Alban Ivanov, Mélanie Doutey, Jonathan Zaccaï, Noée Abita, Erika Sainte
Sinopsis: En plena crisis de los cuarenta, un peculiar grupo de hombres decide formar el primer equipo nacional de natación sincronizada masculino. Desafiando estereotipos e ignorando la incomprensión de los que les rodean, se sumergen en una insólita aventura que les llevará a hacer frente a las dificultades y a sacar lo mejor de si mismos gracias a la ilusión y el trabajo en equipo.
En esta vida no existe la infalibilidad. Que suela ponerme de parte del público en tantas ocasiones –véase el clamoroso y reciente caso de la estupendísima BOHEMIAN RHAPSODY- no quiere decir ello que tenga que rendir pleitesía a éste o extender un permanente cheque en blanco. Esto ni con los padres, que ya es decir.
Viene tal preámbulo a propósito del enorme éxito de esta comedia francesa en el país vecino. Sin duda los profesionales galos han sabido en los últimos tiempos tratar el género con agudeza, brillantez y distinción, con acierto vaya. Pero no siempre estoy de acuerdo con lo que aúpan o ponderan. Como es el caso. Es más, a veces venir con la vitola del enorme número de espectadores que acarrea una de sus producciones, puede suponer que establezca cuarentena.
La idea de partida resulta en principio de lo más curiosa y francamente atractiva, tal como es el hecho de la formación de un equipo de natación sincronizada masculino, en una especialidad que siempre ha solido ser aplastantemente femenina (visto lo cual parece ser que ha sido así solo hasta la fecha). De los peculiares tipos que componen el grupo, cuarentones en crisis, y de sus dos no menos peculiares entrenadoras, al final seres humanos todos ellos, con sus miserias y grandezas.
Hasta aquí todo bien, pero uno de los mayores inconvenientes con los que me encuentro es en el desarrollo pueril otorgado a dicho material de partida. También que esta vez los gags, las humoradas, el ingenio, no funciona al nivel de otras ocasiones (INTOCABLE, LA FAMILIA BELIER, DIOS MÍO, ¿PERO QUÉ HEMOS HECHO?).
Y no será por no contar con un muy buen reparto (Mathieu Amalric, la siempre envidiada pareja de Marion Cotillard el apuesto Guillaume Canet, Benoît Poelvoorde, Jean-Hughes Anglade, etc), incluyendo a las chicas, especialmente Leïla Bekhti –pues el personaje de la habitualmente destacable Virginie Efira, la actriz belga protagonista de PASTEL DE PERA CON LAVANDA, resulta un tanto planito- como la instructora discapacitada.
Lo mejor aparte de la mencionada Bekhti, la cual proporciona alguno de sus aislados momentos graciosetes, lo constituye el inverosímil –con esto ya cuento cuando se apelan a estos registros humorísticos a condición de que resulten efectivos- tramo final, el previo y el de la pura competición, en el que estos émulos de Esther Williams (qué añoranza ver cachitos de alguno de los musicales que protagonizara en el exultante y resplandeciente Hollywood de los 50) de frondosa barriga en algunos casos, se lucen en una competición internacional.
Por lo demás, poca, discreta, muy liviana cosa. No descarto tampoco el hecho de que la haya visto un día en el que no me encontraba especialmente receptivo, lo que ha podido provocar una menor sintonía por mi parte y que haber influido en la calificación de una estrella abajo (no mucho más porque uno se jacta de mantener el tipo, en cualquier caso). Ya saben que esto del cine también consiste en estados de ánimo, otra de las millonésimas razones por las que me apasiona (no es una ciencia exacta).
José Luis Vázquez