viernes, 4 de julio

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Estreno en Royal City

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La guerra del planeta de los simios ()

Director: Matt Reeves

Intérpretes: Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn, Judy Greer, Gabriel Chavarria, Max Lloyd-Jones, Terry Notary, Sara Canning, Ty Olsson, Devyn Dalton

Sinopsis: César y sus monos son forzados a encarar un conflicto mortal contra un ejército de humanos liderado por un brutal coronel. Después de sufrir pérdidas enormes, César lucha con sus instintos más oscuros en una búsqueda por vengar a su especie. Cuando finalmente se encuentren, Cesar y el Coronel protagonizarán una batalla que pondrá en juego el futuro de ambas especies y el del mismo planeta. Tercera película de la nueva saga de El Planeta de los Simios. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

En esta tercera entrega de la renacida franquicia/precuelas/reboot inspirada en su origen en la estupenda novela de Pierre Boulle, que ya diera lugar a finales de los 60 y comienzos de los 70, a una obra maestra –de Franklin J. Schaffner con un tremendo Charlton Heston, su plano final con esa cúpula de la Estatua de la Libertad sobresaliendo de la arena de una playa, ha quedado para los anales- y cuatro secuelas de lo más apañadas y pop, los primates se vuelven cada vez más dolorosa, más atrozmente humanos.

Esa es una de las premisas argumentales básicas de un guión y una dirección francamente refulgentes, pero de una refulgencia nada hueca, ni ostentosa, ni ampulosa. Capaz de incluir entre los pliegues de sus deslumbrantes imágenes, de su nada gratuita espectacularidad, cuestiones o asuntos de lo más subversivos, políticos, metafóricos o relevantes.

Por ejemplo, y no es cuestión de reventarles sus propias reflexiones o conclusiones, resulta llamativo en estos tiempos de cierre de fronteras la construcción del muro aquí construido. O de cómo esa bandera estadounidense mancillada acaba ardiendo en llamas. O la pasmosa capacidad que vuelve a mostrar  el ser humano para crear las condiciones adecuadas para el fin de la especie. O que la relación entre dos civilizaciones diferentes vuelva a caracterizarse por el enfrentamiento, se acabe dejando gobernar por el miedo, por el ser incapaces de respetar la una a la otra. O lo fundamental que resulta que los líderes de cualquier comunidad no se dejen vencer por el resquemor o  por pasiones primarias ni por derivas autoritarias.

Lo anteriormente expuesto podría dar a entender que se encuentran ante una película sesuda y reflexiva, que en parte lo es y brillantemente además, pero nada más lejos de la realidad. Esas líneas argumentales más bien sirven para reforzar una factura de cine a varias bandas –bélico, carcelero, aventurero, ciencia-ficción, incluso bíblico con esa renovada visión de la tierra prometida– verdaderamente impecable, incontestable.

Y por lo que voy comprobando este año algunos blockbusters –estoy pensando también en WONDER WOMAN- están entendiendo que el apabulle mayor o menor de efectos digitales resulta conveniente que se ponga al servicio de la historia. Y esto es lo que aquí sucede, sin que ambas tendencias tengan que estorbarse, destilando un aroma de otros tiempos narrativos ilustres alicatado ello con los más desarrollados medios tecnológicos, lo que le confiere un maridaje extraordinario.

Al respecto, la utilización de la “motion capture” ha alcanzado unos grados de perfección asombrosos. El nivel de verosimilitud, de expresividad de los monos en cuestión, alcanza cotas difícilmente superables. Y, desde luego, Andy Serkis vuelve a bordar su fusión de gestualidad con la propia piel, con la encarnadura, con los movimientos, de ese guía espiritual y físico de la rebelión.

También la inclusión de dos personajes tan atractivos como Simio Malo (Steve Zahn, que como agudamente ha apuntado Javier Ocaña viene a ser una especie de redivivo Ben Gunn de LA ISLA DEL TESORO en versión macaca) y la adorable Nova (Amiah Miller, este personaje sería con el que viviría una relación amorosa Heston en el título fundacional de la serie), refuerzan la trama.

Pero este viaje al corazón de las tinieblas, esta incursión en el infierno en vida (con un trasunto del coronel Kurtz, formidablemente interpretado por un irreconocible y rapado Woody Harrelson, esperando fortificado al otro lado), tiene un nombre propio que se eleva por encima del resto, el de su director, Matt Reeves, uno de los maduritos talentos más emergentes del panorama actual. Les refresco la memoria con los tres trabajos anteriormente firmados, todos excelentes e inscribibles en ámbitos fantásticos, para dejar constancia de alto grado de exigencia y calidad que se ha impuesto: MONSTRUOSO, el “remake” norteamericano de DÉJAME ENTRAR y EL AMANECER DEL PLANETA DE LOS SIMIOS (la inmediata antecesora a esta, continuación de la impulsora EL ORIGEN DEL PLANETA DE LOS SIMIOS, donde se habla de la génesis de esa gripe simia provocada en la búsqueda de una solución al alzheimer, curiosa y reveladora hilazón). Y fue productor ejecutivo en la muy apreciable CALLE CLOVERFIELD 10.

Vuelve a mostrarse capaz de recurrir a una manera de narrar muy clásica, de hechuras de toda la vida, pero afortunada en saber aprovechar, incrustar, la parafernalia actual. Y consigue algo casi impensable hace una década, que los gestos de sus criaturas alcancen un grado de emoción considerable, que sus rostros, sus reacciones, tenga tanta importancia, o más, que cualquier otro elemento. Maneja igualmente bien la ambientación geográfica, climatológica; así, tupidos bosques, rebosantes cascadas, nieve, escarpadas montañas, aludes, paisajes desérticos que conducen a vergeles, acaban erigiéndose en un protagonista más, muy destacado. Posee clima en su acepción más amplia y variada. Y no deja por ello de resultar opresiva.

No quisiera olvidarme tampoco, no sería justo, del extraordinario score, la partitura compuesta por el cada vez más referencial Michel Giacchino que describe casi todos los registros: descriptivos, sinfónicos, épicos, intimistas…

De lo mejorcito parido respecto a trilogías, junto a la formidable batmaniana de Christopher Nolan. “Cine grave sin imposturas” he leído también al aludido Ocaña. Magnífica definición. Tan solo me resta decir amén. Y remarcar que si le gustan este tipo de historias con ese necesario algo más para la redondez definitiva del producto, creo que no deberían perdérsela.

José Luis Vázquez