lunes, 5 de mayo

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Estreno en Royal City

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Traidor en el infierno ()

Director: Billy Wilder

Intérpretes: William Holden, Don Taylor, Otto Preminger, Robert Strauss, Harvey Lembeck, Richard Erdman, Peter Graves, Neville Brand, Sig Ruman, Michael Moore, Peter Baldwin, Robinson Stone, Robert Shawley, William Pierson

Sinopsis: Durante la Segunda Guerra Mundial, en un campo de prisioneros alemán, unos seiscientos sargentos americanos comparten el barracón 17. En Nochebuena, dos de ellos se disponen a fugarse, pero son descubiertos y ejecutados por soldados alemanes que estaban al acecho. Los prisioneros empiezan a sospechar que en el barracón hay un traidor que informa a los nazis y llegan a la conclusión de que ese traidor es el sargento Sefton, un hombre más bien cínico y flemático, que vive bastante bien a base de canjear provisiones con los soldados alemanes. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“Stalag” es la abreviación de “stammlager”, palabra utilizada por los alemanes para referirse a los campos de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial. Nada que ver con los campos de concentración, pues en aquéllos otros los soldados capturados recibían un trato mucho mejor, al menos no eran gaseados, que el otorgado a los desdichados judíos de éstos otros.

De ahí el título original de TRAIDOR EN EL INFIERNO… STALAG 17, una extraordinaria producción bélico-dramática-comediante, dirigida por el genial Billy Wilder a comienzos de la década de los 50. Tal vez la mejor en su género, junto a la trepidante y animosa LA GRAN EVASIÓN de John Sturges y la extraordinaria y mítica EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI de David Lean.

Basada en la obra teatral de dos escritores, Donald Beavan y Edmund Trzcinski, que sufrieron en sus propias carnes una buena parte de las penurias y calamidades expuestas, la grandeza de Wilder, que una vez más firmaría el guión en esta ocasión al alimón con Edwin Blum, es que a este excelente texto de partida (estrenado en Broadway tan solo dos años antes), añadió de su cosecha un reconstituyente, y no entendido por algunos, sentido del humor. Más meritorio todavía al enclavarlo en un ambiente tan duro y terrible, tan poco dado a este tipo de registros. Ello le confiere un extraño, fascinante y muy difícil de lograr tono tragicómico.

No se olvide tampoco, lo cual me parece aún más admirable al mostrar esta actitud o punto de vista, que fuera capaz de poner sonrisas en una historia que le tocaba demasiado cerca, pues había perdido a buena parte de su familia, a su madre por ejemplo, en el mismísimo Auschwitz.

Otro aspecto valorable, destacable, porque además fue rociado de un talento inconmensurable, a prueba de cualquier cuestionamiento, es la humanización del monstruo, del nazismo, a través de las figuras de los personajes encarnados por el director Otto Preminger (Comandante Von Scherbach, jefe del campo) y el casi inevitable Sig Ruman (el sargento Schultz).

Al fin y al cabo, no deja de constituir otro escalón más en ese permanente estudio sobre la condición humana que trató siempre en toda su obra, abordara el género que abordara.

Supuso su penúltimo trabajo para Paramount (ya estaba comprometido para la última cuando así decidió, para SABRINA), debido a que los capitostes del estudio quisieron cambiar algunas escenas para que en Alemania no se sintieran ofendidos, decisión a la que el cineasta se negaría en redondo.

Y si hubiera que resumirla en momentos, abundantes, originales, brillantes, imposibles de olvidar, tendría que tirar de un flash a toda velocidad que diría algo así –un amable lector de Filmaffinity, de seudónimo Burton, me lo ha facilitado- como: carreras de ratas, destilación de aguardiente, nudos en cables de bombillas sobre tableros de ajedrez, telescopio orientado hacia chicas rusas, representantes de la Convención de Ginebra, pelotas de pin pon años antes que Steve McQueen utilizara algo parecido (de tenis en su caso) y un personaje –y esta es una película fundamentalmente de ellos- emergiendo sobre todos… el cínico, egoísta, individualista sargento Sefton, encarnado magistralmente por William Holden. Constituye un personaje inusual, insólito hasta ese momento en la gran pantalla. Un héroe casi a su pesar, de lo más cuestionable. De ahí que el actor no estuviera muy receptivo inicialmente para interpretarlo, en un papel para el que inicialmente habían sido barajados Charlton Heston y Kirk Douglas (no me imagino tanto al primero como al segundo).

Si lo haría formidablemente bien que Hollywood le recompensó ese año -1953- con el Oscar al mejor actor. Ya había trabajado con Wilder en la memorable EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES, repetiría al año siguiente de este TRAIDOR EN EL INFIERNO con la mencionada SABRINA…  y años más tarde, en el que sería el penúltimo título del cineasta, FEDORA, llevarían a cabo su postrera colaboración.

Está perfecto. Pero no menos lo están Don Taylor (futuro director de cine, de LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU o EL FINAL DE LA CUENTA ATRÁS, aquí el teniente James Schuyler Dunbar), Robert Strauss como el simpático enamorado de Betty Grable, el bufonesco Harvey Lembeck, el apuesto Peter Graves como el jefe de información del barracón, Neville Brand como el mal encarado y arrojado Duke y así un buen puñado de grandes característicos más.

Atención a la funcional banda sonora de Frank Skinner. Y a las diversas variaciones de la célebre WHEN JOHNNY COMES MARCHING HOME AGAIN, marcha antibelicista y de lo más pegadiza compuesto por Patrick Gilmore para el ejército de la Unión.

E importancia mucho más fundamental de lo apreciado en su momento y aún reconocida años después, es esa voz en off que corre a cargo de Cooky (Gil Stratton Jr.). Vuelta a contemplar es más fácil darse cuenta de lo fundamental que es para conferir un determinado punto de vista al relato.

Impresionante su clímax final repleto de tensión. Y ese concepto latente de peculiar patriotismo no tiene desperdicio alguno. Como no lo tiene tampoco ese permanente juego que se traen entre manos sus personajes sobre apariencias, realidades e imposturas.

No suele figurar entre los títulos más destacados de su autor, pero saben qué les digo… que es una OBRA MAESTRA indiscutible. 

José Luis Vázquez