Director: Bruno Dumont
Intérpretes: Fabrice Luchini, Juliette Binoche, Valeria Bruni Tedeschi, Brandon Lavieville, Raph, Didier Després, Cyril Rigaux, Jean-Luc Vincent, Laura Dupré, Thierry Lavieville, Caroline Carbonnier, Manon Royère, Lauréna Thellier, Maya Sarac, Noah Noulard, Julian Teiten
Sinopsis: Verano de 1910. Varios turistas han desaparecido en las playas de Costa Canal, y los inspectores Machin y Malfoy descubren que el epicentro de estas misteriosas desapariciones es la Bahía Slack, lugar donde el río Slack y el mar se unen sólo durante la marea alta. Es en esa zona donde vive una pequeña comunidad de pescadores como la familia Bréfort, liderada por el padre al que apodan "El Eterno", quién hace lo que puede con sus bromistas hijos, entre ellos Ma Loute. Por otro lado, en una mansión en lo alto de la bahía, vive la burguesa familia Van Peteghem, cuya traviesa hija Billie se ha enamorado de Ma Loute. La confusión caerá entonces sobre ambas familias y agitará profundamente sus convicciones y estilos de vida. (FILMAFFINITY)
Me deja descolocado, tirando más bien a fatigado. No acabo de entrar en esta propuesta excéntrica, surrealista por momentos y peculiar, aunque no acabe de repudiarla del todo, pero le falta muy poco para ello, pues ni su –lo reconozco- atractiva estética consigue engancharme. En cualquier caso, no pasa la criba del aprobado. Me hago mayor y cada vez soy más sensible a los experimentos. Será que me estoy convirtiendo en un conservador de tomo y lomo. Pero prefiero ver mil veces seguidas dos minutos, aunque me los sepa todos de memoria, de EL APARTAMENTO, MATAR A UN RUISEÑOR o EL HOMBRE TRANQUILO que asistir a una sola sesión de tanta modernez que me toca ver a lo largo de cada temporada.
Además, quisiera matizar una cosa. Que quien ha dirigido esto sea uno de los cineastas franceses y europeos más personales actualmente, no supone necesariamente que dicho calificativo sea siempre elogioso, como se demuestra en este caso. Y me temo que es uno de esos artistas con los que no cabe término medio, o que se les adora (una amplia porción de la crítica) o se les detesta (caso del público y, ocasionalmente, de quien esto escribe… borricos que somos algunos).
Esa permanente búsqueda en la que lleva largo tiempo enfrascado de nuevos registros me agosta en bastantes ocasiones (en el más “sobriop” de LA HUMANIDAD me pareció sencillamente pretencioso, por ejemplo), aunque el aquí utilizado tiene un precedente en una miniserie titulada EL PEQUEÑO QUINQUIN, que me hizo algo más de gracia, y cuya intriga y toque absurdo, multiplicado en esta ocasión, me resultaron más asequibles que los aquí esgrimidos.
Por supuesto, tira de una estética y un sentido del humor que beben de influencias brillantísimas y diversas, desde el cine mudo típico de “slapstick” de un Mack Sennett hasta el de su compatriota Jacques Tati. También no es menos cierto que esgrime una culta y refinada factura visual. Todo eso está muy bien, pero no si a cambio tengo que pagar un peaje bastante plomizo en la mayor parte de su metraje.
Y sí, también es sarcástica, ridícula, absurda, grotesca, estridente, cínica, mordaz, burlesca… E igualmente pelmaza, cargante, aburrida, grimosa, pesadita.
Lo expuesto está al servicio de una obvia y burlesca crítica de la incipiente burguesía del siglo XX. Un pequeño fresco costumbrista de tonos dislocados en torno al contraste de las clases altas citadas en el título español y las obreras. Dicha y remarcables diferencias sociales no suponen tan solo una cuestión argumental o narrativa, sino también una declaración de principios, al utilizar a estupendos actores profesionales (molestamente desaforadas, aunque las lleven a cabo los habitualmente excelentes Valeria Bruni Tedeschi o Fabrice Luchini) para encarnar a los primeros y a gente sin experiencia alguna para los segundos. Vale, como guiño está bien, pero a mí esto me acaba dando igual.
Y aunque supongo que no era su pretensión ofrecer unas pesquisas policiales convencionales, pues más bien son utilizadas para contribuir a ese tono bufo generalizado, esa parte no me interesa absolutamente nada… ni tan siquiera cuando la pareja de policías, diríase que émulos de el Gordo y el Flaco, protagonizan un numero delirante final.
A quién corresponda pues éste cóctel con el que es fácil atragantarse y que en el fondo, o no tanto, es una tragicomedia negrísima, bien ambientada en la zona costera de Pas de Calais, que me deja más bien desabrido tanto durante su contemplación como al cabo de un par de horas de intentar recordarla (me queda alguna imagen aislada). Pero lo que les digo siempre, no se fíen solo de una opinión por mucho que les pudiera merecer crédtio, lo mejor es que lo contrasten, pues cuenta con prestigio y unos cuantos respetables seguidores. Y, por encima de cualquier otra consideración, que se fíen de su propio instinto.
José Luis Vázquez