sábado, 2 de agosto

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Sp. Alcázar-La Solana (0-1): Misión cumplida

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Ni siquiera un año. El CF La Solana solo ha tardado 329 días en regresar a Tercera RFEF. Diez meses y 25 días que han pasado en un santiamén. O no. Pero da lo mismo. Alcázar de San Juan ya figura en el libro de oro del club. Y Sergio Reyes también. El “nuevo Almarcha” escribió el último renglón en el minuto 93, cuando ya no había uñas en los dedos de la expedición amarilla. Ese zapatazo es historia. Viene a reparar el entuerto de un descenso doloroso, más por el fondo que por la forma. El sillón de La Roda era de La Solana en Tercera RFEF. Qué más da; La Moheda se sentará de nuevo en él.

La explosión de júbilo tras ganar en Alcázar era lógica y bastante amplificada por la agonía del gol. “Así sabe mejor”, decía el capitán, Sancho, que vive sus últimos minutos como futbolista en activo. “Prometí que dejaría al equipo en Tercera y aquí está”, contaba a Radio Horizonte. Sobre el artificial alcazareño había fiesta. Se multiplicaban los abrazos, los gritos. También las lágrimas, como las de Kiko Vilches. “Estoy exultante y también muy emocionado”. Se orilló para llorar en silencio y sacar toneladas de tensión contenida. “Es mi día más feliz como entrenador y se lo dedico a los jugadores, a la directiva, a mi cuerpo técnico, al pueblo de La Solana y, sobre todo, a Miguelón (Miguel Molina), que es alma de este club”. El hombre-orquesta de ese vestuario fue el gran ausente por razones personales, pero su figura sobrevoló toda la tarde. Y toda la noche.

El partido fue un suplicio. La Solana apretaba, creaba ocasiones y el balón rondaba el área local, sin éxito. A la media hora, penalti por derribo de Cabriti. Javi López le pega con el alma, pero el portero hace la parada de su vida. Después, el travesaño escupe un cabezazo del propio Cabriti. Más tarde, turno para David Sevilla. El balón se niega a entrar. Pasaban los minutos. Llega la segunda parte y otra vez zafarrancho de combate. La desesperación llega con una de Cabriti bajo palos, que se marcha al cielo. El final se aproximaba. ¡Otra vez a esperar!, se decía. Sale Sergio Reyes. El minero agita el tablero, pero el equipo se rompe en busca del gol. Y llega el momento del rival, agazapado hasta ese momento. Un par de contragolpes ponen el corazón en un puño. Pudo ser peor. Minuto 93, el partido se iba. Un balón suelto en el área lo engancha Reyes. Le pega con la misma furia que el día del Carrión. Gol. Se desata la locura sobre el verde. No hay tiempo para mucho más. El guión parecía escrito, como el sino.

Los jugadores se abrazan. ¡Campeones, campeones! El grito resuena en todo Alcázar. Kiko Vilches salta por los aires, manteado. Sancho salta por los aires, manteado. Ambos representan el sancta sanctorum del vestuario amarillo. “Es una familia”, insistía un presidente pletórico. Patricio Peinado también sacaba su tensión, y su vena más solanera. “Hemos penao munchismo, galán”. Aún tenía los ojos enrojecidos, y no solo por él. “Paquillo se me ha puesto a llorar y no me he podido contener”. Sí, el gran Paquillo, que a sus 86 años sigue al equipo como un jabato a su madre. Junto al presi estaba Alfonso Delgado, el hombre que se puso el mundo por montera para construir una plantilla de ensueño. “Lo hemos conseguido”, acertaba a decirnos. “Y ya estamos viendo cosas para el año que viene”, añadía. Genio y figura.

A esas horas, con el sol todavía fuerte, salían varias botellas de cava. La junta directiva, tan grande de corazón como pequeña de efectivos, había preparado unas camisetas con la leyenda “Campeones, ascenso a 3ª”. Por fin pudieron salir. Y alguien gritó, ¡a la plaza! Un rato después, los héroes del quinto ascenso a Tercera División bailaban sobre los emblemáticos guijarros de la Plaza Mayor de La Solana. Mejor marco, imposible. Era noche cerrada, pero la luz era inmensa. Misión cumplida.