Opinión
Imagen: Eduardo Sánchez-Rey (@EduSanRe)
La presidenta de la Comunidad de Madrid continúa dando de qué hablar. En su última aparición, vestida de riguroso luto, se deja ver en un periódico de tirada nacional con los brazos llevados al pecho y con solemne gesto.
Después de la bochornosa aglomeración de IFEMA y después del inusitado alegato a la comida rápida en el parlamento de la Comunidad, la presidenta que sostiene Aguado con la que se sostiene a sí mismo, sigue teniendo tiempo para posar y aparecer en una entrevista que se ha hecho viral en redes sociales.
¿Quién está al mando en la Comunidad? Ciudadanos parece sentirse cómodo en un gobierno que se agota a pasos agigantados. Mientras Ayuso tiene tiempo para el espectáculo, Aguado parece ser el vicepresidente que suple la falta de gestión, una estrategia que afea a su socia. En el gobierno bipartito, esta crisis sanitaria está calando hondo y mientras el resto del país está soportando con solvencia el estado de alarma, no dejamos de asistir atónitos a los despropósitos de Ayuso y sus asesores.
La directora de salud de Madrid dimite, Ayuso casi se entera por la prensa y afirma que llevaba días sin hablar con la responsable. El gobierno de Ayuso-Aguado pide la fase 1 sin firmar la petición. ¿En manos de quién está la Comunidad?
Ni con lágrimas en la Almudena, ni con ir vestida de luto, ni con posar de negro con maquillaje sobrio, la Comunidad vecina a Castilla-La Mancha contribuirá a frenar la pandemia. Todas las personas sentimos las pérdidas humanas que se están produciendo pero que la presidenta aplauda -y luego despida a sanitarios-, que llore -y luego privatice más servicios públicos- y que pose en revistas -y no sepa qué está pasando en su consejería de sanidad-, por muy bien que lo haga, no aporta nada.
Los gobiernos tienen que gestionar los recursos y estar volcados en esta crisis. Podrán tener errores, pues es una situación desconocida hasta hoy y cambiante. La ciudadanía no esperamos de los gobiernos que sean infalibles o sobrehumanos, confiamos que sean responsables.
Ayuso no es sobrehumana, pero sus lágrimas no van a hacer que la comunidad que preside frene el virus. Cuando el dolor humano deje de ser utilizado por la presidenta, podremos pensar que se está tomando realmente en serio su deber, el de poner todos los medios para vencer al virus y salvar vidas.