Opinión
Estamos asistiendo desde hace tiempo a demasiados escenarios en los que la confusión mental más o menos consciente y responsable, además de interesada campa a sus anchas. Hoy vagamos por sendas donde las ideas profundas han sido extirpadas para caminar de manera mucho rápida y cómoda, tan cómoda como suicida. Una senda, siquiera camino, sin sol, sin luz en el horizonte y con ello sin posibilidad ni necesidad ya de orientación. Unas sendas donde las únicas referencias son las de unos voceros cada vez más indocumentados en temas históricos como los de Cataluña por ejemplo.
Tener las ideas claras, cierto orden mental, sentido de identificación clara de las cosas en cada momento, distinguir el grano de la paja es fundamental para que las instituciones y personas de una sociedad avancen. En un mundo multicultural, globalizado, con posibilidad de emitir opiniones universales sobre todos los temas que se tercien, donde es frecuente encontrarse con situaciones en las que se sitúan todos los pareceres a un mismo nivel ignorando las muy diferentes formaciones, cualidades, saberes y experiencias de quienes las pronuncian, el grado de confusión, de pedo mental, puede llegar a ser tan importante como peligrosa y grave.
La consecuencia más inmediata y profunda de esta especie de “democracia de opiniones” es la ausencia de criterios válidos a los que referirnos. Caer en una especie de relativismo ideológico, no por la complejidad de pensamiento sino por ignorancia de conceptos.
Cuantos cerebros pasan por “maestros” de la vida que no enseñan nada. Tener la cabeza bien amueblada no es tarea gratuita ni fácil en estos momentos. Aportar ideas nuevas en un mundo donde ni en la Universidad, origen de tantas revoluciones ideológicas, se cuestiona ya nada sobre esta sociedad domesticada y conformista es algo impensable. Los medios e instituciones tampoco lo ponen fácil.
Aquí da la sensación de que hemos perdido el norte, la esencia y la importancia de las cosas o bien que nos sucede como a Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si a usted no le gustan tengo otros”. Que en muchos casos, ni eso. Vivir…para morir desde luego.