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Foto: rtve.es
Todos coincidimos, críticos, cronistas, cinéfilos y amantes del teatro, público, amigos también… Arturo Fernández fue el galán por antonomasia y excelencia –personaje y actor se acabaron fusionando- de la escena y los platós en un país no muy dado precisamente a ello, sino a tipos resultones y pícaros, adscripción en la que también entraba el actor gijonés fallecido este jueves 4 de julio, el día de la fiesta nacional de Estados Unidos.
Cierto que tal vez tuviera un único registro, pero tengo que reconocer lo bien qué lo supo explotar. Creo haberle escuchado o leído en alguna ocasión Todos que su inspiración fue Cary Grant. No habría hecho falta que lo jurara. Curiosamente, el terreno en el que se desenvolvieron fundamentalmente ambos (con ventaja para el anglo-norteamericano por capacidad de registros e insultante talento), la COMEDIA y el arquetipo del seductor, está magníficamente considerado en los países anglosajones y no tanto en el nuestro. Somos así. Pero el asturiano le acabó otorgando carta de naturaleza por estos lares, lo ennobleció. Y es que ir de guapo, de sexy, incluso de señor normal y hacerlo bien garantizo que es francamente difícil (vale exactamente igual para ellas, quede claro), muchas veces más que otros papeles más “agradecidos” o de supuestamente mayor enjundia. Y hacer reír o sonreír ya ni les cuento.
De todas formas, aun siendo cierto en gran medida ese margen en el que se movió, no se puede olvidar que en su carrera en la gran pantalla estuvo jalonada por dos clásicos del género policíaco en España, las verdaderamente notables UN VASO DE WHISKY y DISTRITO QUINTO -casi un antecedente de RESERVOIR DOGS- de Julio Coll (también se podría añadir LOS CUERVOS del mismo director, pero este era más bien un drama financiero). Igualmente protagonizó un exponente tardío respecto a aquellos, en 1963, EL SALARIO DEL CRIMEN de Julio Buchs, que no estaba nada mal y en el que contó como co-partenaire con la francesa Françoise Brion.
En su prolífico –más de 100 títulos lo atestiguan- idilio con el cine y la televisión hubo un par de años de especial relevancia. Por una parte 1983, en el que cosecha uno de sus grandes éxitos artístico y de taquilla, prolongados después en pequeño formato, la destacable y entrañable comedia TRUHANES de Miguel Hermoso. Y si excelente estaba Paco Rabal, no menos o mejor lo hacía Fernández. Aquel mismo curso reaparecería en el cine negro de la mano de José Luis Garci en EL CRACK 2, en una jugosa intervención.
1996 fue la otra fecha determinante en su carrera porque entraría en todos los hogares con su personaje de en la serie de Antena 3 LA CASA DE LOS LÍOS. Con unos ránkings de audiencia espectaculares, de más de 6 millones de seguidores, le granjeó una fama francamente merecida. Y de ahí procede su célebre chatina que se acabó convirtiendo en santo y seña, en marca propia.
Pero si echamos a un vistazo a su filmografía, que esa es al fin y al cabo mi especialidad, contiene títulos más que suficientes y abarca un larguísimo período –de sesenta años, setenta en total- de tiempo como para que pase por derecho propio a ser considerado uno de los grandes de nuestro cine. En tantas ocasiones se encontraba mu por encima de los proyectos en los que se embarcaba. Casi siempre se movió en terrenos respetablemente comerciales y cañís, reflejo de nuestras “señas de identidad” o, directamente, topicazos, tanto folklóricos como taurinos… y machistoides, claro (digo lo de claro por la época en que le tocó lidiar). Combinó títulos como LA TONTA DEL BOTE (con Lina Morgan) o EL RELICARIO (con Carmen Sevilla) con BAHÍA DE PALMA, ESCALA EN HI-FI, CRISTINA GUZMÁN, NO DESEARÁS A LA MUJER DE TU PRÓJIMO, ¡CÓMO SOIS LAS MUJERES!, NOVIOS 68 o TOCATA Y FUGA DE LOLITA. Sobre su última aparición en 2006, DESDE QUE AMANECE APETECE, resulta obligado correr un tupido velo (el título es ya de lo más explicativo y escasamente sutil).
Trabajador infatigable, incombustible, hasta el último momento ha estado al pie del cañón con una obra. Y es que en el día que comienza la cuadragésimo segunda edición del Festival de Almagro, el teatro fue su otra gran pasión profesional. La parca precisamente le pilló prácticamente subido a las tablas, representando ALTA SEDUCCIÓN, otra de las obras por él financiadas en los últimos años de su carrera.
Lució siempre trajes, percha, oficio, estilo (demodé al final si quieren, pero propio, al fin y al cabo) y actitud vital. Descanse en paz.