jueves, 15 de mayo

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Opinión

¿Intelectuales o petulantes?

Por Fermín Gassol Peco

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Cada uno de nosotros (y nosotras para resultar políticamente correcto y correcta aunque esta matización sea una expresión lingüística aberrante) tiene encima de sus hombros una cabecita con diferente tamaño y contenido. Se trata de una parte del cuerpo imprescindible para vivir y donde además se fraguan los pensamientos, ocurrencias y decisiones que tomamos a diario. Porque inteligencia, capacidad de pensar e intelecto poseemos todos, otra cosa es que lo utilicemos en mayor o menor medida, siendo esto consecuencia de otras muchas variables, del yo y las circunstancias de cada uno que diría D. José Ortega y Gasset, ¿el último intelectual español?

  A menudo aparecen en los medios de comunicación, aunque bien es verdad que ahora con menos frecuencia, manifiestos firmados por los considerados intelectuales, entre los cuales figuran personas que sólo saben hacer la o con un canuto.

¡Intelectuales!, ahí es nada. ¿Saben aquellos que se refieren a estas personas lo que encierra de verdad esta importante y transcendental palabra? Y no digamos nada cuando algunos de estos ridículos y ridículas, claro, petulantes y “petulantas” se autoproclaman con este nombre, en el colmo de la vanagloria, vana sobre todo.

La palabra intelectual está hoy como casi todo de rebajas. En épocas pasadas cuando nuestras sociedades no se encontraban conformadas estructuralmente, existían cabezas que analizaban, profundizaban y encontraban fórmulas para superar los entresijos de cada situación. Eran personas para las que el mundo en el que vivían no tenía suficiente consistencia ni sentido y dedicaban su vida a pensar, a veces con hambre física, esa que agudiza también el intelecto.

Pues bien, si algo se echa de menos en la sociedad actual es precisamente la falta de intelectuales. Existen muchos, muchísimos “charlatanes” en emisoras, diarios y prensa especializada, muchos entendidos en lo que hay, estudiosos del ahora, pero filósofos, pensadores que desatasquen esta situación de bloqueo y desconcierto ¿conocen ustedes a alguno? Creo que hoy no existen intelectuales sino boxeadores ideológicos que pegan y pegan pero siempre desde una posición predeterminada e interesada.

El intelectual es precisamente aquél que sabe sobre volar el entorno y las situaciones, por eso es capaz de decir por donde hay que salir de ese laberinto. El intelectual no es un adivino, es un conocedor global de la situación con una gran capacidad de análisis y sobre todo, definición. Hoy no existen intelectuales, no porque no haya personas capaces, el “yo” en lenguaje de Ortega y Gasset, sino porque las circunstancias lo dificultan demasiado. Nuestra sociedad que marcha de manera frenética, superficial y en la que solamente cuenta lo inmediato y a veces frívolo, se convierte en desinteresado caldo de cultivo demasiado turbio y denso para ver y posar ideas nuevas.

El problema de esta ausencia de intelectuales reside es la sociedad misma que cree tener superada la necesidad de verdaderos intelectuales. Hegel fue el último intelectual universal, el “padre mental” del hombre de hoy. Sus discípulos interpretaron su luz de varias formas como Feuerbach, Engels, Marx o  Nietzsche. Ya en el siglo XX Ortega y Gasset, Martin Heidegger y Sartre analizaron y explicaron aspectos existenciales del ser humano a los que no hacemos ni caso. Con ellos se han acabado ¿de momento? los grandes cerebros pensantes. Hoy la escasez de pensadores, de intelectuales es preocupante.

¿Cuándo y dónde aparecerá el “desatascador” de esta situación de encefalograma plano en la que parece estar sumida nuestra sociedad? ¿Dónde está el pensador de la colina? Porque no es necesario ni conveniente subir más alto para contemplar y señalizar la ruta de salida a esta caravana de una sociedad errante.

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