viernes, 19 de abril

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Opinión

Los mejores, intelectualmente, para la política

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

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No hace muchos días, decía en un medio televisivo de la provincia de Ciudad Real, que los mejores estudiantes deberían estudiar educación porque estas profesiones reciben a todos los ciudadanos para conformar su carácter e ilustrar su entendimiento con su sabiduría y ejemplo. Esto es sencillamente lo que ocurre en Finlandia, país del norte de Europa, que siempre ponemos como ejemplo de civismo, respeto y autoridad del profesor educador.

Si para educar a nuestros niños y jóvenes sería necesario que los mejores estudiantes se prepararan para desempeñar la más noble de las profesiones que existe, en este mundo nuestro, dado que en esta etapa de la vida, se forma el futuro ciudadano que se responsabilizará mañana de todos los aspectos de nuestras vidas, también parece oportuno que esos ciudadanos, bien cultivados cívicamente, bien dotados intelectualmente, y con una buena preparación para la vida, sean los que deban regir nuestros destinos político-sociales.

¿La sociedad actual considera que nuestros representantes, en los que hemos puesto nuestra confianza, son los mejores preparados, los mejores diseñadores de nuestro buen futuro? ¿Estamos convencidos los españoles de a pie de que nuestros políticos son los ciudadanos mejor preparados? Es cierto que no tenemos un baremo para medir la eficacia intelectual de los que nos gobiernan o nos han gobernado. Es cierto que cuantificar su actuación política, en pro de la ciudadanía, es muy difícil. Y es cierto que tenemos que esperar cuatro años para poder analizar y, en su caso, decidir por un partido o por otro, pero no por un candidato o por otro porque, como también hemos dicho en muchas ocasiones, los partidos políticos presentan a sus candidatos nacionales en las circunscripciones provinciales, bien por imperativo de Madrid o bien por mandato expreso del presidente regional o provincial y nunca por el voto de los afiliados del correspondiente partido.

La calle, muchas veces, se convierte en el púlpito público donde se escuchan opiniones casi siempre en la misma línea: mira ese ha salido diputado nacional y no sabe dónde tiene la mano derecha, claro así nos luce el pelo, si cualquiera vale para ser político. La política es una ciencia de hacer lo posible con los medios posibles en pro de la ciudadanía. Diríamos que la política lo gobierna todo y tiene ojos para ver todas las acciones de los ciudadanos. Hacer política, de la buena, es muy complicado porque raramente se acierta con plenitud. Cuando unos se ríen otros lloran, cuando los que menos tienen se alegran, posiblemente otros desconfíen de su alegría. Gobernar para todos, como se dice en multitud de ocasiones, casi siempre ocurre todo lo contrario y viene el desgobierno más radical. Es casi imposible que un político sea ético y responsable de las acciones políticas que tiene que implementar, de tal manera que su comportamiento, como representante de la ciudadanía, casi siempre se ejecuta a distancia y con olvido de lo que prometió. Cumplir lo prometido es harto complicado porque sabemos que el papel y la campaña electoral todo lo aguantan. Como diría el refrán castellano: Del dicho al hecho hay mucho trecho. Es ahí donde se prueba la eficacia y la eficiencia del representante público.

Los mejores ciudadanos deben ser también los mejores representantes públicos porque si en sus negocios, en sus asuntos particulares lo son, deberían también serlo cuando firman el contrato de representación, sabiendo que el ciudadano SÍ firma con su voto ese contrato pero el representante público no estampa con su firma ese mismo contrato, cuando más propone en un programa electoral muchas medidas que sabe, de antemano, que no podrá cumplir pero que de ellas se hablará durante unos días de campaña electoral.

Cada día la exigencia social para los profesionales es mayor, cada convocatoria para oposiciones en cualquier rama de la administración se hace más complicada y más difícil con el objetivo de seleccionar a los mejores profesionales, médicos, maestros, profesores, arquitectos, ingenieros etc. pero ocurre que las oposiciones para diputados nacionales, regionales, provinciales siempre tienen los mismos temas y ningún cambio de exigencia en el desempeño de su profesión, como político, al menos durante cuatro años, cuando más, se experimenta para comprobar si ha habido cambio social, un ajuste del gasto público, una disminución de la deuda, si se ha creado riqueza y por lo tanto tenemos un mejor estado del bienestar.

¿No creen ustedes que deberíamos examinar con más tiento a estas personas que nos van a representar durante cuatro años, como mínimo? No vale meter la papeleta en la urna y así terminar el proceso de elegir a los mejores. No, es importante y necesario avanzar y participar en democracia examinado, día a día, a nuestros políticos y conocer el trabajo que realizan durante este mandato. Es preciso crear en ellos la conciencia de servicio porque ellos son lo que nosotros hemos elegido, con nuestra firma al depositar nuestro voto. El olvido, la distancia, la mirada de arriba hacia abajo son elementos consustanciales de nuestros representantes. Se creen superiores y alejados de la realidad y de los problemas que acucian a los ciudadanos.

Los debates, cara a cara, deberían ser todos los años como mínimo para que los ciudadanos fuéramos informados de las acciones llevadas a cabo por el gobierno y por la oposición. Las propuestas y contrapropuestas deben ser conocidas por el ciudadano directamente y no por la prensa que desdibuja el mensaje dependiendo del color político que defienda la editorial. Esta puede ser una propuesta de evaluación continua del quehacer de los políticos como la rendición de cuentas que hacen todas las organizaciones empresariales y sociales al final del año.

Me parece muy duro poder decir que a los intelectuales se les atrae a la política por el mero hecho de que dan buena imagen, por el prestigio que pueden aportar, tal vez por la limpieza y honradez demostrada en su profesión pero parece que todo esto puede terminar muy rápidamente si llegan a ejercer el poder. Lo importante de todo esto es que si no hay pensamiento y reflexión no hay política y parece relevante que el pensamiento crítico y la reflexión analítica la pueden hacer mejor los que están alumbrados por la intelectualidad.

Es cierto que muchos intelectuales y grandes profesionales que han triunfado en el desempeño de sus profesiones, sienten como algo peyorativo participar en política. Por doquier se oye y se comenta que estos triunfadores profesionales no se deberían meter en política porque es un trabajo que deben realizar otras personas menos preparadas y con futuros profesionales menos consagrados. Puede ocurrir lo que decía Machado: Ojo con los que os dicen que no os metáis en política, eso es que quieren hacer la política por vosotros. Puede ser cierto que los que hacen de la política su profesión sientan miedo cuando ven o comprueban que otros, mucho más preparados que ellos, se preocupan de la cosa pública y de alguna manera desean participar por realizar propuestas de mejora para todos.

Sigo creyendo y prefiero que se, en esta gran aventura de la política se confunda el bien preparado porque lo hará después de un largo y profundo análisis de la realidad a que lo haga aquella persona que llegó por azar y que seguro que el acierto será también casual.