viernes, 26 de abril

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Opinión

Las Primarias

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

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En España, el término de Primarias es ciertamente un tanto novedoso porque los dirigentes de los grandes partidos políticos se creyeron dueños absolutos de su funcionamiento interno e externo de tal manera que, como decía el ex vicepresidente del Gobierno, Sr. Guerra: el que se mueve no sale en la foto. Y este aserto, hecho popular para muchas actividades políticas, ha sido el patrón fundamental del funcionamiento de los partidos políticos en España durante más de cuarenta años.

Tal como dice el artículo 6 de la Constitución, los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y al Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos. ¿Pero es verdad que los partidos políticos han sido democráticos en su estructura interna y funcionamiento? Pues a esta pregunta hay que contestar con un rotundo NO. Los partidos políticos han elegido, en unos congresos totalmente amañados, al presidente que querían unos pocos que estaban cerca de la cúpula del que les iba, después a colocar en los puestos más importante si llegaban al poder. Los partidos políticos han sido los mayores discriminantes de los afiliados que, con su dinero y con su trabajo, han colaborado siempre para que unos pocos estuvieran ocupando los puestos mientras ellos eran simplemente paganos y sufridores.

Los congresos locales, provinciales y nacionales de los partidos políticos han sido, y posiblemente seguirán siendo, correas de transmisión del poder central que vertebra a todos los partidos; es verdad o al menos así se vislumbra, en unos más que en otros. La democracia interna en los partidos políticos ha sido pisoteada y olvidada porque lo importante era y posiblemente siga siendo, la obediencia al jefe, la sumisión al que manda desde arriba y no al que trabaja, crea, apoya que es sencillamente el afiliado olvidado en algún rincón del baúl oscuro donde Bécquer guardó la lira.

Triste y decepcionante ha sido la encomienda que entrega la Constitución Española a los partidos políticos para que, a través de ellos, los ciudadanos podamos expresar nuestras ideas políticas libremente y podamos participar en la vida pública sin ataduras y con total libertad. Ya sé que la libertad no existe ni en política, arte, cultura, ni en educación y mucho menos en la vida social. Ya sé que hablar de libertad es hablar del sexo de los ángeles porque estoy seguro que la libertad individual casi siempre choca con la libertad colectiva o social y ésta siempre es más importante que la libertad individual para el que gobierna.

Los partidos políticos en su estructura interna y en su funcionamiento no han sido democráticos, no han patrocinado la libre expresión de sus militantes, no han contribuido al debate interno de las ideas ideológicas, no han potenciado la participación política de aquellos que optaban a cambiar sinergias y malos comportamientos. Han sido cavernas obscuras donde nadie se enteraba de nada, salvo para trabajar por el líder, han sido fábricas de poder vertical para que los amiguetes, familiares e influyentes pudieran ascender a representar al partido en las instituciones, más aún han obligado a pagar por poder ir en los primeros puestos en las listas electorales. Han funcionado como verdaderas empresas familiares defendiendo la era como si fuera propia y eliminando, pero de una forma fulminante, a aquellos afiliados que por derecho podían asaltar el palacio del poder.

¿Acaso alguien dudaba que esta estructura y este funcionamiento podía durar permanentemente? Los mayores caciques de la historia se han refugiado en las cúpulas del poder de los partidos políticos y desde allí han defendido sus privilegios destruyendo cualquier iniciativa que pudiera venir de las bases de los afiliados. Los dirigentes políticos de los partidos han visto siempre como los mayores enemigos a sus propios afiliados porque estos, un día, podrían romper su estatus de poder y hacerles volver al punto de partida que, en muchos casos, era sencillamente el paro porque no tenían otro oficio o profesión conocida, pero sí inventada.

Hace ya muchos años que este deterioro democrático de los partidos políticos como instrumentos fundamentales para la participación política debería haber terminado pero es evidente que los intereses de unos pocos siempre han primado sobre los intereses de la mayoría. El sistema de representación partidista, tal como se ha ejercido hasta ahora, es corrupto e invita a la corrupción institucional. No deberíamos escandalizarnos porque todos los partidos políticos, que han gobernado las instituciones, han ejercido la corrupción, bien para el partido o bien para las personas en sus ámbitos de poder. Esto ocurre porque la designación de los candidatos de los partidos políticos para las elecciones es hecha por el jefe, por la cúpula del partido sin que los paganos afiliados puedan decir ni mus y el que lo diga no sale en la foto.

Parece razonable que por ley, la democracia interna, en los partidos políticos, se convierta en norma de funcionamiento representativa. ¿Cómo se ha podido aguantar que el poder central de los partidos envié a las provincias a amiguetes suyos, (los famosos cuneros) que no pueden ir en puestos de salida en Madrid o grandes capitales? Pues así ha sido y los cuneros (personas que no eran de la provincia y que nada sabían de sus problemas) ocupaban los primeros números en las elecciones nacionales por las provincias de España. Ahora hablamos de primarias como se hubiéramos descubierto la pólvora cuando ya en 1912 el Partido Progresista de Theodore Roosevelt realizó primarias en doce estados americanos. Las primarias deberían haber existido siempre y en todos los estadios de los partidos es decir primarias en los congresos locales, provinciales, nacionales y en la elección de los candidatos al Congreso y al Senado. En definitiva, los afiliados deben ser el alma del partido y sobre ellos se debe construir la democracia de funcionamiento interna y la participación con listas abiertas siempre y para todo pero con voto personalizado y secreto nunca asambleario porque vulnera la libertad individual.

¡ Cuántas frustraciones se habrían eliminado¡ ¡ Cuantos problemas se habrían evitado si a los afiliados se les hubiera dado la libertad de elegir a los mejores¡. Nunca debería haber obediencia en los partidos sin debate interno, sin propuestas votadas por todos. Está claro que o se cambia el funcionamiento interno de los partidos o los cambian desde fuera. La democracia debe pasar siempre por la participación libre y por la posibilidad de la alternancia, de tal manera que cuando ésta no existe la democracia se muere. Las libertades no son estancas y nadie tiene el derecho de manipularlas para su beneficio como ha ocurrido hasta ahora en todos los partidos políticos.

El PP celebra primarias con seis candidatos y poseyendo más de 800.000 mil afiliados siendo el partido con más afiliados de España seguido del PSOE con unos 190.000 siempre que no consideremos a los 391.169 de Podemos como afiliados sino inscritos y los 30.000 afiliados de Ciudadanos. ¿Con estos datos podemos preguntarnos si las primarias son representativas? Pues bien lo son dentro del partido es decir en unas primarias cerradas y atendiendo al mandato constitucional. El camino comienza su andadura, que nadie lo pare.