sábado, 26 de abril

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Opinión

Un nuevo sistema educativo

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

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Nadie, a estas alturas de la película educativa, pone en dudas que la reforma educativa, llevada a cabo por el ministro de Educación José Luis Villar Palasí, de nacimiento valenciano y uno de los grandes humanistas y políglotas (hablaba más de 15 lenguas) españoles, ha sido la mejor realizada en España, con una durabilidad de veinte años a pesar de ser concebida en tiempos no democráticos. Fue Catedrático de derecho Administrativo en la Universidad Complutense de Madrid y el creador de la Enseñanza General Básica hasta los 14 años (EGB), del Bachillerato Unificado y Polivalente (BUP) de la Universidad de Educación a Distancia (UNED), del Acceso de los mayores de 25 años a la Universidad, de la Beca salario para los estudiantes y el alma máter de la Ley General de Educación y Financiación de la Reforma Educativa del año 1970. Nunca antes, nadie había trabajado tanto por dignificar la figura del maestro y de sus responsabilidades docentes. Sin lugar a dudas fue uno de los cerebros mejor amueblados de la España contemporánea.

Aquella reforma se hizo desde una perspectiva técnica y no política, desde un punto de vista pensando en el estudiante y nunca en el voto, desde la dignificación del maestro y no desde su ideologización, dando a los padres la verdadera función de participación y no agrupándoles para que lucharan contra el maestro, apostando por la calidad y no por la propaganda. La enseñanza General Básica fue un semillero fructífero y un gran paso adelante en la escolarización de todos los estudiantes hasta la edad de catorce años de una forma gratuita, universal y obligatoria para que todos los estudiantes pudieran tener las mismas oportunidades y nadie se quedara sin acudir a clase por carecer de medios económicos. Rompió para siempre la gran discriminación que sufrían los estudiantes a una edad tan temprana como era la de 10 años al tener que decidir si realizaban el ingreso en el Bachillerato para seguir estudiando o por el contrario se quedaban en el aula sin otras opciones académicas.

Los resultados de PISA son elocuentes aunque haya mucha gente y algunos intelectuales que no los consideran pertinentes y mucho menos significativos para evaluar o mejor jerarquizar los sistemas educativos, mejor el grado de conocimiento de las diferentes disciplinas del currículo, en los diferentes estados de la Unión Europea (EU). No quiero entrar en una especificación técnica de su aplicación, cuantificación, interpretación y mucho menos en los métodos seguidos para la ejecución de las correspondientes pruebas, pero sí es curioso que nuestros estudiantes siempre ocupen los últimos puestos en ese proceso evaluativo. Al menos, nos debería hacer pensar que algo no funciona del todo bien, en el campo educativo en España. Porque si seguimos negando los resultados, será casi imposible implementar las medidas necesarias para poder atajar, algún día, esta brecha de conocimientos entre Finlandia y España por ejemplo.

El mayor fracaso escolar está en la ESO y en la mezcla de los estudiantes, antes de séptimo y octavo, en los centros de secundaria, antes Institutos de Enseñanzas Medias. Tenemos un sistema muy fraccionado y segmentado en etapas educativas, cuando la mayoría de los países europeos centran su atención en una buena educación primaria y otra secundaria para preparar el acceso a la universidad o formación profesional. Es cierto que Finlandia comienza la primaria a los siete años y la alarga hasta los dieciséis. Nosotros no tenemos ningún problema, tal vez por el hábito creado de comenzar a los seis años y alargarla hasta los quince dividiendo esta etapa en tres ciclos de tres años y realizando, todos los estudiantes sus estudios en el mismo centro educativo. La secundaria en Finlandia es de 3 ó 4 años con dos líneas una académica para acceder, después a la universidad y la otra también de 3 ó 4 años con un enfoque profesional para la inserción en el mundo laboral. Pues bien este mismo modelo de secundaria lo podíamos habilitar en España con una educación de secundaria que se volviera a llamar Bachillerato, dado el prestigio que tuvo, de cuatro años y Formación profesional también de cuatro años, dos para el primer ciclo y dos años para el ciclo superior.

Con este sistema fortaleceríamos de nuevo la Educación Primaria o básica, obligatoria, gratuita y universal, con pocos exámenes, con una enseñanza personalizada, creativa, vivencial, significativa, más lúdica, más cercana, con menos estrés, con menos deberes o con ninguno, con una menor ratio profesor estudiante, e impartida en su totalidad por los maestros, hasta sexto para los maestros de tres años y el último ciclo por los maestros graduados universitarios. La secundaria o Bachillerato, con mucha más entidad que la actual con dos vertientes claramente diferenciadas: la académica cuyo objetivo primordial es la de dotar al estudiantes de los medios y requisitos para lograr el éxito en la universidad. Deberá ser impartida por los graduados universitarios de cada una de las disciplinas. La profesional cuyo objetivo es la inserción de los estudiantes en el mundo del trabajo, debe estructurarse en dos ciclos elemental y superior. Ambos deben ser impartidos por graduados en las disciplinas técnicas que más se acerquen al objetivo propuesto.

En definitiva deberíamos simplificar la estructura académica actual y dotarla de efectividad en las dos grandes etapas educativas, Educación Primaria y Bachillerato, sabiendo muy bien objetivar la finalidad de cada una de ellas para no repetir, en la mayoría de los casos, los mismos conocimientos como si de un círculo acumulativo se tratara. Es importante sistematizar los procesos y los métodos de enseñanza. En la educación primaria se impone un modelo de profesor generalista, de extensa cultura, de un conocimiento amplio de métodos, sistemas y estrategias de enseñanza-aprendizaje. No nos vale hoy el maestro especialista que sabe mucho de su materia pero que es un analfabeto potencial en las demás disciplinas del currículo. El perfil del maestro de este momento debe ser abierto, amplio, bien preparado en lenguas, en ciencias, en sistemas lúdicos y musicales capaz de impartir una disciplina u otra según interese al proyecto de centro que se construya. De aquí, que se impone una gran reforma de la Facultades de Educación para que sean capaces de moldear y crear maestros con gran bagaje generalista de conocimientos, con investigaciones sobre modelos, sistemas métodos de enseñanza y aprendizaje dentro del departamento de educación, obligatorio en todos los centros, con un profesorado experimentado, al menos con diez años de docencia, en las etapas educativas y con el grado de doctor en educación. Debemos dignificar la figura del profesor que forma maestros de tal manera que no debería dar clase en las Facultades de Educación cualquier graduado propuesto por un departamento que no conoce la educación y mucho menos cómo debe enseñar para que enseñen. Los conocimientos son imprescindibles pero en educación no son suficientes porque a los maestros de educación primaria a parte de los conocimientos disciplinarios que deben adquirir hay que enseñarles el cómo los deben enseñar a sus futuros alumnos.

En la Educación secundaria el profesor, en ambas modalidades académica y profesional, debe realizar un proceso formativo en didácticas especiales, en pedagogía y psicología que no sea un trámite para poder presentarse al (DIR) hoy oposiciones como resultaba ser el famoso y obsoleto Curso de Adaptación Pedagógica (CAP). Actualmente el Master de Secundaria, como sustituto del CAP no es dirigido, organizado, estructurado por las Facultades de Educación y eso, es sencillamente un grave error conceptual siempre que entandamos que las Facultades de Educación son las que tienen los conocimientos pertinentes para formar a los profesionales de la educación. Parece paradójico y así es, que este master educativo sea dirigido por un profesional que nada entiende ni sabe de educación aunque, posiblemente sea un sabio de su área de conocimiento.

En definitiva se impone un Pacto Nacional por la Educación que sea capaz de realizar los cambios necesarios y perentorios en el sistema educativo español sino queremos que la educación siga a la deriva de las voluntades del partido que gane las elecciones generales y que por lo tanto se considere con el derecho de imponer el sistema educativo que más interese a su ideología como viene siendo habitual desde el año de 1978.