Opinión
"Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarle...la estrella que habían visto iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. ... Entraron en la casa y vieron al niño con su madre María y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus cofres le ofrecieron oro, incienso y mirra... Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino". (Mt 2)
El término epifanía proviene del griego y significa manifestación. Suele tener connotaciones fundamentalmente religiosas, pero también culturales en las que profetas, astrónomos, brujos, chamanes y adivinos interpretaban distintas señales que resultaban imperceptibles para quienes escuchaban o seguían.
En la Iglesia católica y ortodoxa, se trata de una celebración religiosa ancestral, si bien es en la primera donde el seis de enero se conmemora la llegada de los Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar, guiados por el extraordinario resplandor de una estrella nunca vista y que, para ellos, expertos en descifrar el firmamento, resultó ser especialmente atrayente.
Esta festividad es considerada por la Iglesia como la manifestación del misterio del Nacimiento del Hijo de Dios al mundo pagano. (La iglesia ortodoxa, celebra en esta fecha la manifestación del hecho mismo de la Encarnación).
En el pasaje que Mateo narra, existe un elemento central, que por un momento deja en segundo lugar a los personajes que intervienen: Una estrella que irradia una luz profética, nueva, distinta y atrayente; tanto es así que contagiados de la curiosidad por conocer más de ella y de lo que anuncia, no dudan en seguirla.
Al llegar al lugar del nacimiento, esa estrella que ha servido de guía durante el camino, se trasforma en la visión de un niño recién nacido. Y es en ese momento cuando tiene lugar manifestación, la visión directa de algo (alguien) que para ellos la luz de esa estrella presagiaba; en la inocencia, precariedad, humildad, nimiedad y pobreza de un recién nacido y de su entorno, adivinan la grandeza de un acontecimiento, del Acontecimiento. Embargados de esa emoción y de la Fe, le ofrecen entonces lo mejor de aquello que trasportan en su comitiva.
Es el reconocimiento, el agradecimiento que los Magos ponen a sus pies por haber sido testigos privilegiados del mayor acontecimiento acaecido hasta entonces en la historia; no sólo el mayor sino el más determinante, a los ojos de su recién estrenada Fe. Llevados de ese convencimiento, iluminados por esa luz que ya no es de una estrella profética sino de una revelación, caen en la cuenta de que deben tomar otro camino para salvaguardar la vida de un niño que no es un recién nacido más sino el hijo de Dios.
La luz de esa estrella que procuró el interés de los Magos por conocer un fenómeno cósico de carácter científico, astronómico, acabó transformándose en otra luz que dejó de estar en el firmamento para iluminar sus corazones y así reconocer la enorme belleza de lo que allí estaba sucediendo.