Opinión
Una serie de reflexiones me han surgido después de ver la película Esquilache, de Josefina Molina, que recrea el famoso motín de 1766, siendo rey Carlos III. Se refleja a la nobleza, la manipulación al pueblo, la ignorancia, el cruce de intereses, la endogamia, la ausencia de líderes honestos, el rechazo a lo bueno de fuera, a un rey, Carlos III, que amaba cambios, con inquietudes culturales y urbanísticas de las cuales salió beneficiada Madrid, aunque dentro del marco de la Monarquía Absoluta. En un país donde no prevalecía la unidad ni la búsqueda y el deseo de alcanzar una auténtica y verdadera libertad.
Un pueblo al que se le consideraba menor de edad y que hoy día, revisada la historia a través de esta película, determinados sectores pretenden que continúe siéndolo.
A veces pienso que los silencios, el respeto, la actitud diplomática y pretender el diálogo, sólo benefician a determinados poderes mediáticos, a quienes detrás de sus intereses está el beneficiar a los privilegiados de siempre, quienes dominan los poderes energéticos y financieros. Pero una llamada de atención reflexionando por medio de esta obra y refrescada así la memoria de nuestra historia, me hace centrarme en que para quienes desean la libertada y la unidad el mejor método es la democracia y, aunque parece que en el régimen se permiten los embustes, el insulto y el odio, sin embargo, el respeto y el diálogo son señas de identidad ineludibles en este sistema político. Practicarlo no significa que un ciudadano deba ser considerado como ignorante o permisivo.
Opino que hasta el 23 de julio, fecha de las próximas elecciones generales, tiene que alzarse la voz de la autenticidad, de quienes han trabajado para mejorar la vida de la ciudadanía y para que avance el país. Esto lo ha realizado el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, que ha liderado con todo su equipo de coalición los mayores cambios y el más amplio conjunto de leyes y de medidas para que la ciudadanía salga beneficiada y España avance.
Esta realidad la han secundado innumerables alcaldes y concejales, cuya mención y actitud positiva por estos resultados llenarían un libro. En este breve artículo sólo voy a nombrar a unas cuantas personas: Óscar Puente, alcalde de Valladolid, una de las ciudades que en estas dos últimas legislaturas ha alcanzado bajo su mandato y su gran equipo de gobierno unos niveles de desarrollo económico, empresarial, industrial, cultural, de movilidad y de economía sostenible que destacan a nivel nacional y europeo. Sus señas de identidad han sido el trabajo, el compromiso, los proyectos a pleno rendimiento diario. También mencionaré a José Manuel Caballero, presidente de la Diputación de Ciudad Real, que no ha cesado de trabajar por elevar el nivel de las zonas rurales de esta provincia y de sus pueblos. A Elena Moraleda, candidata a la alcaldía de Membrilla, joven, bien formada y con experiencia en la política, acompañada, además, de un equipo con el mismo perfil y muchas ilusiones porque se produjera un cambio a mejor en el municipio ciudadrealeño. Por último, mi recuerdo emocionado a Ceuta por las inversiones y el Plan Estratégico del Gobierno Nacional.
Tenemos que levantar la voz, con respeto, pero sin callarnos y que no dejen de oírse los ecos de lo que se ha realizado, porque existe el peligro, como se ha demostrado ya, lo cual ha manifestado el presidente de la nación, quien con su equipo ha superado en esta legislatura cuatro crisis sobrevenidas de forma inesperada: pandemia, erupción del volcán de la Palma, la tormenta de nieve Filomena y la guerra de Ucrania, de que quienes sustituyeran su gobierno de avances y compromisos quieran derogar:
El aumento del salario mínimo y volver a los 735 euros de Rajoy.
Eliminar la reforma laboral e imponer la precariedad en los contratos.
Suprimir el Ingreso Mínimo Vital.
Recortar y no reforzar nuestro sistema sanitario y retomar con mayor intensidad las privatizaciones.
Frenar las inversiones en energías renovables y la reindustrialización de muchos territorios.
Que las pensiones se reduzcan al 0,25 % y no suban conforme al IPC.
Que no conviertan la Presidencia Europea de España en un barrizal como han intentado hacer con los Fondos Europeos y la solución ibérica.
Que la pedagogía abra la puerta del entendimiento y que no triunfe la mentira y el desconcierto, con aseveraciones falsas. La Cataluña actual está mucho mejor que la que dejó Rajoy. El terrorismo terminó hace 12 años, siendo presidente, José Luis Rodríguez Zapatero y ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba.
El odio, el insulto y el despotismo pretenden que retrocedamos a un nuevo periodo negro de la historia de nuestro país, en el que saldrán perjudicadas las clases medias y trabajadoras.
Que se explique bien el gran papel desempeñado por España en Europa y en todos los foros internacionales, con un presidente del Gobierno que ha sabido estar a la altura de las circunstancias y defender como corresponde los intereses de nuestro país.
Es bueno repasar de nuevo la historia de España a través de una película bien argumentada.