Opinión
26/01/2020
Este mundo es complejo, muy complejo aunque a veces queramos verlo con una simplicidad escalofriante. Millones de afectividades, formas de ser, conflictos, admiraciones, competitividades, envidias, escaladas, pedaladas…la vida misma. La sociedad se presenta así como una inmensa serpiente multicolor de culturas, sicologías y convicciones. Sin embargo y dentro de este enorme pelotón pedaleamos corredores de muy diversa índole. En esta caravana vital que es nuestra errante sociedad encontramos como no puede ser de otra manera a una mayoría que día a día camina silenciosa, anónima y que responde a unos parámetros de esa normalidad compensatoria que confieren virtudes y defectos.
Pero existen unos cuantos o unos muchos, según queramos verlo, que eso de pertenecer al vulgo, al pelotón de la sociedad no va con ellos. Y da igual que la etapa de ese día sea en llano o de montaña y no digo nada si es una etapa contra el crono. ¿De quiénes estoy hablando? Pues de los que siempre creen que van delante y nunca llegan y de los que se empeñan en ir detrás y acaban llegando aunque sea tarde. De aquellos que van de “sobrados”, de los que con más o menos consciencia van de listos por la vida, empeñados en decir a los demás ¿qué será lo que yo ignore? Esos que allá donde estén tienen que ser los que marquen por narices, los espacios, los tiempos, los temas y las decisiones. Los profetas de la cara dura y cartón piedra. Aquellos que resultan tan estomagantes como ridículos. Como diría un conocido catedrático de matemáticas, son los que tienen” simplejo” de superioridad y que nada tienen que ver con el complejo simplicial que se estudia en topología algebraica.
Por defecto y en el otro extremo del auto-aprecio personal nos podemos encontrar con aquellos que se consideran menos preparados que los demás. En este caso sus complejos resultan más humanos y asumibles. En sicología los complejos se definen como mecanismos de compensación ante carencias. Curiosamente el que se considera superior esconde una falta de seguridad y conocimiento de sí mismo mientras que quien se flagela sicológicamente con el complejo de inferioridad está escondiendo un conocimiento más exacto de su propia realidad y que no suele ser casi nunca menor.
Quien tiene complejo de inferioridad adolece de falta de aprecio a sí mismo, sin embargo es una “enfermedad” curable con el ánimo y el apoyo de otros. El que “goza” con su “simplejo” de superioridad que es la estupidez del pensamiento, esa enfermedad suele presentarse casi siempre como incurable.
Curiosa serpiente multicolor ésta que es la sociedad en la que vivimos y donde cada uno debe esforzarse a diario para llegar a la meta, aunque sea fuera de control; en eso consiste el mejor premio de todos los días para cada uno de nosotros. Los “fantasmas”, sin embargo, aunque nos intenten confundir, no saben montar en bicicleta.
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