Opinión
08/09/2019
Charles Darwin fue un biólogo autodidacta que hace ciento cincuenta años postuló los cinco principios sobre los que se basa la teoría de la evolución de las especies. Según este inglés taciturno y solitario, gran estudioso de muchas especies y minucioso observador de ellas en sus múltiples viajes, una determinada especie siempre es el resultado de la evolución de otra especie anterior. Y en esta evolución, en esta transformación, únicamente sobreviven los mejor adaptados a esa nueva situación, los más fuertes, sin actuaciones de agentes ajenos al proceso que influyan en ningún sentido. O sea la selección natural en estado puro.
La fuerza de los fenómenos físicos como elementos decisorios en la evolución de las formas de vida; así hasta que en la cúspide de esta evolución, después de dejar atrás en los últimos cinco millones de años a otras especies de “homínidos” con nombres muy difíciles de pronunciar y con menos suerte, hemos aparecido como quien dice hace un rato cósmico, hace doscientos mil años, los “homos sapiens”, o sea los homínidos más inteligentes…de momento y que sepamos.
Si hacemos caso a Darwin las preguntas surgen entre la curiosidad y despreocupación: ¿Cómo seremos dentro de otro rato? Es decir ¿dentro de unos cuantos cientos de miles de años? ¿Seguiremos en la senda del desarrollo de la inteligencia adquirida? ¿Todos los descendientes de los “homos sapiens” actuales seremos capaces de adaptarnos a la evolución que según Darwin inevitable seguirá existiendo o quedarán en el camino seres humanos incapaces de adaptarse a esa nueva situación?
¿Aparecerán subespecies que se hagan inviables, y se extingan? Después de Darwin ha llovido mucho, casi todo lo caído en el mundo de la genética, de la bioquímica y de la antropología. Pero la idea que subyace en la filosofía de los postulados de Darwin sigue existiendo.
¿Es el hombre el estadio final, el último eslabón en la evolución de las especies? Este homínido inteligente y erecto que es capaz de reír, de tropezar muchas veces en la misma piedra y de inventar “la teoría de la relatividad” ¿Podrán sus conocimientos vencer al destino “naturalmente elitista” al que según Darwin estamos abocados? Enhorabuena muy por anticipado a los que vivan por entonces para descubrirlo.
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