Opinión

11/05/2019

Las cinco grandes batallas de Ciudad Real

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

Se nos ha dicho, por activa y por pasiva, que la Mancha, siempre, ha sido un lugar de paso. Es verdad que esta afirmación lleva anexionada un mucho de desprecio por nuestra tierra y por nuestra cultura castellano- manchega. En lugar de tildarnos como tierra de paso mejor hubiera sido que se nos hubiera bautizado como tierra de frontera y espacio geográfico de producción de los mejores vinos de España; pero no fue así y ahora toca demostrar que los castellanos nuevos, como antes se decía, son hombres y mujeres que han sabido, a lo largo de la historia, demostrar su valentía, su heroicidad y su sacrificio en pro de los valores nacionales españoles. Parece justo recordar a autores como Antonio Martín de Consuegra Gómez, Antonio Merlo Delgado, Juan, A de, Caballero o a Francisco de Rades y Andrada que tanto han hecho por nuestra historia.

La primera muestra de este valor ocurrió en el año 1195 cuando en las laderas del monte de Alarcos, coronado por, la que según Alfonso VIII, iba a ser una gran ciudad, una ciudad fortificada y casi inexpugnable, en la mañana del 18 de julio de 1195 se ubicaron las innumerables tropas almohades, comandadas por Abu Yaqub Yusuf al Mansur quien en 1190 había pactado con el rey castellano un periodo de paz, con el objetivo de frenar el avance de los ejércitos de Castilla sobre al-Ándalus. El Arzobispo de Toledo Martín López de Pisuerga rompe el pacto y penetra en las coras de Jaén y Córdoba saqueando las cercanías almohades de Sevilla, capital de Al Mansur. El mismo rey Alfonso XVIII comete la imprudencia de retar a Al Mansur a luchar en campo abierto cuando aún estaba fortificando la ciudad de Alarcos, éste acepta el reto y al día siguiente de llegar a las estribaciones del monte donde se ubicaba la ciudad en construcción de Alarcos, 19 de julio, con un calor de justicia, comienza la batalla más dura, cruel e inhumana con un final totalmente adverso para las tropas castellanas que no supieron esperar los refuerzos que llegaban del norte de España y en la que murieron miles y miles de soldados entre ellos el Obispo de Ávila, Segovia y Sigüenza y los maestres de la Orden de Santiago y el de Évora. Al Mansur se adueñó de toda la Mancha y por este hecho de armas se retrocedió la frontera de la reconquista hasta las puertas de Toledo donde se refugió el rey castellano Alfonso XVIII para rehacerse de la derrota e ir recomponiendo el gran ejército que derrotará a los almohades comandado por Muhammad an- Nasir en las Navas de Tolosa en el año 1212.

Se dice, que en Ciudad Real se conmemora una derrota de los ejércitos castellanos y esto no es cierto porque la fiesta de Alarcos está dedicada a la Virgen de la nueva ermita que rehiciera el rey Alfonso XVIII después de haber derrotado a los árabes en la famosa batalla de las Navas de Tolosa.

Es conocida la rivalidad casi permanente entre las Orden de Calatrava y los habitantes de la villa Real, tal vez por esta rivalidad y por la desconfianza de los reyes con la orden fue por lo que Alfonso X fundara Ciudad Real o la ciudad del rey. El Maestre de la Orden de Calatrava Garci López de Padilla había sufrido una gran derrota por la Taifa de Jaén en el año de 1328 por lo que se le sublevaron sus huestes especialmente frey Juan de Núñez de Prado que era Clavero de la Orden. El alcalde, de la Villa Real, Quesada les acoge en el Alcázar de la Ciudad y ante posibles represalias solicita ayuda a otras ciudades de realengo como Baeza, Córdoba y Toledo al mismo tiempo que informa del hecho al infante Felipe.

Enterado el Maestre Garci López de Padilla , reúne a sus mesnadas y entre el mes de julio y agosto parte hacia Miguelturra quemando y arrasando todo lo que encuentra a su paso; ante el grave peligro que se cierne sobre las tropas realengas, las milicias de villa Real con su alcalde a la cabeza y el resto de la tropas sublevadas al mando de Diego Sánchez de Viezma, salen al encuentro del Maestre para cogerlo por la retaguardia, pero éste se da cuenta de la emboscada y, rápidamente por el camino de Peralbillo, se enfrenta, en el llamado Pago de Malas Tardes, los dos ejércitos luchando durante muchas horas hasta que por fin el las mesnadas del Maestre son totalmente derrotadas y perseguidas mucho más allá de Miguelturra, que es tomada a sangre y fuego por las tropas reales.

Cuarenta y un años más tarde, concretamente el 14 de marzo de 1369, se produce la batalla fratricida, conocida como la batalla del Castillo de Montiel, por ser el lugar donde se desarrollaron los hecho que cambiaron la historia y el rumbo de Castilla. Pedro I el Cruel o Justiciero era el hijo legítimo de Alfonso XI y María de Portugal y su hermanastro Enrique II era el cuarto de los diez hijos que Alfonso XI tuvo con su amante Leonor de Guzmán.

La lucha entre ambos fue atroz, larga y cruenta con apoyos de muy diferentes partes de España y Francia, con derrotas y victorias hasta que las tropas comandadas por Enrique II se enfrentan junto al castillo de Montiel con el ejército de Pedro I quien, después de ser vencido, se refugia en el castillo rodeado por las fuerzas de su hermanastro. Es entonces cuando el jefe de las compañías de mercenarios el francés Bertrán Du Guesclin convence a Pedro I para que abandone el castillo y así pueda huir, pero en lugar de conseguirle la huida le lleva al campamento de Enrique II. Luchan los dos hermanos y es, en este momento, cuando Guesclin cogiendo de los pies a su señor el Rey Enrique II le da la vuelta y le coloca encima de su hermanastro quién le clava su puñal matándolo en el acto, después, cortando su cabeza, la pasea por el campamento y expone su cuerpo para ser devorado por las alimañas en señal de fuerza y de odio. Así termina esta guerra entres medios hermanos. Yo no pongo ni quito rey alguno, solo estoy ayudando a mi señor.

A pesar de los problemas sucesorios entre los reyes católicos y refriegas entre la orden de Calatrava y los realengos, podríamos decir que hasta 1808 es decir casi en 439 años de historia, en nuestra provincia no se desarrolló ninguna gran contienda bélica. Así pues, por el tratado de Fontainebleau entre España y Francia, establecido el 27 de octubre de 1807, el primer ministro español, Manuel Godoy permite que el ejército francés, al mando del general Junot, cruce toda España para atacar a Portugal, pero este permiso se convirtió en una verdadera ocupación de todo el país, por lo que, a partir del dos de mayo en Madrid, toda España se puso en lucha contra los franceses, comenzando la famosa y desgraciada guerra de la Independencia.

El 23 de mayo de 1808 el general Dupont cruzó de nuevo casi toda España con ocasión de liberar la escuadra francesa bloqueada por los ingleses en la baía de Cádiz. Por el camino iba dejando destacamentos para paliar los posibles abastos de las tropas. En Santa Cruz de Mudela dejó para este y otros cometidos unos quinientos soldados. Unos días después, concretamente el cinco de junio del mismo año, los vecinos de este pequeño pueblo manchego asaltaron el retén de los franceses, matando a más de doscientos soldados y poniendo en fuga al resto, debido a que algunos, durante los días previos, habían destrozado los ornamentos sagrados de su iglesia al mismo tiempos que otros también habían saqueado la ermita de las Aberturas.

Cuando los soldados huidos llegan a Valdepeñas a pedir auxilio son prácticamente aniquilados y los pocos que pueden huir piden refuerzo al general francés Liger_ Belair quien organiza un ejército para marchar contra Valdepeñas. Los valdepeñeros organizados por la Junta local de defensa formada por diez personas entre los que se encontraban el sacerdote Juan Antonio León Vezares ( cura calao), Manuel Madero Candelas ( el contrabandista), Miguel Gregorio ( el mercader) Juana Galán (La Galana), Francisco Abad Moreno ( Chaleco), la Fraila, Juan Toledo y Juan Vacas levantan barricadas en el camino real ( Seis de Junio) y se aprestan a la lucha sin igual. Las fuerzas francesas son repelidas y pierden muchísimas vidas sin poder conseguir su objetivo. Entonces el general Liger recurre a una estratagema que consiste en prender fuego la ciudad, de tal manera que hasta quinientas casas empezaron a arder. Entre el humo, el calor, el olor a sangre, odio y sudor el ambiente se hacía insoportable.

Los franceses eran incapaces de controlar la situación, por doquier había lucha y muerte, los valdepeñeros atacaban por todas partes a un ejército preparado para el combate, pero aquello era desconocido para los vencedores de media Europa de tal manera que se vieron obligados a solicitar un alto el fuego para poder establecer una tregua. La Junta Local de Defensa propuso que las tropas francesas se retiraran a una legua y media de la población y que nunca más entraran en el pueblo a cambio se comprometían a prestar el auxilio y víveres necesarios para las fuerzas que aún quedaban en pie. La aceptación del plan por parte del general Liger acabó con la lucha cuerpo a cuerpo

Poco más de un año había pasado desde la cruenta batalla de Valdepeñas, concretamente entre el 26 y 27 de marzo de 1809 se enfrentaron los ejércitos napoleónicos y los ejércitos españoles en Ciudad Real. Las Tropas francesas quieren asegurar las comunicaciones, por medio de una red de caminos Reales y de herradura existentes, entre Madrid y Andalucía para lo que es preciso controlar las vegas del Guadiana, por este motivo el ejército Imperial francés, mandado por el general Sebastiani, se enfrenta al ejército de la Mancha del general José de Urbina ( Conde de Castaojal). Participaron más de 5.000 soldados para lo que fue preciso movilizar las milicias patrióticas de Ciudad Real, Pozuelo de Calatrava Miguelturra y Carrión de Calatrava que lucharon en las inmediaciones del puente Nolaya sobre el río Guadiana.

La batalla fue durísima pero al final la superioridad del ejército francés derrotó al español causándole más de dos mil bajas y ocupando la Ciudad Real y casi toda su provincia abriendo todas las comunicaciones con Andalucía e instalando la guarnición de la Caballería en el Cuartel de la Misericordia y cuerpos menores en Almagro, Daimiel y en el castillo de Manzanares.

La Mancha siempre ha sido tierra de conquista, tierra de hidalgos, tierra de nobles y, juntamente con Castilla, el granero de España.

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