Opinión
02/05/2019
En una de las paredes del claustro de la Universidad Pontificia de Salamanca aparece escrita la frase que en su día pronunciara el entonces presidente del gobierno, primero de nuestra democracia, Adolfo Suarez: La concordia fue posible. Cuarenta años después cabe preguntarse si esa frase sigue vigente, si hemos avanzado en esa concordia o al contrario, lejos de hacerlo la estamos enrareciendo.
Que la democracia es el único sistema político justo es algo en que casi todos estamos de acuerdo. Sin embargo por la puerta de este gran espacio abierto a todos, pueden penetrar caballos de Troya, partidos que valiéndose de la libertad y tolerancia que toda democracia contiene, la aprovechan para intentar establecer sus regímenes exclusivos y divergentes desde ambos extremos del espectro, eso sí, legitimados desde las urnas.. Es por eso que la democracia deja en manos de la ciudadanía su propio destino, siendo ella su única responsable.
En la España de ahora mismo existen tres partidos defensores de la Constitución, herramienta de consenso que dio paso a esa concordia a la que Suarez hizo mención y por ello convergentes; dos partidos que pretenden eliminar artículos fundamentales, tales como el modelo de Estado o de las Autonomías amén de otras cuestiones, erigiendo políticas excluyentes con tintes totalitarios y por ello divergentes; y por último un conglomerado de partidos nacionalistas integrados muy mayoritariamente por quienes quieren independizarse.
Si atendemos a los resultados de las últimas Elecciones Generales del pasado veintiocho de abril, vemos que casi diez y seis millones de votantes han optado por los primeros, seis millones y medio han votado a los segundos y dos y medio a los terceros. Traducido en número de escaños, doscientos cuarenta y seis a los primeros, sesenta y seis a los segundos y treinta y ocho a los terceros.
Estas cifran creo que hablan bien a las claras sobre dos cuestiones: La primera, que una inmensa mayoría de la ciudadanía sigue optando por esa concordia pese a los desgastes, errores y serios contratiempos que nuestra ya no tan joven democracia ha padecido. Y segundo, que su desarrollo y madurez debe estar por lógica en manos de esa mayoría. Ni los populismos exclusivistas y totalitarios y por supuesto los independentistas, que no quieren diálogo sino anteriormente dinero y ya saciados, la secesión, van a colaborar en hacer una democracia convergente e inclusiva sobre la que asentar una amplia sociedad afable y justa.
Dicho esto y viendo el resultado de estas últimas elecciones con una victoria amplísima e incontestable del PSOE, la mejor opción creo que sería procurar un gobierno socialista en minoría como comentaba Carmen Calvo, con la abstención del Partido Popular y Ciudadanos. De esta manera, estaríamos gobernados por un partido convergente, constitucionalista y libre de peligrosas hipotecas con totalitarios, siendo además una magnífica ocasión para que los partidos regionalistas que no quieren ser españoles dejaran de ser los protagonistas de nuestra política nacional. Y esta fórmula que expreso creo que sería la más acertada no solo para hoy, sino como filosofía de futuro, llámense como se llamen los partidos que existan entonces.
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