Opinión

08/04/2019

Maletas de mano

Por Fermín Gassol Peco

Si alguien de ustedes, supongo que sí, tiene pensado viajar próximamente en avión, mi consejo es que lleven el equipaje imprescindible, a ser posible redúzcanlo a una maleta y un bolso de mano; sí, a esas maletas que de llevarlas todos los pasajeros no cabrían en los compartimentos que están situados sobre las cabezas; el motivo, el alto riesgo de perder los bultos facturados y que al llegar a su destino la maleta se encuentre, bien en el aeropuerto del que salieron habiendo realizado un “viaje a ninguna parte”, en el aeropuerto de al lado o en las antípodas. La cosa puede tener un tinte más cinematográfico aún si viajan con varias y cada una elige su propio destino. Porque la cifra de maletas extraviadas a diario en todos los aeropuertos del mundo es de noventa mil y como las maletas que se pierden nunca son las mismas so pena que haya viajeros tan cenizos que siempre extravíen la suya, la noticia se sitúa entre alarmante y jocosa.

La cierto y verdad es que viendo el follón de gente en las terminales y la manera en que “tus pertenencias” son tratadas por algunos operarios cuando creen estar a salvo de miradas ajenas, los montones de maletas que circulan para un lado y otro en los vehículos de transporte, te explicas que puedan pasar estas cosas.

Pero llaman la atención dos cuestiones en esta ruleta de la fortuna aérea de pérdida de maletas: Su alto porcentaje de indeseable éxito, que noventa mil diarias son muchas maletas y el hecho de que la cantidad siempre sea en torno a esa cifra, lo que se convierte en un controlado desatino; porque resulta algo entre grandioso y esperpéntico que puedan controlarse cifras tan grandes de los errores cometidos y no se empleen más medios en evitarlos; sin embargo ya ven que eso sucede en todo el mundo, luego puede que sea parte del “encanto” de viajar por el cielo. 

El hecho de que más de dos millones de “intimidades” se pasen mensualmente dando vueltas por las cintas transportadoras de los aeropuertos sin que nadie las recoja, produce una cierta “sensación de orfandad” para nuestros enseres más cercanos. Cuando vemos en un aeropuerto a la cinta transportadora girando y girando con una única maleta dando vueltas y vueltas y con el anuncio de procedencia ya borrado, la imagen percibida es la de que algo con vida ha quedado abandonado, sin dueño, sin destino, cuan triste bulto inerte presintiendo que acaba de realizar el último viaje de su vida.

Podríamos decir que el destino de cada uno de nosotros está escrito en el viento y las estrellas y que el de los pasajeros aéreos suele tener también destino certero; sin embargo el de las maletas no está escrito ni en el viento ni en las etiquetas que llevan puestas, sino en el aire, sobre todo cuando las compañías aéreas se estrellan con su destino.

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