Opinión
14/03/2019
Cuando alguien piensa hacerse empresario son dos los móviles que empujan a hacerlo, la inquietud emprendedora y el beneficio a obtener con la explotación del negocio montado. Ambas motivaciones caminan unidas de manera inexcusablemente necesaria.
El empresario inteligente sabe sin embargo que a solas no puede hacerlo, que necesita de medios materiales y personas que le ayuden a llevar a cabo su proyecto con parecida ilusión; que su negocio a medida que crezca necesitará de una estructura financiera, logística pero sobre todo humana también mayor para poder mantenerlo.
Aquellas empresas que han alcanzado un desarrollo notable, el crecimiento lo han logrado haciendo las cosas con serena osadía, asentando previamente el nivel conseguido anteriormente, dando con el “quid” de las necesidades del sector y de la población, montando una idónea estrategia de ubicación, ofreciendo un precio competitivo para los clientes y lo más difícil de todo, manteniendo satisfecho al personal que trabaja en ella, logrando que el empleado se sienta orgulloso por seguir perteneciendo a la empresa en la que trabaja.
Quienes hemos sido trabajadores de una gran empresa sabemos que al principio la ilusión es grande, pero que resulta difícil mantenerla igual de viva pasados los años porque la inercia y el trabajo hacen que nos sintamos ya parte del éxito conseguido y lo que en un principio fue puro agradecimiento se convierte en un derecho adquirido.
El arte de dirigir consiste entre otras muchas cosas, en mantener ilusionado al empleado con pequeños detalles, económicos o de otra índole, demostrativos de que el dueño, todos los días al levantarse, piensa en el hombre o mujer que colabora en el éxito de su empresa con la misma intensidad que lo hace respecto al dinero que quiere ganar en esa jornada.
Y es que las personas significan mucho más que recursos, que puros medios para alcanzar un fin. Los empleados de una empresa son quienes con su comportamiento hacen posible que el negocio consiga mayores beneficios. Los trabajadores resultan ser así el mejor valor añadido en una empresa. Cuestión de justicia, sensibilidad e inteligencia.
©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es