Opinión
31/03/2018
Foto: lavozdelsandinismo.com
El síndrome de Savant siempre fue difícil de entender, un enigma, ya que se trata de personas que tienen un comportamiento social disfuncional, con unas capacidades cognitivas bajas y que muestran al mismo tiempo talentos excepcionales y especiales muy desarrollados, sin haberlos practicado nunca. Por ejemplo, para el cálculo, la memoria, la música. Estas habilidades extraordinarias se dan dentro de un océano de discapacidades elementales en la persona y se les conocen como islotes de sabiduría.
Darold Treffert es el principal investigador actual que impulsó el estudio de este síndrome. Pero su primera descripción es de finales del siglo XVIII. La hizo en 1789 Benjamín Rush, un médico americano muy activo, tanto en la independencia de su país como en la abolición de la esclavitud. Rush se encontró con el extraño fenómeno que presentaba Thomas Fuller, vio que era capaz de calcular mentalmente los segundos de vida de cualquier persona de la que se le dijese su edad y que aparte de eso era incapaz de comprender nada más allá de la contabilidad básica. Pero en realidad fue el médico londinense John L. Down quien acuñó en el Siglo XIX por primera vez el término idiot savant (sabio idiota), para referirse a los niños con discapacidades mentales que poseían una memoria prodigiosa y unas facultades extraordinarias para el cálculo, la memoria o las artes. Este médico es más conocido por descubrir la trisomía del cromosoma 21, causante del síndrome de Down, que lleva su nombre. En 1887 presentó diez casos de savants, en una conferencia que dio en la Royal Society of Medicine. Entre ellos se encontraba un niño que había memorizado los seis volúmenes de la obra de Edward Gibbon Historia de la decadencia y caída del imperio romano y era capaz de recitarlos literalmente. El término fue muy utilizado, pero se encuentra actualmente en desuso por el vocablo peyorativo de idiota, aunque bien es verdad que en su tiempo, era un término de uso común en la comunidad científica que refería a las formas más graves de retraso mental. Un siglo después, en 1998, el psiquiatra de Darold Treffert sustituyó esa denominación solo por Síndrome de savant, que es como se le conoce en la actualidad.
Es un trastorno poco frecuente, se cree que hay menos de 50 savants en el mundo, y menos de cien en la literatura médica. Se considera que la mitad presentan un trastorno del espectro autista, que se caracteriza por la falta de interacción social, por alteraciones de la comunicación verbal y no verbal, y por presentar comportamientos repetitivos y estereotipados. El resto de los savants presentan cierto retraso mental. Uno de cada diez autistas tiene habilidades de un savant. Y la mitad de los savants son autistas.
En la última veintena se han hecho progresos para desvelar este síndrome sorprendente y lograr alguna comprensión. Dorald Treffert agrupa sus capacidades especiales en varios tipos: para el arte (música, pintura, escultura); para calcular fechas, manejar mentalmente calendarios enteros y recordar sucesos y datos referentes a cada uno de los días; para realizar cálculos complejos y precisos de matemáticas de forma instantánea; para medir distancias con exactitud sin instrumentos, o memorizar e interiorizar en su mente mapas y direcciones.
Treffert considera que estos islotes de sabiduría se deben a que parte del hemisferio cerebral izquierdo, el dominante, está dañado, y que para compensar este daño se produce un aumento de la actividad del hemisferio derecho, y se crean nuevas conexiones neuronales entre zonas que antes no estaban ligadas, despertando así capacidades latentes que hasta entonces habían pasado desapercibidas. Esto es, se produce “una liberación de la tiranía del hemisferio izquierdo”, en términos de Treffert. Lo describe, en su libro “Gente extraordinaria: entendiendo el síndrome de Savant”. Esta hipótesis de que la existencia de daño cerebral en el hemisferio izquierdo libera al derecho ha sido respaldada por pruebas de neuroimagen funcional. De hecho, su relación con los trastornos del espectro autista está hoy mucho más justificada desde su neuropatología.
En el cine tenemos un buen ejemplo basado en la vida de un savant. Es la película Rain Man de Barry Levinson, de 1988, su papel fue interpretado magistralmente por Dustin Hoffman, a quien le valió el Oscar al mejor actor. Se inspira en Kim Peek, que murió en 2009 a la edad de 58 años. Sabía de memoria más de 10.000 libros, era capaz de calcular fácilmente las fechas pasadas y futuras del calendario, las de la composición y estreno de obras de música, decir quién era su autor con detalles biográficos. Podía recordar canciones indefinidamente e interpretarlas, leer y aprender de memoria la página de un libro en un instante. Se sabía todos los mapas y los códigos urbanos estadounidenses, lo que le permitía indicar cómo se iba de un lugar a otro en esas ciudades o de una ciudad a otra aunque no las conociese. Todo ello chocaba con que no pudiese ser capaz de llevar una vida autónoma, ni llevar a cabo tareas básicas de la vida diaria. Era un savant no autista, era muy sociable y no le molestaba el contacto. Tenía un retraso mental leve y caminaba mal.
Como podemos comprobar por mucho que se haya estudiado el cerebro, se conozcan las actividades de las neuronas, las áreas cerebrales que pueden estar relacionadas con conductas y conocimientos, sigue siendo un gran misterio. El descubrimiento de anomalías o alteraciones de este órgano en cualquier padecimiento no explica el fenómeno en sí, ni sus disfunciones ni sus prodigios. Los aspectos biológicos y comportamentales siguen siendo dos perspectivas diferentes de una misma realidad, que de momento no han logrado fusionarse, nada más que de una forma hipotética y tosca. La una no explica a la otra en toda su complejidad ni viceversa. Todavía tenemos mucho camino que andar para integrarlas en su singularidad.
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