07/09/2017
-Aprovecho que todavía faltan dos semanas para a la inauguración de la nueva temporada de VERSIÓN UCLM y un mes para MediCine (Los Clásicos del Deicy y Los Jueves al Cine nunca descansan salvo festivos) para marcarme una de esas felices sesiones maratonianas de cine en casa. Así que vuelvo sobre una de mis tantísimas películas favoritas de todos los tiempos, DOCTOR ZHIVAGO (DOCTOR ZHIVAGO):
Es también una magnífica excusa para recuperar un artículo que publicara en este mismo periódico con motivo del fallecimiento de su protagonista, el actor egipcio Omar Sharif.
Varios años después de finalizada la Revolución Bolchevique en Rusia. Una adolescente, una balalaika y un hombre ya maduro a la búsqueda de la hija de su hermanastro. Así comienza una de las cumbres de la historia del cine. Un larguísimo “flash-back” buceará en las almas y en los acontecimientos de un pasado repleto de drama, pasión, coraje, belleza y sinrazón. Como la vida misma.
Se cumplen 50 años, unas inmejorables bodas de oro en cualquier pareja de lo más avenida, de una superproducción con la que la todopoderosa Metro Goldwyn Mayer conseguiría levantar muy alta la cabeza tras el batacazo morrocotudo de la, por otra parte, igualmente espléndida REBELIÓN A BORDO. Y esto atañe mucho a España, pues fue aquí donde tuvo lugar la práctica totalidad de su rodaje, con un considerable flujo de actores –en pequeños cometidos- y técnicos autóctonos. Para más señas, en los entrañables estudios CEA de Canillejas, en Soria una buena parte, en el recurrente El Espinar segoviano (la escena referida al tren blindado) o en Sierra Nevada.
Su director, el según van pasando las décadas cada vez más grandioso David Lean, venía de obtener un éxito clamoroso a todos los niveles con LAWRENCE DE ARABIA. El contrato con él firmado fue revolucionario para la época. El mayor sueldo otorgado hasta la fecha a un cineasta y una participación y un porcentaje en los beneficios.
Hicieron muy bien en jugársela, pues no imagino a otro mejor en su momento para llevar a cabo esta mastodóntica empresa que, como ha sido norma en su cine, sobre todo en el de su segunda etapa, la que abarca contrato con los grandes estudios hollywoodienses, no incapacitaba jamás su inmensa capacidad para crear intimismo del mejor. Es más, diría que le servía de excusa, algo no precisamente muy típico en proyectos de esta monumentalidad.
Precisamente esa es una de las mil cualidades de las que hace gala DOCTOR ZHIVAGO. La capacidad de insertar la intrahistoria, las peripecias individuales dentro de un gran acontecimiento histórico, en este caso la transición de la vieja Rusia a una nueva comunista o bolchevique, lo que prefieran.
El retrato llevado a cabo de sus personajes principales, Yuri Zhivago y Lara, resulta primoroso. El primero es un hombre solitario ya desde niño. Una secuencia resulta clave en el devenir del mismo y en la concepción de la propia trama, la del funeral de su madre. Un momento portentoso, con ese plano increíble del ataúd y esas paletadas de tierras que van golpeando en su mente. Y que ya desde ahí determinan el carácter panteísta de la propia obra cinematográfica.
Ella es una criatura adorable, bellísima, espiritual, casi etérea, capaz de preservar su dignidad en ambientes sumamente hostiles para poder mantenerla. E igualmente capaz de vivir con la máxima pasión su romance. Dos planos, entre otros muchos, son de lo más aclaratorios: el pañuelo que rechaza de ese tipo depravado –Steiger- que trata de gobernar su existencia y la mirada de admiración y amor hacia Yuri.
Llegado a este punto, cuán importantes y determinantes vuelven a ser las miradas. Las entabladas entre ellos sobre todo, pero también algunas melancólicas de otros personajes, o retadoras, dignas del mejor western. Y es que lirismo y épica acaban fundidos en la nieve, como en el mejor cine del maestro Ford, por el que Lean sentía verdadera reverencia. Es palpable en muchas imágenes, sin por ello resultar mimético en ningún instante.
Puesto que esta es una película plagada de montones de aciertos en la puesta en escena, junto a las miradas son significativos, esclarecedores y deslumbrantes otros muchos instantes forjados a través de ventanas y espejos. Como ejemplo ilustrativo, aquél de una sola toma con la que es rodado un suicidio… y no digo de quién, por si todavía hay espectadores o nuevas generaciones que la desconozcan.
Autoría mayor aparte, supone un triunfo del trabajo en equipo. De la dirección artística sobre todo. Cómo es ese palacio de hielo o cualquier rincón seleccionado y convenientemente depurado para transmitir que Madrid parezca la mismísima Moscú.
Y también constituye una victoria del apartado fotográfico a cuatro manos de Freddie Young y Nicolas Roeg. Y del prodigioso guión (basado en la novela del escritor y poeta Boris Pasternak, perseguido despiadadamente por esta publicación), sintetizador de más de 600 páginas y de una avalancha de individuos, llevado a cabo por un colaborador habitual de Lean, el talentoso Robert Bolt. Capaz de graduar en todo momentos los momentos de acción, sentimentales, dramáticos.
Del popular tema musical que lleva el título de ella compuesto por Maurice Jarre (con el que el director repetiría felizmente en LA HIJA DE RYAN, otra obra maestra injustamente incomprendida en su momento), el de Lara, poco tengo que comentar a estas alturas. Es de los imprescindibles cuando se encara una antología de los mismos.
Luego está Julie Christie, asunto aparte. Esos ojos marinos, ese insultante talento de una de las actrices más bellas que haya atravesado jamás una pantalla. Con la impagable compañía de Omar Sharif, él mismo una de las imágenes más poderosas, más icónicas de la integridad, de la nobleza de sentimientos, también de la confusión vital, o de la anteriormente citada soledad que pueda acompañar al ser humano.
No pierdan tampoco de vista las sensacionales composiciones de Alec Guinnes, Rod Steiger o Tom Courtenay. Y de otros muchos intérpretes más en cometidos de diversa o fugaz aparición, desde Geraldine Chaplin hasta una fugaz pero desgarradora aparición (es la mujer que cae al tren) de Lili Murati.
Fascinante, magnética, eterna, inmarchitable, sublime… DOCTOR ZHIVAGO, sólo con rememorar su nombre ya está todo dicho.
VOGEL, YURI ZHIVAGO, SHERIF ALI… DOCTOR ZHIVAGO
Me transmitía siempre que le veía en una pantalla, grande o pequeña, lo mismo que su personaje más célebre, Doctor Zhivago. Es decir, integridad, nobleza de sentimientos, serenidad ante la adversidad, apostura, tristeza, soledad y melancolía, mucha melancolía... generada por amores desvanecidos o por causas finalmente derrotadas.
Se llamaba Michel Demitri Chalhoub, pero este nombre no le dirá nada prácticamente a nadie. Pero si les indico el de Omar Sharif, seguro que son muchos los que apelarán a bellos recuerdos asociados al Séptimo Arte.
No me gusta en los obituarios referirme en exceso a las andanzas terrenales de los finados, a sus esplendores y miserias personales. En el caso del egipcio una cuestión era muy evidente, su innata capacidad seductora. Y eso que en realidad parece ser que fue solo un gran amor el que tuvo en su vida, la madre de su único hijo, Tarek, precisamente el que hacía de Zhivago niño en la mítica producción Metro filmada primorosamente por el genial David Lean. También parece ser que su carácter podía ir acompañado de elevados decibelios, que le gustaba mucho España y que era un gran apasionado del bridge. Y en este preciso instante desconecto de la nota de sociedad.
Voy a lo único que realmente me importa, a sus trabajos. Tengo tres favoritos: EL ÚLTIMO VALLE, el anteriormente mencionado de DOCTOR ZHIVAGO y LAWRENCE DE ARABIA, el que supusiera su descubrimiento para la industria hollywoodiense, en el papel del príncipe Sherif Ali que le valdría su primer Globo de Oro y su única nominación al Oscar (la secuencia de su primera aparición, como un punto en el desierto, ha quedado para las antologías). El segundo lo obtendría por ZHIVAGO. También obtuvo el César y el León de Oro del Festival de Venecia en 2003.
La primera es una de mis 10 películas favoritas de siempre. En este momento creo que figura en séptimo lugar, aunque con posibilidad de seguir remontando puestos. Tras EL HOMBRE TRANQUILO, JENNIE, MATAR A UN RUISEÑOR, EL APARTAMENTO, ¡QUÉ BELLO ES VIVIR! y DESAYUNO CON DIAMANTES.
La segunda, basada en la aclamada y perseguida en la extinta –desgraciadamente en cambio no todavía las veleidades imperialistas de sus actuales dirigentes- Unión Soviética novela de Boris Pasternak, está entre mis 20 preferidas. Y la tercera está entre las 50.
De EL ÚLTIMO VALLE quiero reafirmar que el papel por él recreado, el de Vogel, ese profesor universitario que en plena Guerra de los 30 años huye del horror y de un pasado doloroso, constituye uno de mis héroes de celuloide favoritos, junto al Atticus Finch encarnado por Gregory Peck en MATAR A UN RUISEÑOR y el George Bailey de James Stewart en ¡QUÉ BELLO ES VIVIR!. Su presencia supone, constata, que a veces huir resulta un signo no ya de supervivencia, sino por encima de ello de valentía e inteligencia ante el rechazo que supone casi siempre querer escuchar aquella verdad que nos molesta, ante la perpetua e imparable barbarie inherente al ser humano, verdadero lobo para los demás y para sí mismo.
Fue descubierto por su perfecto inglés, ni más ni menos que estudiado en la Royal Academy of Dramatic Art of London, cuando Lean buscaba árabes en Egipto que se manejaran en el idioma de Shakespeare con vistas a su monumental LAWRENCE... A partir de ahí su idilio con Occidente, ello sin hacer jamás omisión de sus raíces, sería un hecho consumado a lo largo del tiempo.
Nos legó otras varias estupendas películas y afortunadas apariciones. Por ejemplo, la de ese comandante nazi en Varsovia que investiga un asesinato en sus propias filas en LA NOCHE DE LOS GENERALES. La ya tardía del venerable, protector y reservado dueño de una pequeña tienda de la muy bonita EL SEÑOR IBRAHIM Y LAS FLORES DEL CORÁN. La del señorial mentor de Banderas, árabe de Nuevo, en EL GUERRERO NÚMERO 13. La del amante, judío y jugador, de Streisand en la impecable FUNNY GIRL. La del espía enamorado de “Mary Poppins” en LA SEMILLA DEL TAMARINDO del maestro Edwards. Y así un montón de títulos más: LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO, GENGHIS KHAN, ORGULLO DE ESTIRPE, EL ORO DE MACKENNA, CHÉ, EL ROLLS ROYCE AMARILLO, OCÉANOS DE FUEGO o TOP SECRET, en esta en una fugaz intervención como el simpático agente Cedric.
Sus criaturas partían y se construían siempre a través de esa mirada limpia, profunda y al frente que solía destilar. Nació cristiano, se convirtió en musulmán y acabó siendo ateo, aunque en realidad al final de su vida ya no sabía ni quién era, pues el pavoroso alzheimer lo devastó como a tantos.
Ha fallecido de un ataque de corazón en El Cairo a la edad de 83 años. Hasta siempre lúcido e instruido Vogel, adiós mi buen y solitario Yuri Zhivago, ma´a s-salamah príncipe Ali. Me gustaría darte las gracias por tanta felicidad otorgada al ritmo de la balalaika en memoria de tu eterna amada Lara.
Descansa en paz... Salam ali kum.
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