Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

16/02/2017

Miércoles, 15 de febrero

-Le vuelvo a conceder una oportunidad a HERMOSAS CRIATURAS (BEAUTIFUL CREATURES) pero no hay tu tía:

Me pareció un espanto cuando la vi en su estreno el 1 de marzo de 2013 y me lo vuelve a parecer cuatro años después. La he vuelto a transitar como concesión a una amiga, no creo que me pille en otra así.

Es uno de tantos sucedáneos surgidos al amparo de esa cosita intrascendente de diseño titulada CREPÚSCULO y secuelas (por cierto, su última entrega debo reconocer que mostraba una factura técnica al menos respetable). Es decir, romances pseudofantásticos adolescentes, aquí con leves apuntes humorísticos, aspecto que le resta trascendencia y gravedad, al contrario de lo que le sucedía a su inspiradora mayor. Cambien a vampiros y licántropos por brujas, aplicando la consabida y nada sorprendente fórmula de romance teen, más algún toque de aparente decoro a través de la presencia de actores del fuste de Jeremy Irons y Emma Thompson, y tendrán una foto muy aproximada de lo que va esto.

Su director, Richard LaGravenese, cuenta con algún trabajo respetable en su breve filmografía, como DIARIOS DE LA CALLE y, sobre todo, fue el guionista de varios títulos excelentes pero, sobre todo, de esa obra maestra titulada LOS PUENTES DE MADISON. Sin duda, ha bajado ostensiblemente el listón con este aséptico trabajo. La chica protagonista, Alice Englert, es la hija de la cineasta neozelandesa Jane Campion. Pone bobaliconas caras de misterio, algo más que su inexpresiva pareja, el sosainas Alden Ehrenreich.

Amenazaron con dos entregas más para completar una trilogía, pero dados los resultados de taquilla no creo que se vayan a llevar a cabo. Si finalmente se llevaran a cabo y decidieran continuar la línea aquí emprendida, que tan sólo me esperen porque no me quede más remedio que llevar a cabo mi cometido profesional.  

 

-Cuarta sesión de MediCine, esa iniciativa que mezcla cine y divulgación médica y que tiene lugar los terceros miércoles de cada mes en el Hospital General Universitario de Ciudad Real. Esta vez el tema elegido es la figura del médico y paciente. Se acompaña de la proyección de EL DOCTOR (THE DOCTOR):

Y como invitado en esta ocasión figura Juan Luis Santiago, perteneciente al Servicio de Dermatología del propio Hospital. El encuentro vuelve a mostrar la interacción entre informantes y asistentes.

El doctor del enunciado, de actitud fría e insensible, un tanto deshumanizada con sus pacientes, pasa a mostrar otra paulatina manera de comportarse y de ser a partir de que le es diagnosticado un cáncer. 

Tal premisa da pie a una precisa, detallada y quirúrgica narración de ese proceso de transformación.

La cineasta estadounidense Randa Haines no evita la delicada fontanería que salpica un conflicto de estas características pero no necesita para ello cargar en exceso las tintas. Muestra la dicotomía, el hecho de estar en uno u otro lado del  mediante un lenguaje claro, transparente y muy eficaz.

Son indudables las intenciones moralizantes, pero no me resultan en ningún momento molestas, groseras. Son abordadas con mucha destreza y habilidad, gracias también en buena medida al formidable trabajo interpretativo de un William Hurt en la cresta de la ola, con quien Haines ya había trabajado y triunfado cinco años antes en su opera prima, HIJOS DE UN DIOS MENOR. En aquélla ocasión describiendo la historia de amor entre una profesor  y una alumna sordomuda, lo que le valdría a su protagonista femenina, con idéntica discapacidad en la vida real, un cuestionado Oscar.

Como en esta, aquí también se impone un nada acomplejado registro melodramático, encauzado a base de delicadeza, agudeza e ir a la sustancia de lo que verdaderamente importa, sin adornos entorpecedores. Evitando caer en algo que hubiera sido fácilmente tentador, el exhibicionismo, el efectismo facilón o la truculencia emocional.

Va arropada por una buena banda sonora de Michael Convertino (MIL RAMOS DE ROSAS, TESS Y SU GUARDAESPALDAS, COSAS QUE HACER EN DENVER CUANDO ESTÁS MUERTO).

En esencia, un logradísimo retrato de un profesional que acaba revelando su parte más humana que provoca una legítima, reconstituyente, aleccionadora y comprensible emoción.

Apostilla:

Quirúrgica y conmovedora, en estos dos calificativos resumo el nuevo visionado de esta película, diez años después del último, el segundo de la misma. Quirúrgica por la manera de mostrar la transformación emocional de un profesional de la medicina. Y conmovedora apelando a una sobriedad digna de todo elogio.

Igualmente los asuntos temáticos, que son abundantes –desde el mal entendido corporativismo a los peritajes falsos pasando por el de fondo referido a la bioética- podría condensarlos en dos: Empatía y vulnerabilidad. La primera, la necesaria, en una relación médico-paciente… y en tantas otras más, claro. La segunda, define el sentimiento experimentado cuando hemos tenido que adoptar este último rol.

La solidez narrativa de Randa Haines se impone en todo momento. No me chirría nada, todo su andamiaje dramático está concebido de manera rigurosa, evitando los lacrimógenos facilones, tirando de muchísimo oficio. Lástima que su carrera cinematográfica la compongan tan sólo 3 títulos, éste, el igualmente magnífico y anterior HIJOS DE UN DIOS MENOR y el último y más bien discreto BAILA CONMIGO con el cantante Chayanne.

Es verdad que es fundamentalmente una realizadora televisora, llegando a alcanzar el Emmy una de sus obras para la otra –lo de pequeña ya se está quedando obsoleto- pantalla, AMELIA MI HIJA MI AMOR, una dura historia de incesto. No se olvide tampoco que fue la productora del primer trabajo como cineasta de Denzel Washingon –de actualidad por el último, el nominado al Oscar FENCES-, el respetable ANTWONE FISHER.

Se nota también su mano manejando a los actores. A William Hurt casi no hace falta que nadie le dé órdenes, es un profesional concienzudo. Actrices como Cristine Lahti (la esposa) y Elizabeth Perkins (la enferma terminal) le dan una perfecta réplica.

Un objeto, esa bata que nos tenemos que poner cuando nos ingresan o tenemos que hacer alguna prueba concreta en un hospital, se acaba erigiendo aquí en todo un símbolo. Tanto cuando el doctor Jack McKee se la tiene que enfundar cuando es tratado como un paciente más o como cuando hacia el final se dirige a los residentes… y no descubriré más para evitar chafar a quien lo desconozca.

El flojo resultado en taquilla en su momento puede ser comprensible, el espectador común rara vez quiere ver tratados asuntos tan dolorosos como los aquí expuestos, el cáncer o el dolor, cuando paga por una entrada. Pero estamos ante un título extraordinario en su asumida sencillez. Grande de verdad.

Una apostilla más. No solo no hay médicos poco comunicativos o de una determinada manera, como en cualquier otra profesión, sino que también se dan otras tantas veces pacientes hostiles. Cada caso es cada caso, aunque quienes han llevado a cabo su juramento hipocrático tengan que extremar el celo en varias ocasiones.

Apostilla (2):

Comenta Isabel Cárdenas, colaboradora de este periódico y asistente a la proyección y al coloquio, algo a destacar: “Solopor la bellísima escena en ese desierto merece la pena ver la película. Es como un motor, un impulso. Te recuerda con belleza lo corta que se nos hace siempre la vida y lo poco conscientes que somos del milagro que tenemos hasta que la enfermedad nos recuerda que debemos bebernos el mundo”.

Frases:

“No hay nada natural en la cirugía, no hay que encariñarse con los pacientes” (William Hurt)

“Entras, lo arreglas y te largas” (William Hurt)

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