02/02/2020
-El segundo estreno del fin de semana resulta un tanto atípico respecto a las nuevas tendencias, -aunque el documental, género en el que se inscribe, está viviendo su edad de oro-, pero mantiene el muy buen nivel medio mostrado por JUDY. Se trata de MI GRAN PEQUEÑA GRANJA (THE BIGGEST LITTLE FARM):
Se va ganando mi adhesión paulatinamente. Y lo que parece un documental simplemente concienciado, bienintencionado y ecologista, que lo es, acaba resultando un notabilísimo estudio vivencial, de primerísima mano, sobre la vida campestre sostenible. Por tanto, una oda a lo rural, al equilibrio con la naturaleza. Y sin necesidad alguna de florituras o adoctrinamiento, dejándose sencillamente llevar por la fuerza de los hechos y, en consecuencia, de las imágenes.
Un terreno inicialmente de 200 acres situado en el Norte de Los Angeles acaba siendo convertido por la pareja protagonista (con la inestimable ayuda de algunos trabajadores o amigos, de uno en concreto, Alan), el director de documentales John Chester –firmante de éste también- y la chef profesional Molly Chester, en un verdadero vergel y válvula de escape de la gran ciudad.
El cineasta narra la experiencia en primera persona de él y de su familia –al cabo de un tiempo se incorporará un retoño, por no hablar de la nutrida animal que llega a quintuplicarse por tres en algún caso… y no cuento más- de una manera sencilla, pero que se acaba revelando eficazmente contundente y encantador en su simplicidad.
Capta imágenes de indudable atractivo, precisamente la belleza de la vida sin colorantes ni conservantes al aire libre, sin contaminar. Y aunque su especialidad no es la fauna precisamente salvaje al estilo de un Félix Rodríguez de la Fuente –sin que por ello la descarte puntualmente- o de un Joaquín Gutiérrez Acha, sino más bien la de andar –nunca mejor dicho- por casa, la doméstica, la microscópica incluso, se muestra como un naturalista de primera.
También supone esta película –su conclusión así lo atestigua- una nueva constatación sobre los reveses o caprichos de la propia naturaleza, del esfuerzo que conlleva mantener su equilibrio. Y de lo volátil que puede resultar cualquier proyecto, aunque la esperanza figure siempre en primer término.
Combina admirablemente sentimientos subjetivos con el acta notarial de un acontecimiento, todo en tan destacable armonía y ternura como lo presentado en pantalla.
Muy recomendable.
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