27/09/2019
-No solo los lunes veo Clásicos como pueden comprobar semana tras semana quien sea habitual de esta sección. Es más, constituyen aún hoy en día mis principales nutrientes. Nunca me canso de ver o descubrir el inagotable catálogo existente. Como INDISCRETA (INDISCREET), notabilísima comedia romántica del recientemente desaparecido, genial y vitalista Stanley Donen:
Doce años después de su encuentro en la mítica ENCADENADOS de Alfred Hitchcock, los no menos míticos Ingrid Bergman y Cary Grant volvieron a reunirse en otra producción cinematográfica, basada en una prestigiosa obra teatral, KIND SIR, del dramaturgo, guionista y director Norman Krasna, adaptada por el propio autor.
Ese origen escénico que no tendría por qué suponer ningún lastre, es el motivo que impide que estemos hablando de una de las innumerables obras maestras que firmara Stanley Donen a lo largo de su brillantísima carrera. Pues acaba resultando un tanto excesiva esa cámara permanentemente instalada en el piso de la protagonista, pese a que el genial cineasta sorteara con indudable habilidad dicho hándicap.
Pero eso no empaña un resultado final notabilísimo en líneas generales. No es obstáculo para encontrarnos ante una historia de amor intensa, sofisticada, escurridiza, resistentemente madura, etérea y a la vez muy real. Desarrollada en dos actos separados por una secuencia, fundamental y reveladora, que alberga un secreto sentimental determinante de divertidas y “vengativas” consecuencias y que acabará dando un giro considerable al asunto expuesto hasta el momento.
Es una historia en la que la melancolía y cierta tristeza dan paso a la comicidad, y viceversa. Esa alternancia de registros le confiere un toque un tanto especial.
Y, sin duda, la inteligencia y elegancia con que mueve la cara el surcarolino Stanley Donen, resulta un verdadero gozo para la vista. Su origen coreográfico se nota hasta en trabajos en principio tan “estáticos” como este.
Donen ha sido –está retirado a sus ya 89 años- uno de los grandes genios de la historia del Séptimo Arte. No hay que olvidar que con tan solo 28 años filmó un prodigio del musical como UN DÍA EN NUEVA YORK, y con 34 uno aún mayor, probablemente el mejor exponente que el género haya ofrecido jamás, historia viva y vivaz del mismo, CANTANDO BAJO LA LLUVIA.
INDISCRETA la rueda entre películas tan extraordinarias como UNA CARA CON ÁNGEL/JUEGO DE PIJAMAS y VOLVERÁS A MÍ/PÁGINA EN BLANCO, con esta última tiene en común ese registro teatral anteriormente mencionado. Hasta Inglaterra trasladaría en esta ocasión los bártulos puestos a su disposición por Warner Bros, para dotar a este proyecto personal de un ambiente más genuino. Y secuencias como ese paseo por Londres de los amantes así lo reafirman.
Otras secuencias memorables son el baile escocés de la rueda ejecutado por Grant, los pasos en solitario de éste o aquélla en la que Bergman vuelve a casa.
Para evitar la censura, se eliminó una escena de cama entre los protagonista, sustituida por otra en la que aparecen separados por una leve línea de costurón vertical.
En ningún caso ello impidió que esas miradas entre los dos actores echaran casi literalmente chispas, que lo digan todo. Y, además, resultan tiernas, luminosas, cómplices, incandescentes.
Atención al vestuario de Pierre Balmain y Christian Dior.
No es redonda pero sí una gran película y un muy buen exponente de alta comedia romántica.
-LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA (LES PLUS BELLES ANNÉE D´UNE VIE) es una propuesta muy del gusto de una considerable parte del gusto del público de Los Jueves al Cine, bastante diferente al de Versión UCLM, aunque algunos de ellos, sobre todo cinéfilos irredentos por encima de otras cuestiones, acaben convergiendo. Así es corroborado con una muy buena entrada:
“Los años más bellos de una vida son los que todavía no se han vivido” (Victor Hugo)
“Los días en los que no estás enamorado son días desperdiciados” (Claude Lelouch)
“Uno puede perder la memoria, pero no olvidar una mirada” (Jean-Louis Trintignant)
“Nunca nadie se ha muerto por sobredosis de sueños” (Jean-Louis Trintignant)
“¿Te acuerdas aquel libro que me regalaste Todos somos guapos cuando estamos enamorados?” (Anouk Aimée)
“Es más fácil seducir a 1000 mujeres que mil veces a la misma mujer” (Jean-Louis Trintignant)
“Todas las historias acaban mal, solo las del cine acaban bien” (Jean-Louis Trintignant)
Lástima que toda esta retahíla de bellas o agudas frases, una pequeña parte del total que aparecen a lo largo de la ficción, estén muy por encima del tono general de la misma, por otra parte una correcta, grata y nada irritante conclusión de aquella popularísima y encantadora cinta titulada UN HOMBRE Y UNA MUJER, filmada por el cineasta francés Claude Lelouch en 1966… y pese a su éxito cuestionada por muchos colegas.
Entre medias, surgiría otra secuela debida también a él, de 1986, UN HOMBRE Y UNA MUJER: 20 AÑOS DESPUÉS, con idénticos personajes y asunto parecido, pues trata sobre los efectos y efluvios amorosos sedimentados por aquella love story vivida con pasión entre un piloto de carreras y una script viudos con un hijo cada uno de ellos.
Es un cine bonito, relamido, sobre la tercera edad, que tal vez abusa en exceso de los flashbacks evocadores del título que la inspirara. También de las ensoñaciones de él. Ello, por una parte, puede resultar nostálgico para los espectadores o cinéfilos que la vieran con deleite en su momento o la recuerden, pero por otra también supone un lastre para quienes la desconozcan.
Aun así, cabe la posibilidad de quedarse con una historia que en lo que a mí respecta no me provoca ni frío ni calor, pero que retrata con melancolía y pausa la erosión originada por el paso del tiempo, que no tanto por los hermosos recuerdos del pasado. Y lo que todavía es posible vivir, de ahí la frase inicial de Víctor Hugo.
Me vuelve a encantar, eso sí, volver a ver en una pantalla a sus muy veteranos protagonistas, en esta ocasión acompañados de los surcos causados por los más de cincuenta años transcurridos, aunque Aimée se muestre igual de elegante y sorprendentemente espléndida en su considerable madurez (ni más ni menos que 87 primaveras… por 88 del otrora apuesto y aguantando admirablemente el tipo Trintignat, a las que hay que sumar las 81 de Lelouch).
Solo por ellos, por contemplar el rostro inmarchitablemente sereno de la fascinante Aimée (una de mis debilidades de siempre tras Hepburn y junto a Pier Angeli, la del entrañable crítico Alfonso Sánchez también… llegó a confesarle a Garci en un memorable corto que estuvo enamorado de ella), bien merece pagar la entrada.
Y, por supuesto, probablemente se establezca una especial complicidad con quienes disfrutaran la obra original, algo que tal vez no sea compartido por los nuevos espectadores, como ya he expuesto en un párrafo anterior.
Resulta igualmente placentero volver a disfrutar la estupenda y celebérrima banda sonora que compusiera el recientemente desaparecido Francis Lai.
Pero conste en acta para no despistar que le acaba faltando fuerza, intensidad. La relación amorosa continuada por sus respectivos hijos no tiene tampoco excesivo recorrido, salvo el del mero cortinaje y el de una no al menos molesta asepsia narrativa.
Otra frase más:
"La muerte es el impuesto de la vida" (Jean-Louis Trintignant)
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