14/09/2018
-Magnífico mes –cualquiera lo sería- este de septiembre para volver sobre una película evocadora, melancólica, elegantemente triste en algún momento puntual y preciosa. Todo un acontecimiento en 2005 (es de 2004) en el país vecino, en España, en los USA y en varios lugares más del orbe. Me refiero a LOS CHICOS DEL CORO (LES CHORISTES):
Lo anteriormente dicho, fue todo un acontecimiento cinematográfico-musical en 2004. Perdió el Oscar a la mejor producción de habla no inglesa ante la española MAR ADENTRO. Ambas de impecable factura. La de Amenábar apelando al caso real del tetrapléjico gallego Ramón Sampedro y su lucha por morir dignamente. Esta producción francesa, inspirándose en la infancia de su director Christophe Barratier, especializado en temáticas infantiles y que poco tiempo después también firmaría el valioso "remake" de LA GUERRA DE LOS BOTONES.
Resulta emotiva, francamente emocionante, la historia de ese profesor de música que acepta un puesto de vigilante en un internado de reeducación de menores en la Francia de 1949. Será fundamental en el destino de varios de sus alumnos, con su entrega e infinita paciencia, con su elogiable esfuerzo que no busca reconocimiento alguno, salvo la propia satisfacción que procura la sagrada causa de la enseñanza. Se muestran también aspectos más íntimos del personaje, mediante secuencias de tanta delicadeza como tristeza. Recuerdo, por ejemplo, aquella en la que acude ilusionado y engalanado a una cita con la madre de uno de sus alumnos.
No creo que haga falta insistir en que cuenta con una galardonada y reconocida banda sonora, cuyo protagonismo recae en las armoniosas voces blancas de los Pequeños Cantores de San Marcos.
Con toda justicia, un gran éxito comercial y una película que siempre procura disfrute ante cada nuevo visionado.
Redonda.
-A punto de extinguirse este verano clemente en lo climatológicos y en los incendios en la piel de toro, sobre todo en mi querida Galicia (de política me niego a hablar por ahora, padezco hartazgo, tengo que persignarme cada día y eso que soy agnóstico ante lo que veo cada día, comenzando por esos independentistas supremacistas e ilegales que resultan ya no impresentables y mentirosos, sino unos plastas de cuidados), se puede decir que comienza la temporada cinematográfica. Mi querido y añoradísimo Festival de San Sebastián supone el pistoletazo de salida. Y a nivel local y modestito, y pese a que no concedemos tregua alguna ni en verano, Los Jueves al Cine vuelven a mostrar sus mejores galas, películas de todo tipo y condición y considerable asistencia. Hoy es el turno de una coproducción entre Noruega, Alemania y Suecia. Una película dura, valiosa y testimonial sobre el choque de culturas entre Occidente y Oriente titulada EL VIAJE DE NISHA (HVA VIL FOLK SI):
Hablar de cine testimonial suele ser sinónimo muchas veces de algo coñazo, plomazo… por muchas razones que sean argumentadas. Pero ni mucho menos es siempre así, es más, en los últimos tiempos la tendencia está variando. EL VIAJE DE NISHA contribuye a corroborarlo.
El propuesto es un relato áspero, penoso, doloroso, y lo que es peor, tristemente autobiográfico. Y lo de triste resulta de lo más obvio si acuden a verla. La directora, Iram Haq (nórdica de origen paquistaní), de esta co producción europea a varias bandas (Noruega donde se desarrolla inicialmente su trama, aunque se haya rodado en su mayor parte en la India, Alemania y Suecia) vivió en sus propias carnes lo que aquí cuenta. Es decir, fue secuestrada con 14 años por su propia familia y llevada al Islamabad natal de sus progenitores. Y no contaré al respecto mucho más, compruébenlo ustedes mismos. Evidentemente, con esta información dada podrán suponer que su final no ha sido trágico, pero no siempre tiene que serlo para haber sufrido experiencias mortificantes.
Es posible que la puesta en escena llevada a cabo por Haq, lo que cuenta, pueda parecer un tanto tosco, demasiado evidente en la exposición, incluso falto de sutileza en algunos momentos, pero creo que en lo fundamental acierta, pues finalmente esa manera directa, de ir derecha al grano de lo que importa, acaba resultando francamente efectiva. La propia fuerza dramática de la historia acaba haciendo el resto. Bueno, eso y más cosas, como la espléndida interpretación de la joven y desconocida Maria Monzdah. Sus silencios, su mirada de pánico ante determinadas situaciones, resultan de lo más elocuente.
Cierto que tal vez le falte esa pegada definitiva para alcanzar la maestría, pero lo narrado desprende una más que suficiente verosimilitud para que lo que acontece en pantalla prenda, llame la atención, pueda enganchar al espectador. En mi caso así ha sido. Y tira de algo que siempre valoro mucho, sobriedad, esa de la que hace gala habitualmente el cine británico. Me da igual que caiga o no en tópicos, me creo y me importa lo que veo en pantalla y con eso me sobra.
El título español adultera el verdadero, una expresión en urdu –lengua indoaria que se habla en Pakistán- que significa QUÉ DIRÁ LA GENTE, y que refleja fielmente, en su esencia, de lo que va esto, y ya no me refiero al argumento en sí mismo sino a su trasfondo.
Me refiero a ese choque de culturas, esas diferencias entre Oriente y Occidente, cuestionadas en este caso en base a unas tradiciones preservadas en Europa por una inmigración para las que el honor y la tradición, principalmente –casi sería más acertado indicar exclusivamente- en lo que afecta a las/sus mujeres, debe ser preservado a cualquier precio, y cuando digo cualquier es así hasta prácticamente sus últimas consecuencias.
Cuando están bien empaquetadas, cuando no se dejan llevar por un exceso de torpeza, sectarismo o aburrimiento, me parece estupendo que este tipo de producciones cuenten con una adecuada distribución, pues aparte de entretenidas sirven para dar voz y hacer visibles problemas y situaciones de lo más airadamente denunciables. Y de verdad que no es mi intención dar la brasa demagoga, pues yo mismo suelo huir de estos posicionamientos en muchas ocasiones por la tendenciosidad que suelen mostrar o el tono panfletario del que suelen hacer gala sus máximos responsables. Insisto, la tendencia está cambiando felizmente en los últimos años respecto al cine de décadas anteriores.
Sí debo matizar que la (extrema) dureza expuesta ha sido convenientemente recortada, atenuada, vamos que no se ceba demasiado en los hechos (no hace falta tampoco, lo mostrado es suficientemente esclarecedor), algo que me parece bien, pues no hace falta recrearse en ellos para entender claramente lo pretendido por su autora.
No es que se vayan a partir de risa precisamente, pero la considero francamente recomendable.
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