La película de la tele

 

La noche de los gigantes (1968)

Director: Robert Mulligan

Intérpretes: Gregory Peck, Eva Marie Saint, Robert Forster, Noland Clay, Russell Thorson, Frank Silvera, Lonny Chapman, Lou Frizzell, Henry Beckman, Charles Tyner, Richard Bull

Sinopsis: Sam Varner (Gregory Peck), un explorador del ejército recién retirado, ayuda a una mujer blanca (Eva Marie Saint) y a su hijo mestizo que han conseguido escapar de un campamento apache. Sam los aloja en su rancho, pero el padre del niño los persigue implacablemente.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Este lunes 1 de julio a las 16:15 h. en CMT. 

Palabras mayores. Estamos ante un western, THE STALKING MOON (algo así como LA LUNA ACECHANTE, pero no es una traducción fiable), de lo más apasionante, único, singular. Y ante un cineasta, Robert Mulligan, también verdaderamente único y excepcional.  

Dejando a un lado las estupendas y posteriores INFIERNO DE COBARDES y EL JINETE PÁLIDO, también la menos buena pero correcta DESAPARICIONES del dinámico Ron Howard, diría que éste es un western espectral, fantasmagórico, sobre todo en su resolución, pues el jefe apache perseguidor es prácticamente invisible a los ojos del espectador. También se aproxima al cine de suspense, o al de terror, y tal como destaca el colega Carlos Aguilar, ese aspecto se manifiesta curiosamente a través de bellos y soleados exteriores.  

De este cineasta no crea que sea necesario insistir o añadir nada a estas alturas. Bastaría con señalar una sola película de su filmografía, como la sublime MATAR UN RUISEÑOR (una de mis "top ten"), para que figurase con derecho  propio entre los monarcas del celuloide. Pero, además, nos regaló a lo largo de su trayectoria profesional otras joyas como UN VERANO EN LOUISIANA, EL OTRO, AMORES CON UN EXTRAÑO o la ´-ya, ya sé que es un término que chirría a algunos pero no por ello deja de resultar ajustado- la emblemática VERANO DEL 42. El colmo, vamos.  

Ejecuta un trabajo de alta precisión, de una extraña poesía para contarnos una historia de amor árida y a la vez muy delicada, que se va esculpiendo sin asomo de sentimentalismo alguno. Y en la que ese acercamiento progresivo entre un fabuloso Gregory Peck y una muy atractiva Eva Marie Saint, parece extraída del mejor y más reposado cine mudo –estoy pensando en la imprescindible AMANECER de Murnau-, fabricada con sutiles, imperceptibles pero significativos gestos y miradas de la pareja protagonista.  

Me fascina igualmente ese aura inquietante, desazonador, turbio y perturbador que desprenden sus bellas y poderosas imágenes, fotografiadas con meticulosidad y esmero por Charles Lang.  

No esperen la típica película del Oeste, además apenas contiene acción, pero sí una obra maestra a reivindicar con carácter de verdadera urgencia.

José Luis Vázquez

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