Director: Billy Wilder
Intérpretes: Marilyn Monroe, Tony Curtis, Jack Lemmon, George Raft, Pat O'Brien, Joe E. Brown, Nehemiah Persoff, Joan Shawlee, Billy Gray, George E. Stone, Dave Barry, Mike Mazurki, Harry Wilson, Beverly Wills, Barbara Drew, Edward G. Robinson Jr.
Sinopsis: Época de la Ley Seca (1920-1933). Joe y Jerry son dos músicos del montón que se ven obligados a huir después de ser testigos de un ajuste de cuentas entre dos bandas rivales. Como no encuentran trabajo y la mafia los persigue, deciden vestirse de mujeres y tocar en una orquesta femenina. Joe (Curtis) para conquistar a Sugar Kane (Monroe), la cantante del grupo, finge ser un magnate impotente; mientras tanto, Jerry (Lemmon) es cortejado por un millonario que quiere casarse con él.
Creo que que queda poco por decir de esta genial, sublime y todos los calificativos positivos que quieran aplicar a esta delirante comedia. Cada vez que me preguntan por mi comedia favorita, sin duda siempre me sale ésta. Y eso que cuenta con magníficas competidoras como EL GUATEQUE (fue durante varios años mi favorita, en parte continúa siéndolo y por momentos, compartiendo trono), UNA NOCHE EN LA ÓPERA o LA VIDA DE BRIAN.
Diría más, es una película mucho más fundamental de lo que siempre se ha destacado en la evolución del propio cine. Porque aborda las relaciones personales, sexuales y hasta transexuales de una manera completamente abierta y moderna. Se anticipó muchos años a su tiempo. Y lo fundamental, posee un guión, una dirección, un vestuario y unas interpretaciones que son ya pura antología del cine.
Está repleta de principio a fin de imágenes y secuencias inolvidables, Ese tren soltando vapor al paso de una contoneante Marilyn, esos Lemmon y Curtis travestidos de señoritas de orquesta, esa litera que por momentos se parece el camarote de los hermanos Marx pero repleto de chicas explosivas, Marilyn de nuevo cantando o tocando el ukelele, el tango que se marca Lemmon con su incondicional admirador, la matanza del día de San Valentín, la reunión de gangsters, o ese memorable final a propósito de la menos memorable frase "nobody´s perfect (nadie es perfecto)"... Todos ellos, y muchísimos más, son momentos que forman parte de algunos de los estados de máxima felicidad que me ha proporcionado el bendito celuloide.
El trío interpretativo, ya he dejado constancia, aparte de ser portentoso aquí se encontró en pleno estado de gracia. En ello tuvo mucho que ver la batuta de Billy Wilder, un cineasta que no se complicaba la vida con encuadres retorcidos o epatantes, acudiendo al manual del clasicismo más depurado, poniendo la cámara donde había que ponerla y dónde todo resultaba más comprensible para el espectador, a la altura de los ojos y las reacciones de sus personajes. Y sin renunciar jamás a que su bisturí-cámara dejara de acceder a lo más profundo del alma humana. Dos años después dirigiría la portentosa EL APARTAMENTO. En las mismas fechas verían la luz títulos como DESAYUNO CON DIAMANTES, PSICOSIS o WEST SIDE STORY. El salto cualitativo del cine era una realidad.
José Luis Vázquez
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