Las películas de mi vida

 

Cara de ángel (1952)

Director: Otro Preminger

Intérpretes: Robert Mitchum, Jean Simmons, Mona Freeman, Herbert Marshall, Leon Ames, Barbara O'Neil

Sinopsis: Frank Jessup es un enfermero de urgencias que acude a una mansión para atender a la señora Tremayne que, según parece, ha intentado suicidarse. Sin embargo él sospecha que en realidad alguien ha intentado asesinarla. Allí conoce también a Diane, la hijastra de la señora Tremayne, una joven delicada, sensual y un tanto inestable, ante la que cae rendido inmediatamente.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Se estrenó tardíamente en España por cuestiones de censura, su protagonista era un personaje nada edificante, lo que nos permitió a bastantes cinéfilos poder descubrirla en una de aquellas maravillosas reposiciones o revival de cine clásico que tan frecuentes eran en la década de los 80. Ahí descubrí también al gran Humphrey Bogar en un inolvidable ramillete de trabajos en versión original subtitulada.  

El impacto fue tremendo. Último gran policiaco del enorme y perfeccionista cineasta que fue Otto Preminger, siempre claro que no consideremos como tal el postrer -1959- judicial y absorbente ANATOMÍA DE UN ASESINATO, este trabajo es una pequeña gran obra maestra del “noir” y del “thriller”, al que el paso del tiempo no hace sino acrecentar su enorme calidad.  

La historia de amor y crímenes entre el conductor de ambulancias (un portentoso Mitchum) y esa adinerada joven de belleza angelical y fieros instintos (Simmons), está narrada de manera depurada y precisa como el instrumental quirúrgico de un buen cirujano. Con la casualidad siempre como detonante de lo que sucede en pantalla… tal como la vida misma.  

Romance, asesinato, drama, negrura están admirablemente removidas por la cámara de Preminger, que extrae petróleo donde otros se empantanan en tópicos. Capaz de extraer claridad, por muy perturbadora e inquietante que ésta sea, de claroscuros demasiado sombreados. También contribuye lo suyo un magnífico guión inicialmente de Ben Hecht que crea filamentos y esquirlas malévolas por doquier.  

Fue rodada en tan sólo 18 días y la participación de la fascinante Jean Simmons fue una obligación contraída con el esquizoide magnate Howard Hughes, al que tan sumamente bien encarno Leonardo Di Caprio en la áspera pero brillante EL AVIADOR de Scorsese.  

Simmons ofrece todo un recital. Con esa peluca a lo flapper o a lo Cleopatra, puesta ahí para disimular el corte de cabello que se impuso para chinchar a Hughes, crea un personaje, Diana, para las antologías del género. Perturbadora, inquietante, capaz de pasar en un instante de una mirada ingenua y desvalida a otra feroz y tan fría como el mármol. No hay más que seguirla en todo momento y asistir al desbroce de las escenas con las que le toca lidiar. Tocando el piano, lanzando una cajetilla vacía, mirando por la ventana, desafiando a Mitchum, envolviéndolo. Hasta siendo abofeteada, algo que el mítico actor tuvo que repetir varias veces por indicación expresa del director y con el entendible malestar –en  su  doble estado- de la actriz.  

Mitchum… bueno Mitchum es Mitchum. No sé si fue actor, o lo pretendió alguna vez, o se esforzó más de la cuenta, el caso es que es un llenapantallas como casi no ha habido ninguno en la historia del cine. Esa forma de caminar, de desplazarse despaciosamente, de mirar desafiante, de replicar a su interlocutor es única, patrimonio suyo exclusivo para siempre.  

Otros actores que contribuyen a dar lustre en pequeños cometidos son Bárbara O´Neill, la esposa adinerada, y Herbert Marshall, como su marido y escritor inglés, seis años después de que encarnara a otro real y de prestigio, a Somerset Maugham en esa obra maestra sobre propia novela titulada EL FILO DE LA NAVAJA.  

Gran importancia tiene también el vestuario, pues resulta fundamental para definir el carácter opuesto de las dos chicas (la otra es la mona Mona Freeman, disculpen el jueguecito de palabras). Y el decorado admirablemente anticipa tragedias o define actitudes.  

Si les gustan especialmente las películas de pasiones malsanas y de cine con mayúsculas, tienen aquí una cita obligada.  

José Luis Vázquez

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