Director: Cecil B. De Mille
Intérpretes: Victor Mature, Hedy Lamarr, George Sanders, Angela Lansbury, Henry Wilcoxon, Olive Deering, Russ Tamblyn, Fay Holden
Sinopsis: Adaptación del famoso relato bíblico del forzudo Sansón y la bella Dalila, ambientado en la Palestina del año 1000 A.C.
La antepenúltima producción de ese genio del show business, de hecho así le llamaban, Mr. Showbusiness, llamado Cebil B. De Mille representa una manera de hacer cine que tal vez pueda resultar a algunos primitiva, un tanto periclitada, pero que estoy convencido que jamás pasará de moda y que con la perspectiva que da el tiempo se ha revelado de lo más talentosa y eficaz. Cine espectacular, colosalista, suntuoso de primer orden.
Y es que una de las especialidades, que no la única como parece para muchos, del genio de Massachusetts era la de los dramas bíblicos, aunque acabaría prácticamente incursionando en todos los géneros.
Pero, ante todo, considero SANSÓN Y DALILA una de las grandes historias de amor del cine sublimada por apabullantes elementos técnicos (el templo y el ídolo de los filisteos se reprodujo a 1/3 de su tamaño natural) puestos a su disposición, desde unos decorados “kitsch” de ensueño, hasta una fascinante y reluciente fotografía en rutilante technicolor de George Barnes, pasando por una exquisita y lírica banda sonora de Victor Young. Tanto los decorados, o la dirección artística y el vestuario obtendrían sendos Oscar.
La abrasadora historia del forzudo judío y la “femme fatale” filistea, se resintió además para bien del protagonismo de un aparentemente inadecuado –tuvo inclusive que someterse a un intenso entrenamiento ante su inicialmente débil musculatura- pero de lo más resolutivo Victor Mature y de la magnética, la bellísima Hedy Lamarr (CENIZAS DE AMOR, CAMARADA X).
A su lado secundarios de postín como el refinado George Sanders, como Sadan de Gaza, o una jovencísima y ya consolidada Angela Lansbury.
Me resulta una auténtica gozada, con un sentido de la composición, del movimiento de masas, de la estética verdaderamente apabullantes. Tiene de todo: amor, acción, odio, pasión, lujo, erotismo fino, pasión. Como ha destacado algún colega, “sus faraónicas propuestas visuales y temáticas resultan apasionantes”.
Pese a que en su momento -1949- no gozó de excesiva consideración crítica fue la película más taquillera en Estados Unidos, recaudando la friolera de 11 millones de dólares de la época. El mismo año se estrenaría una deliciosa comedia de monjas titulada HABLAN LAS CAMPANAS. Tanto una como la otra, son para mí obras maestras sin posible discusión.
José Luis Vázquez
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