Director: Edmund Goulding
Intérpretes: Tyrone Power, Gene Tierney, John Payne, Anne Baxter, Clifton Webb, Herbert Marshall, Lucile Watson, Frank Latimore, Elsa Lanchester, Fritz Kortner, John Wengraf, Cecil Humphreys
Sinopsis: Los horrores de la guerra hacen que Larry Darrell (Tyrone Power) lo abandone todo, incluso a los que han formado parte de su vida. Cuando, tras la guerra, regresa a su patria, las dificultades para adaptarse de nuevo a la sociedad lo empujan a emprender un largo viaje en busca de la verdad y la paz espiritual que lo llevará desde los sórdidos barrios de París hasta las nevadas cumbres del Himalaya.
Hay películas por la que siento un cariño especial, no solo por su enorme calidad sino por su aroma especial y porque tratan admirablemente sobre asuntos que me tocan mis más recónditas fibras emocionales. Es el caso de esta versión en rutilante blanco y negro de 1946 de EL FILO DE LA NAVAJA, pues el “remake” realizado años más tarde, casi cuarenta después, es más bien mediocre, insufrible y olvidable.
No es menos cierto que el material literario del que parte, la sensacional novela de Somerset Maugham, encarnado en la película por un Herbert Marshall que ejerce de narrador, de hilo conductor de la misma, es uno de los que siempre he tenido de cabecera a lo largo de mi vida.
Toca un asunto principal que puede parecer muy solemne y pomposo, pero que puesto en imágenes por el Hollywood más glamouroso de la Fox no lo resulta en modo alguno, o si acaso, aunque pueda parecerlo acaba siendo del todo sublimado. Me refiero a esa búsqueda de sí mismo que emprende el protagonista, un conmovedor Tyrone Power que, en el fondo, es la llevada a cabo por cualquiera de nosotros. Al respecto, recuerden esta frase pronunciada por Marshall: “Ya ve querida, la bondad es la fuerza más poderosa del mundo”.
Es una película majestuosa de principio a fin, rodada con un tacto y exquisitez infinita por parte de Edmund Goulding, responsable de otros melodramas de la época tan gloriosos como NO ESTAMOS SOLOS o EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS.
El todoterreno cineasta conseguiría combinar con pasmosa maestría los tonos sombríos con otros más exultantes. Y lo hizo mediante una brillante utilización del plano-secuencia, de los que son buenos ejemplos el empleado en la fiesta o el del final.
No es menos cierto que a las bazas anteriormente expuestas, se une de manera también fundamental el magnífico y pulido guión de Lamar Trotti, todo un prodigio de equilibrio, capaz de conferir a cada momento la intensidad requerida. Capaz además, de capturar y trasladar a imágenes esa sencillez refinada, ese cosmopolitismo humanista tan definitorio del novelista inglés.
El reparto es otro cimiento sobre el que se apoya. Power despliega un misticismo y una espiritualidad de lo más convincentes. La bellísima Gene Tierney, tras sus enormes éxitos de los dos años anteriores, LAURA y ¡QUÉ EL CIELO LA JUZGUE! volvió a dar en la diana. Es una de las criaturas más fascinantes que haya atravesado un pantallón. Está deliciosa como una mujer mucho más materialista y sofisticada que su prometido, ese conmocionado Larry Durrel, afectado irremisiblemente por el enorme horror y dolor que acaba de presenciar en el frente de guerra.
Y luego está ese rey del refinamiento, de la ironía más sutil, aquí un clasista, un aristócrata sin posible redención ni aún al final. Me refiero a Clifton Webb, Mr. Belvedere en NIÑERA MODERNA o acompañante igualmente de Tierney en la citada y mágica LAURA. Sumen a Anne Baxter en un trágico personaje, merecido Oscar como secundaria por este papel, y que cuatro años más tarde encarnaría a la ambiciosa y joven actriz de la mítica EVA AL DESNUDO.
La resplandeciente, la impoluta fotografía de Arthur Miller, nada que ver con el dramaturgo, o la bellísima banda sonora de Alfred Newman, apreciable sobre todo en el último tramo, son elementos que contribuyen a elevar a esta maravilla hasta cotas siderales, pese a ser muy humana, vulnerablemente humana en todo lo que expone.
Me da en la nariz que su temática no ha pasado de moda, creo que nunca lo hará. Ese contraste de mundos, el generoso, sacrificado y entregado de unos, el confortable y materialista de otros, continúa mostrando plena vigencia. Es lo que tiene hablar de algo tan universal y permanente como la propia condición humana, de sus debilidades o flaquezas y también de los mejores sentimientos que acoge.
José Luis Vázquez
©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es