Las películas de mi vida

 

Sinuhé el egipcio (1954)

Director: Michael Curtiz

Intérpretes: Jean Simmons, Victor Mature, Edmund Purdom, Gene Tierney, Peter Ustinov, Michael Wilding, John Carradine, Judith Evelyn, Henry Daniell

Sinopsis: En el antiguo Egipto, gobernando la XVIII dinastía de los faraones, un pobre huérfano llamado Sinuhé se convierte en un brillante médico que dedica su vida a ayudar a los pobres. Junto a su fornido amigo Horemheb, tiene la mala suerte de presenciar un ataque epiléptico del nuevo faraón, al que salvan del ataque de un león. Cuando el faraón se recupera les agradece su gesto introduciéndolos en la Corte.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Constituye otra de esas causas cinematográficas aparentemente perdidas que, en esta ocasión, defiendo con mayor ardor guerrero que nunca. Por varios motivos, el más obvio porque se lo merece, porque me parece una maravilla en sí misma, porque supone la adaptación de uno de mis tres libros de cabecera, de los que más me ha marcado a lo largo de mi vida y porque me sirve como inmejorable ejemplo de Hollywood más “kitsch”, hechizante y fastuoso de la década de los 50.

Dirigida por uno de los cineastas más grandes que hayan existido jamás, el todoterreno Michael Curtiz, el de CASABLANCA, ROBÍN DE LOS BOSQUES, EL TROMPETISTA, LA CARGA DE LA BRIGADA LIGERA, ALMA EN SUPLICIO y decenas de impresionantes títulos más volvió a llevar a cabo un espectacular y emotivo trabajo, apoyándose en un inteligente, por divulgativo y sintético, guión de Philip Dunne y Casey Robinson, extraído de la sensacional novela historicista del finlandés Mika Waltari.

Transcurre en el Antiguo Egipto y el telón de fondo es el reinado del faraón Akenatón, el primero en significarse monoteísta. Este por tanto es uno de los variados y ricos contenidos argumentales que también contribuyen a hacérmela especialmente apasionante.

Me encanta la historia vocacional de ese médico de pobres que acaba cayendo en pendiente por las aceleradas pulsiones del corazón. Es esto último, su doble historia amorosa lo que más me conmueve.  Al fin y al cabo por algo con lo que cualquier ser humano puede identificarse, con ese amor, por esa pasión ciega hacia personas indebidas que pueden conducir al mayor de los precipicios físicos y ruinas morales, tal como es el caso, el llegar a vender la tumba de los propios padres para prolongar esa dulce y engañosa agonía.

Ese grito de desesperación de Sinuhe, “Nefer, Nefer, Nefer” resulta todo un lamento identificable para todos aquellos que se hayan sentido alguna vez devastados por una vivencia igualmente en vano y arrasadora. Curiosamente, la encargada de encarnar a la susodicha fue Bella Darvi, que hacía perfecto honor a su nombre, y que en aquél momento era la pareja del todopoderoso productor de la Fox Darry F. Zanuck. Inicialmente se había pensado en la mismísima Marilyn Monroe.

También fueron otros los previstos para el papel principal, el de ese médico que comienza siendo humilde y generoso pero  que acabará equivocando su camino. Interpretado finalmente por un convincente Edmund Purdom, Dirk Bogarde y Marlon Brando habían sido los primeros candidatos.

El resto del reparto, sobre todo el femenino, es verdaderamente “de luxe”. Comenzando por uno de los rostros más hermosos, por no decir el que más, que hayan rasgado jamás una pantalla. El de Gene Tierney, la mítica Laura, aquí como la aguerrida hermana del faraón (Baketamón), que vive una relativamente encubierta relación incestuosa con éste y que lega una inolvidable estampa a costa de su arco tensado.

La otra mujer de tronío, adorable siempre Jean Simmons (Merit), es la mejor personificación posible del amor incondicional, auténtico, desinteresado, el paciente, también el abnegado. Tal vez un prototipo hoy un tanto demodé o fuera de órbita (o no), pero administrado con exquisita sensibilidad por esta enorme actriz.

También se pude advertir la representación de la ambición, del poder vía militar, expuesto con la percha del inefable Victor Mature (Horemheb) y ese perpetuo golpe de ceja que le adornaba. Resulta entrañable. En esta, en la antológica PASIÓN DE LOS FUERTES y en la memorable SANSÓN Y DALILA, tal vez fuera donde alcanzara sus mayores cotas interpretativas, aunque si buscan adecuadamente, se encuentren con otras apariciones dignas de ser tenidas en cuenta, como las de UNA VIDA MARCADA, SÁBADO TRÁGICO, EL BESO DE LA MUERTE, BRUMAS DE TRAICIÓN, LA TÚNICA SAGRADA o EL EMBRUJO DE SHANGHAI.

Y si ya vamos a característicos de enjundia: el formidable histrión Peter Ustinov (el leal y falso tuerto Kaptah), el patriarca de los Carradaine de nombre John (como ladrón de tumbas), Michael Wilding y varios más. Todos al servicio de una factoría de sueños que solía envolver las producciones en un llamativo colorido y en escenografías de ensueño como la creada para la ocasión.

Han sido muchos los que la han tildado peyorativamente de naif, trivial, anacrónica, risible y no sé cuantos epítetos más. Debo confesarles que desde el instante mismo que contemplo a un Sinuhé envejecido, retirado a las orillas del Mar Rojo, contando la desgraciada y movida historia de su vida en un papiro, siempre me siento invadido por la emoción mas profunda. Realmente la adoro, me retrotrae hacia tiempos muy felices de mi vida y tiene la virtud de de renovarlos con cada nuevo visionado.

No llega a la reconstrucción mucho más fidedigna exhibida por TIERRA DE FARAONES de Howard Hawks, pero dentro de su estilo más glamouroso a la hora de mostrar sentimientos universales y perfectamente identificativos por cualquiera, alcanza el puro delirio, lo sublime.

Peliculón por los siglos de los siglos y por las milenarias arenas del país de las pirámides, aunque el cartón de piedra y algún efecto como el del león haya quedado superado. Amén.

 

 

José Luis Vázquez

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