Director: Mariano Cohn y Gastón Duprat
Intérpretes: Óscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Iván Steinhardt, Manuel Vicente, Marcelo D'Andrea, Gustavo Garzón, Emma Rivera
Sinopsis: Es la historia de un escritor argentino, Premio Nobel de Literatura, que hace cuarenta años abandonó su pueblo y partió hacia Europa, donde triunfó escribiendo sobre su localidad natal y sus personajes. En el pico de su carrera, el alcalde de ese pueblo donde nació le invita para nombrarle "Ciudadano Ilustre" del mismo, y él decide cancelar su apretada agenda y aceptar la invitación.
“Creo que hice una única cosa en mi vida, escapar de ese lugar. Mis personajes nunca pudieron salir, yo nunca pude volver” (Óscar Martínez)
“Tengo la sensación de que este tipo de reconocimiento unánime, tiene que ver directa e inequívocamente con el ocaso” (Óscar Martínez a propósito de la entrega del Nobel)
Bien podría ser el reverso, la antítesis de aquella luminosa, cálida, entrañable y genial EL HOMBRE TRANQUILO, la película de mi vida junto a JENNIE, DESAYUNO CON DIAMANTES, ¡QUÉ BELLO ES VIVIR!, EL ÚLTIMO VALLE y MATAR A UN RUISEÑOR. Coincide en alguna cuestión argumental sin llegar a la maestría suprema de aquélla y en tener muchos brotes y chispazos geniales desde una mayor pretensión intelectual, algo siempre en liza –así reza el tópico- cuando están argentinos por medio, como bien atestiguan a través de la pujante y brillante cinematografía de las tres o cuatro últimas décadas (hay de todo como en botica, me refiero al buen y amplio puñado de títulos punteros).
Aquí también hay un regreso al hogar de un ciudadano más ilustre que aquél “quiet man” pero igual de popular y concitador de alguna adhesión, aunque en este caso es aún más nutrida la repelencia que acaba originando. En el fondo y en primer término, es un cuestionamiento de la vuelta a las raíces, de ahí esa frase que la adorna publicitariamente, “nadie es profeta en su tierra”, muy cierta en España y también en la Cochinchina o en la profundidad ríoplatense como es el caso.
Se acaba erigiendo pues en una dialéctica, una confrontación entre el intelectual más sofisticado y el ruralismo más chato y ahogado en sus propias miserias cotidianas, existenciales.
Es inevitable que en algún momento me remita a un Berlanga a la argentina, no tanto en lo formal (el plano secuencia da paso a otros más secos, fijos y hasta abruptos), sino en lo referido a su tono esperpéntico y a la relación del protagonista con una comunidad. También es perfectamente rastreable cierto toque cáustico al estilo de los hermanos Coen.
El humor en diversas variantes hace su aparición en numerosos y continuos momentos. Humor dramático, vitriólico, hilarante, cínico, demoledor, agrio, feroz, estoico, inteligente. Un humor que es una perfecta herramienta para radiografiar un entorno propio y hostil, en el que queda patente la crítica de sus autores al ciudadano común de su país, por extensión al de cualquier otro lugar, a ese provincianismo nacionalista que rechaza lo exterior, el que representa el escritor protagonista laureado por un Nobel cuestionado también por él en un inicio espléndido, en el que no concibe casar el premio con la anacrónica aquiescencia monárquica.
Las carcajadas en alguna ocasión son abiertas pero en otras sordas, recogen la tensión y la latente violencia anímica del aparentemente apacible entorno. Resultan indistintamente negruzcas y francas, hasta bobaliconas. A veces tiran de sugerencia, de sutileza, otras son más eficazmente obvias, recubiertas de un ligero trazo grueso.
Súmese una cámara que aletea de manera lúcida y pone en solfa cierta impostura pueblerina e igualmente la intelectual, un buen catálogo de mezquindades diversas del ser humano, la idolatría falsa y malentendida tantas veces ejercida, la hipocresía de los representantes políticos… y así, podría seguir enumerando un nutrido etcétera. Todo ello envuelto en la funda de fábula moral y con un “look” que puede remitir a una película para televisión.
Pero además, tal como ha reflejado algún compañero, reflexiona, más o menos gravemente, sobre el proceso creativo, el literario en este caso, desde una ironía y un sarcasmo de lo más reconstituyentes y “destroyer”.
La sobresaliente dupla formada por Mariano Cohn y Gastón Duprat vuelve a dar en la diana tras su anterior, insólito y sorprendente EL HOMBRE DE AL LADO (la recomiendo encarecidamente), que como bien la definiera Andrea G. Bermejo, “una ventana no daba tanto de sí desde Hitchcock”. No se olviden tampoco sus francamente apreciables EL ARTISTA y QUERIDA VOY A COMPRAR CIGARRILLOS Y VUELVO (un título retórico como lo puede ser esta y el resto de sus obras aunque de manera feliz, afortunada).
El guión, parlanchín, agudo, bien rematado (debido a una de esas piruetas o giros propios de esas latitudes) y de gran lucidez, como los de buena parte de su todavía no extensa pero meritoria filmografía, vuelve a ser obra de Andrés Duprat, el hermano de Gastón. Lo trufa de momentos entre surrealistas y perplejos, como dan fe los alusivos a ese coche de bomberos reconvertido para la ocasión o un vídeo de homenaje a tan ilustre visitante que no tiene desperdicio. Hay más, pero no es cuestión desvelarlos. Añado otro, el referido a ese émulo del Charlie Ruggles gutural de LA FIERA DE MI NIÑA en versión cañí.
Punto y aparte es la extraordinaria interpretación del “verbalizador” Óscar Martínez como ese antipático o nada empático literato laureado. El bonaerense (67 años, volcado principalmente en su fértil faceta teatral) está excelente, vuelve a dar una lección magistral. Con razón el Festival de Venecia le premió con la Copa Volpi al mejor actor, el primer latinoamericano en obtener tan prestigioso galardón. En su filmografía comienzan a agolparse los premios, pues a este hay que sumar el Cóndor de Plata (el equivalente al Goya o al Oscar hasta 2005, otorgado por la Asociación de Cronistas Argentinos) por su Mauricio de RELATOS SALVAJES y el de mejor actor del Festival de San Sebastián por la sugerente EL NIDO VACÍO.
La propia película, aparte de ser un gran éxito en su país de origen, va poco a poco acumulando numerosos reconocimientos o distinciones: el Premio del Jurado Joven también en Venecia o la Espiga de Plata y al guión en la Seminci de Valladolid.
Y, vuelvo a Berlanga, resulta baza muy importante ese reparto coral, del que voy a destacar, en representación de todos cuantos lo conforman, a Dady Briera, como Antonio, el amigo de la infancia que se ha acabado casando con el amor de juventud del ahora visitante.
Tengo la sensación de estar ante otra muestra de clásico moderno proveniente del país de Borges, como las recientes EL CLAN y la citada RELATOS SALVAJES.
Desternillante en algunos momentos, constituye un trabajo de suma lucidez y brillantez. De los mejores estrenos en lo que llevamos de 2016.
José Luis Vázquez
©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es