Director: Gary Ross
Intérpretes: Matthew McConaughey, Gugu Mbatha-Raw, Keri Russell, Mahershala Ali, Brad Carter, Sean Bridgers, Jacob Lofland, Christopher Berry, Joe Chrest, Kurt Krause, Brian Lee Franklin, Martin Bats Bradford, Carlton Caudle, Kirk Bovill, Lawrence Turner, Donald Watkins
Sinopsis: Narra la historia real del granjero sureño Newton Knight (Matthew McConaughey) y su extraordinaria revuelta armada contra el Ejército Confederado durante la Guerra de Secesión americana. Harto de luchar por los intereses de los más ricos, Knight desertó, se alió con otros pequeños granjeros y con la ayuda de los esclavos locales, lideró un levantamiento que llevó al Condado de Jones en Mississippi a independizarse creando el Estado Libre de Jones. Su matrimonio con una antigua esclava, Rachel (Gugu Mbatha-Raw), y su posterior construcción de una comunidad interracial, distinguieron a Newton Knight como una luchadora y controvertida figura en el contexto de la Guerra Civil americana.
Sobre el papel, asistimos a un desconocido e interesante episodio de la Guerra de Secesión americana, una increíble historia real, pero lo finalmente plasmado no acaba de provocar mi incondicionalidad, me deja un tanto frío, en algunos momentos hasta me resulta anodino, pero reconozco que cuenta con escenas atractivas suficientes y una corrección narrativa que me acaba inclinando por el aprobado. Bueno… y también contiene a un últimamente parece que en permanente estado de gracia Matthew McConaghey, actor que siempre fue bueno pero que apenas se lo habían dejado demostrar. Aquí, esa intensidad que viene constituyendo su marca de fábrica, le sienta como anillo al dedo el mesiánico personaje que le toca abordar, el del abolicionista Newton Knight.
El acontecimiento en cuestión alude a la deserción, más bien rebelión, de un soldado confederado, mezcla de Espartaco y Robin Hood, contra los suyos. Un individuo que arremetió contra los privilegios de los de arriba y el racismo exhibidos por los que fueran inicialmente de su bando, aunque supongo que habría de todo como sucede siempre, aglutinando para ello a esclavos y granjeros para formar un estado libre en el condado de Jones, dentro del de Mississippi. Proclamó la libertad individual y la consideración de que un hombre lo es independientemente de su piel. Fueron cuatro los puntos principales que sustentaron su brevísima regencia.
Resulta un acierto que deje constancia que aquél conflicto entre hermanos, no solo consistió en defender la libertad de los negros sino que volvió a resultar el enésimo capítulo del conflicto de clases, pues los pudientes de los chaquetas grises quedaban exonerados de ir al frente si poseían más de veinte esclavos, aparte de la salvaguarda de los negocios algodoneros de los más privilegiados.
Pese a un valorable tono naturalista, una buena reconstrucción ambiental, buenos intérpretes además de McConaughey, no acaba de alzar nunca el vuelo. Más bien se queda en un estadio discursivo, profuso, didáctico que me hace seguirla con curiosidad pero no con apasionamiento.
Doy por sentado que ha sido buscado así, pero ese desenlace anti climático, mermado del dramatismo “hollywoofilizado” al que tal vez estemos algunos mal acostumbrados, le resta fuelle.
Por otra parte, ese intercalado de secuencias de un juicio efectuado ochenta y tantos años después de los hechos –en la segregacionista década de los 50- contra uno de los descendientes del protagonista al que se cuestiona por el porcentaje de su sangre (Knight se casó con una esclava), no creo que le vayan bien al ritmo general, más bien ralentizan la trama. Y conste que puedo entender la buena intención de querer conectar aquél hecho con una realidad inmediata y una situación todavía candente.
Dirige con oficio pero sin especial chispa de inspiración un director otrora muy sugestivo, Gary Ross, el firmante de las magníficas PLEASANTVILLE y SEABISCUIT, o el guionista de BIG y DAVE, PRESIDENTE POR UN DÍA. A raíz de su participación en LOS JUEGOS DEL HAMBRE, parece haberse decantado por figuras revolucionarias, sean en ambiente futurible o pretérito, ya sin la garra de aquéllos otros trabajos de un clasicismo más apasionado.
El metraje por encima de la media, 139 minutos, no favorece en esta ocasión a su causa.
José Luis Vázquez
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