Director: Miguel Ángel Jiménez
Intérpretes: Matt Horan, Kimberley Tell, Jimmy Shaw, Denis Rafter
Sinopsis: Después de pasar dos años en la cárcel debido a incidentes provocados por el abuso del alcohol y las drogas, Jack se convierte en un hombre libre y regresa a casa dispuesto a recuperar la confianza de su familia, especialmente la de su mujer Alma y su hijo Raymond. Su hermano mayor, Mike, le propone trabajar como vigilante nocturno en la vieja mina abandonada del pueblo. Para Jack este trabajo supone el principio de su nueva vida, y el primer paso para demostrar a su mujer que ha cambiado.
Desde el mismo momento que finalizo su visionado, LA MINA (THE NIGHT WATCHMAN), se postula como uno de los engendros del año sin que por ello pestañee lo más mínimo. Hay que ver qué mescolanza más absurda y que cosa más indigesta es la propuesta por el director y guionista Miguel Ángel, del que desconozco antecedentes o actividades previas.
De hecho, el que me haya invadido una duermevela ha sido la causa de que no abandonase la sala antes de finalizar su proyección. He llegado tan “afectado” a casa, al portátil, que al contrario de lo que suele ser habitual, ni consulto ni contrasto datos. Escupo la crítica tal y como la están leyendo, sin remansos de ningún tipo.
Me parece muy legítimo que se pretendan copiar postulados, paisajes y géneros propios de la cinematografía norteamericana, inclusive contar con la aportación de actores autóctonos y desconocidos (salvo uno), a cambio de que lo cocinado presente unos mínimos. Pero esto es un bodrio de mucho cuidado.
No pasa nada en pantalla, se cuenta algo claro, faltaría más, un melodrama familiar con incrustaciones tardías de slasher, pero de manera harto plomiza y nada creíble.
Su guión es de una ridiculez considerable (solo falta que hubieran puesto una escupidera para dar cabida a todos los tópicos imaginables), sus diálogos inaudibles, más bien dañan al oído, las interpretaciones sonrojan (parecen extraídas de un mal anuncio de continuo posado), la dirección desmañada y atropellada (su responsable juega a parecer del lugar y le sale el tiro por la culata porque se queda en una epidermis insaluble), el ritmo es insufriblemente plomizo, hasta las canciones en inglés me suenan mal, a destiempo. Tan solo se salva, por los pelos y en determinados pasajes, la fotografía relamida de Gorka Gómez Andreu.
Y cuando quiere introducir una mínima explicación al asunto, todo resulta tan insufrible, inaguantable, impostado y aburrido, que algún susto de saldo (un primo de los Goonies aparece a libre capricho) y la hemoglobina propuesta acaban por provocarme la carcajada más horripilantemente frustrante.
Una tomadura de pelo. Quedan avisados.
José Luis Vázquez
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