Director: Laurent Tirard
Intérpretes: Jean Dujardin, Virginie Efira, Cédric Kahn, César Domboy, Myriam Tekaïa, Eléa Clair, Jean-Michel Lahmi, François-Dominique Blin, Adonis Danieletto, Lionel Mur
Sinopsis: Diane es una mujer muy hermosa, de las que hace girar cabezas dondequiera que va. Es una brillante abogada con sentido del humor y fuerte personalidad. Acaba de salir de un matrimonio infeliz, y es libre para conocer al hombre de su vida. Una tarde Diane recibe una llamada telefónica de un tal Alexandre, que se ha encontrado su móvil. Algo hace clic entre ellos durante esta llamada telefónica. Alexandre es educado, divertido y culto. Diane cae bajo su hechizo. Rápidamente se citan. Pero su encuentro no es el esperado.
“A ti te dolerá el cuello, a mí la espalda, pero sufriremos juntos” (Virginie Efira)
Segundo “remake”, este francés, tras el venezolano de 2015, surgido tras el respetable éxito de la comedia romántica argentina de hace tres años CORAZÓN DE LEÓN, ésta UN HOMBRE DE ALTURA (UN HOMME À LA HAUTEUR) es una digna, correcta revisión.
Ese adjetivo que solemos utilizar tanto los que nos dedicamos a esto de emborronar pantallas digitales escribiendo de películas, denominado amable, le viene pintiparado a esta, además, simpática y atractiva propuesta renovada, o mejor sería decir maquillada.
Una virtud se erige como baza fundamental para que mantenga más o menos bien el tipo. Es la considerable química establecida entre la pareja protagonista, un convenientemente reducido –de uno treinta y pocos, en realidad mide 1,82- Jean Dujardin, en su mejor papel del ya referencial de THE ARTIST, y una espigada Virginie Efira, en realidad siete centímetros más baja -1,75- que su antagonista. Actriz de elegantes modales, llamativa planta y rostro, extraña y contradictoriamente respecto a su sensual cuerpo, candoroso, angelical, lo cual me provoca mayor sugestión.
Tal como sucede en las buenas comedias románticas, se consigue un resultón juego de réplicas y aproximaciones. Y, como es norma, en el género, los responsables del guión y de la puesta en escena, consiguen que cavilemos un poco sobre nuestros esplendores y miserias, como las que atañen a la diversidad física. Por ejemplo, tal y como viene a exponer la secretaria de Bruno, ella misma paciente de un psicólogo, estamos condicionados por una serie de estereotipos mentales que suponen tantas veces una losa.
Y como era de esperar, no evita hablar de las incomprensiones, prejuicios estéticos o incomodidades generadas por no disfrutar de presencias estándar, pero como ya indicaba al comienzo de esta reseña, el tono no es demasiado agresivo, más bien suave y complaciente, leve, lo cual puede granjearle que sus destinatarios sean más numerosos pero le resta profundidad y enjundia.
No es nada especial o destacable, queda lejos de ser un título relevante, pero ese buen “savoir faire” y “charme” característicos de cierto cine francés, son aquí desplegados con discretos, moderados y atinados resultados. Cuenta con algún buen golpe, pueden esbozar alguna risa o varias sonrisas en otros y el tono general es pasable… sin mayor relevancia.
La contemplo relajado gracias a ese tono de ligereza que gasta.
José Luis Vázquez
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