Si tuviera que elegir uno solo de los títulos del genial cineasta y neurótico neoyorquino Woody Allen, sin dudarlo un instante, y lo pienso desde hace tiempo, sería éste. Una vez más me vuelve a traicionar mi profunda veta sentimental.

Y lo proclamo así por múltiples motivos. Porque me parece su trabajo más emotivo junto al de LA ROSA PÚRPURA DE EL CAIRO, porque constituye un entrañable homenaje al por mí tan querido mundo de la radio (en este caso el de los años 40 en los USA) y  también al de la música norteamericana del momento, porque su puesta en escena me parece simplemente perfecta, porque su tono evocador me arrastra por las alcantarillas de la emoción, porque su sentido del humor vuelve a destilar ingenio y un encanto especial, porque aúna con maestría melancolía y nostalgia, porque Nueva York vuelve a estar captada de manera resplandecientemente dorada o porque sensibilidad, cerebro y talento están inmejorablemente entremezclados y puestos al servicio de la evocación más reconfortante y placentera. También porque me parece el AMARCORD “alleniano”, y esa obra “felliniana” es la que más reverencio del maestro de Rímini.

Hace gala de una maravillosa utilización, convenientemente aclaratoria, de la voz en off a través del pequeño Joe (Seth Green), alter ego inequívoco y benditamente delator del propio Allen. Ese asombroso descubrimiento que lleva a cabo del majestuoso Radio City Hall en compañía de sus padres, resulta un momento impagable, uno de los muchos del montón de ellos con el que está sazonada RADIO DAYS.

No deja de ser un bellísimo e idealizado ejercicio sobre la infancia, los recuerdos, sobre aquello a los que nos apegamos en una edad de formación tan decisiva como esa, en la que se gestan las grandes aficiones, y diría también, que las grandes pasiones.

La rodó entre la deliciosa HANNAH Y SUS HERMANAS y la apagadamente  “bergmaniana” SEPTIEMBRE, la cual volvería a rodar entera porque no se quedó nada satisfecho, cambiando alguno de los actores iniciales, como Sam Waterston, Maureen O´Sullivan (la inolvidable Jane del mejor Tarzán de la historia, su suegra a la postre) y Christopher Walken.