Director: Aitor Rei
Intérpretes: Documental
Sinopsis: Galicia, España. El 24 de julio de 2013, el tren Alvia 04155 descarrilaba a la entrada de Santiago de Compostela y dejaba 81 fallecidos y más de 140 heridos. La verdad oficial señala como único responsable al maquinista. Pero una tragedia nunca tiene una sola causa... ¿Qué hay detrás del accidente ferroviario más grave de la democracia española?
En JFK (CASO ABIERTO) de Oliver Stone, espléndida recreación de la reapertura por parte del fiscal Jim Garrison del magnicidio del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, había una imperiosa necesidad de búsqueda de la verdad, aunque esta no se acabara de obtener del todo. Es el mismo espíritu que alienta a este revelador, notable, conciso y valioso documental que recoge lo que hay detrás del accidente ferroviario más dramático de la democracia española.
Corría el 24 de julio de 2013, era alrededor de las 20:41 horas, cuando un tren Talgo serie 730 procedente de Madrid-Chamartín destino Ferrol y con 218 pasajeros a bordo, descarrilaba en la curva conocida como A Grandeira, a 3 kilómetros de Santiago de Santiago de Compostela, en la parroquia de Angrois. Las consecuencias fueron devastadoras, 80 víctimas y 140 heridos.
Tan solo el maquinista fue imputado por ir a más velocidad de la debida, pero esta película enciende a los espectadores la perilla de la luz y resulta esclarecedora sobre responsabilidades políticas y empresariales, más allá de ese último eslabón que ha sido el único que ha acabado asumiendo culpabilidades.
El orensano Aitor Rei, con mucho esfuerzo y aún más mérito, lleva a cabo un minucioso, clarificador y documentado trabajo después de manejar más de 4000 horas de grabación. Su intención es “dirigirse al cerebro del espectador y no a sus vísceras”. Sale más que airoso de la prueba.
Precisamente por ese ir dirigido a la cabeza y no hurgar en aspectos morbosos o ternuristas, no hinca el diente en trazos más efectistas. Y pese a que todos los testimonios que salen resultan imprescindibles, echo de menos, seguramente hubieran resultado muy emotivos, el de algunos de los vecinos que acudieron inmediatamente al rescate de los viajeros.
Uno de los supervivientes que sí hablan define la experiencia vivida como una película de terror… y así lo percibo también tras el desglose de datos, volviendo a confirmar que el más terrenal, el procedente de las barrabasadas, negligencias o las faltas de asunciones por el ser humano, puede ser a veces más pavoroso que el provocado por zombis, hombres lobos o ese monstruo de Frankenstein al que alude su título. Por cierto, este es debido al nombre con el que el argot técnico se conocía al tren accidentado; los maquinistas y directivos lo denominaban así por estar construido “a trozos o retales”. 04155 es el número de servicio que realizaba el día de autos.
El caso es que al poco de dar comienzo lo narrado, ya se me pone el nudo en la garganta, ante una tensión desasosegante, al estilo de cualquier ejemplar relato periodístico. En concreto, comienza a generármela esa primera conversación posterior al accidente por parte del magullado maquinista, Francisco José Garzón.
Resulta también verdaderamente conmovedor escuchar a un padre que ha perdido a su hijo refiriéndose a él como la desaparición de la mejor inversión que ha hecho en su vida. Insisto, todo ello insertado de manera noble, sin escarbar más de lo necesario en el dolor.
No pretendo con esta crónica ser exhaustivo con los datos y las intervenciones, pues lo mejor es que acudan a la sala de cine para informarse y contrastarlos ustedes mismos. Elogiar eso sí, aparte de méritos artísticos, el valor de sus responsables, pues resulta un empeño admirable al no haber contado con ningún tipo de facilidades para su gestación y estar financiado por crowdfunding (más de 1500 mecenas), con la inestimable colaboración de la Plataforma de las Víctimas del Alvia.
Destacar también que los documentos manejados pertenecen a tres empresas públicas relacionadas con ferrocarriles y dependientes del Ministerio de Fomento, Renfe, Adif e Ineco.
Verdaderamente tremenda, indignante, no se la pierdan… aunque solo sea por una cuestión de solidaridad y de higiene democrática, pues debería servir para denunciar todo aquello que esté mal, pues lo haga quien lo haga siempre debería ser repudiable, extensivo a cualquiera que pudiera poner impedimentos al esclarecimiento de esa verdad a la que aludía al inicio.
Y ojalá constituya un aldabonazo para depurar responsabilidades caiga quien caiga y provengan de donde provengan, algo a lo que la sociedad española debe aspirar con carácter de urgencia tras reiterados y flagrantes casos de accidentes de parecidas características, de los que algunos se hace mención en un momento dado de su metraje.
José Luis Vázquez
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