Estreno en Royal City

 

Rams (El valle de los carneros) (2015)

Director: Grímur Hákonarson

Intérpretes: Sigurður Sigurjónsson, Theodór Júlíusson, Charlotte Bøving, Jon Benonysson, Gunnar Jónsson, Þorleifur Einarsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Ingrid Jónsdóttir, Jörundur Ragnarsson, Viktor Már Bjarnason, Jónas Sen, Jenný Lára Arnórsdóttir

Sinopsis: En un valle alejado de Islandia, dos hermanos que no se hablan desde hace más de cuarenta años deberán unir fuerzas para salvar su bien más preciado: sus carneros.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 3 estrellas

Debe ser la tercera o cuarta película islandesa que veo en mi vida (recuerdo ahora REYKJAVÍK-ROTTERDAM de Rúnar Rúnnarsson y LA VENGANZA DE LOS VIKINGOS de Hrafn Gunnlaugsson) y el saldo no está mal. Es una cinematografía raquítica en lo industrial, pero parece que pujante, como así lo atestigua RAMS (EL VALLE DE LOS CORDEROS) de Grímur Hákornason, flamante Espiga de Oro en la reciente edición de la Seminci.

No solamente esta película del país del norte de Europa se ha llevado el gato al agua este año en festivales, en San Sebastián otra compatriota suya, el drama paterno-filial SPARROWS de Óskar Jónasson obtuvo el máximo galardón, la Concha de Oro.

Este también es un drama, pero en este caso fraternal, que cuenta con un sorprendente y emotivo final. El jurado que la premió en Valladolid, argumentó que decidieron hacerlo por “recordar con un lenguaje cinematográfico cautivador y emotivo el rol vital de las relaciones humanas y del hombre con su entorno en los actuales tiempos de desarraigo”.

No me vuelve loco, la verdad sea dicha, supongo que ese pintoresquismo y exotismo que exhibe, bastante ajeno habitualmente a mi retina, es una baza que sabe jugar de manera pausada. Hace falta cierta disposición anímica para abordar su plácido ritmo.

Eso sí, gasta una combinación tonal, entre cierto humor irónico y el drama agreste que le otorga atractivo. No creo que sea una película que perviva precisamente en el recuerdo, aún teniendo en cuenta ese plausible final que mencionaba anteriormente. El frío que transmite y esos desapacibles paisajes que muestra, no impiden que brote una intermitente y particular calidez humana. Merece atención y ser vista, pero –en mi caso, insisto- sin arrebatos… aunque seguro que a mí se me escapa alguna clave, o idiosincrasia, como prefieran denominarlo.

Se deja ver.

 

José Luis Vázquez

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